Salud y Educacion

Mitos y realidades del café y la salud

Pocas bebidas en el mundo han llegado a ser tan placenteras y altamente apreciadas como una taza de café bien preparada; su deleite va más allá de ser una simple bebida estimulante o que apaga la sed, pues su exquisito aroma y sabor ofrecen una gama de sensaciones que reconfortan el estado físico y espiritual de quienes lo consumen. Pero su consumo también está lleno de mitos y realidades.

Si abordamos el tema con la mayor objetividad posible, concluiremos que el café no es recomendable en ciertos padecimientos, o que produce algunas alteraciones si es consumido en exceso. También hay quienes afirman que frío o caliente, con azúcar o sin ella, capuchino o exprés, instantáneo o de la olla, en la intimidad o en un velorio, es benéfico para nuestra salud.

Esta exquisita bebida negra y “perfumada”, es la única natural y baja en calorías, que además reconforta el ánimo, satisface la sed y nos acompaña con su delicioso sabor.

La complejidad de la composición del café y la existencia de sustancias aún no identificadas, pero cuyas actividades fisiológicas han sido constatadas, obligan a que continúen los trabajos de investigación, tanto para probar la inocuidad de su consumo, como para demostrar sus efectos favorables en el organismo.

Si bien el café no puede ser considerado como un producto capaz de asegurar un aporte significativo de macro y micro nutrientes, contiene un conjunto de sustancias dotadas de activas acciones fisiológicas.

Aunque algunos reportes han sugerido que el café puede afectar ciertos aspectos de la salud, los resultados combinados de décadas de estudio no muestran que una moderada cantidad de café sea mala para la salud.

De hecho, considerando que cerca de dos mil 500 millones de tazas de café son consumidas en el mundo diariamente, cualquier asociación con problemas de salud ya se habría evidenciado.

El efectos cafeína

La cafeína es el único componente del café que provoca efectos fisiológicos importantes; está presente en el café, el té y el chocolate, entre otras bebidas que no contienen alcohol.

La cafeína posee un efecto vasoconstrictor —disminución del calibre de vasos sanguíneos— sobre el núcleo cerebral, a la inversa de sus efectos vasodilatadores periféricos. Esta propiedad permite explicar la presencia de la cafeína en un cierto número de especialidades antimigraña.

La cafeína tiene también la propiedad de potencializar la acción analgésica de ciertos medicamentos.

El café es rico en potasio, uno de los elementos que favorece las contracciones musculares, incluyendo la cardiaca. Contiene también calcio, indispensable para los huesos y dientes; magnesio, que desempeña un papel importante en el equilibrio nervioso; cromo y manganeso, que actúan sobre el metabolismo de los carbohidratos y la actividad enzimática celular.

De igual forma, contiene vitamina E (antioxidante) y la PP o niacina que actúa sobre la conformación de los tejidos, la piel y el sistema nervioso.

La cafeína actúa con mayor fuerza en los momentos en los que el estado de vigilia comienza a decaer. Entre más cansado esté el individuo, una taza de café le ayuda más a sobreponerse de esta condición.

Es posible que un dolor de cabeza desaparezca luego de beber una taza de café, pues la cafeína posee un efecto vasoconstrictor en la masa cerebral y de ahí que pueda atenuar o eliminar la jaqueca. Cabe recordar que algunos analgésicos contienen cafeína.

En honor a la verdad, hay que reconocer que el café sí produce insomnio, pero únicamente en algunos individuos particularmente sensibles al efecto estimulante de la cafeína.

Uno de los pocos casos en que se prohíbe el consumo del café es en los pacientes que sufren de epilepsia. Más que aumentar el riesgo de ataque, la cafeína induce al insomnio, y los epilépticos nunca deben encontrarse en un estado de falta de sueño.

También es cierto que el café consumido en exceso, superando una cantidad tolerable, puede causar agitación, ansiedad e irritabilidad. Sin embargo, estas reacciones aparecen precisamente porque se espera que el café las produzca, y no porque la cafeína tenga en realidad la facultad de alterar la serenidad.

Se debe aclarar que el café es una bebida natural, pero no es un alimento. La Organización Mundial de la Salud lo ha calificado como un “componente de la dieta no nutritivo”, exento de valor energético pero que desarrolla funciones útiles al organismo; una taza de café sin azúcar y sin leche equivale a dos calorías.

En cuanto a la cantidad de café que se debe consumir al día es de un máximo de cuatro tazas, con base en lo recomendado por los médicos más estrictos, y que equivalen a 320 miligramos de cafeína.

Por último, se le puede agregar al café un mérito más: reduce el apetito, pero esto no se debe a la cafeína sino a las sustancias producidas en la torrefacción del café, que ayudan a reducir la sensación de hambre.

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