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Tejedores de las cavernas


CALKINÍ, CAMPECHE.— Esta comunidad teje su historia en torno a la elaboración de sombreros de palma de jipi, principal actividad de hombres y mujeres, cuyo movimiento de manos denota maestría por la precisión con la que hilvanan cada hilo de fibra natural.Las opciones para los habitantes de la ex hacienda de Santa Cruz son pocas. Los suelos rocosos, casi en su totalidad limitan la agricultura. La tierra apenas se asoma y simula pequeñas manchas de tinta a la distancia.

Escasez de suelo, orografía y clima apenas permiten el crecimiento de la palma de jipi, uno de los pocos cultivos que resisten condiciones tan adversas. La paradoja es que aquí el agua es abundante, con una precipitación que supera los mil milímetros al año.

La población tiene como principal actividad el tejido de palma de jipi. Las cuevas que ha formado la naturaleza hacen las veces de taller de tejido. El frío de la roca y la humedad que guardan las cavernas permiten mantener la flexibilidad de la palma de jipi y poder entretejerla con facilidad.

En una de las cuevas un grupo de tejedores, algunos sentados en el piso y otros en un banco de madera, explican que los sombreros ordinarios, que son los de una hebra, se elaboran en un día; los de tres hebras requieren hasta tres días de trabajo y los de cuatro hebras, considerados los más finos, pueden terminarse hasta en una quincena.

Permanecer en una gruta durante varias horas y en una sola posición causa cansancio; quizá por ello las mujeres de Calkiní prefieren tejer en las puertas de sus casas, donde lucen sus huipiles de manta y vistosos bordados. Para dar valor agregado a sus productos empiezan a utilizar tintes naturales, que ahora demanda el mercado.

Con una voz pausada y acentuando cada palabra, con ese tono característico de los campechanos, doña Eneyda Uicab, presidenta de Mata de Jipi, agrupación integrada por tejedores de Santa Cruz, en su mayoría mujeres, recuerda que antes hacían sombreros con la palma tradicional, pero una persona de la comunidad recibió una beca para aprender a hacerlos con jipi y la enseñanza se extendió a toda la comunidad.

En la casa de Rafaela Minelia Colli las carencias eran muchas, por lo que desde pequeña aprendió a tejer sombreros. Terminaba uno cada día. Sus hijos heredaron esta tradición.

La materia prima para producir los sombreros son las matas de jipi, que ya comienzan a escasear en la región. Hay esfuerzos institucionales para alentar la producción de esta planta básica para la comunidad de Santa Cruz.

Damiano Kantún es responsable de acopiar los sombreros de los integrantes del grupo Mata de Jipi y venderlos en la ciudad de Campeche. Detalla que para hacer los sombreros siembran la mata de jipi y una vez que se establece la parcela debe pasar un año para sacar la palma. Luego hay que darle mantenimiento y cada 15 días se pueden cortar los cogollos.

Una planta produce cada año tres cogollos, es decir, las varas que envuelven la palma de donde se extrae la materia prima para elaborar sombreros. Un sombrero se hace con diez cogollos, después de deshilarlos y secarlos al sol.

Luis Rafael Keb Paat, técnico asesor de la Microcuenca de Calkiní, resalta que con el apoyo de algunas instituciones se ha podido incrementar la superficie de jipi, dado que el recurso se destina a la compra de plantas (hijuelos) para replantarlos en las pequeñas porciones de tierra que hay en el lugar.

Mercado para jipis

Los habitantes de Santa Cruz venden su producto al municipio de Becal, reconocido en el mundo por la calidad de sus sombreros. Antes tenían una planchadora, pero por diversos problemas la vendieron y quienes la adquirieron realizan ahora este proceso, con lo que dan valor agregado al sombrero.

Las mujeres expresan que hay un cliente en la ciudad de Mérida que les fija un precio y les dice que si no quieren lo vendan por otra parte.

Para librar estos problemas, los tejedores de Santa Cruz tienen la idea de construir un local en una zona turística, por ejemplo, Playa del Carmen, donde haya visitantes estadounidenses para vender directamente. Consideran que así les iría mejor y con las ganancias podrían sembrar más matas de jipi.

El sombrero lo venden en Campeche o Mérida. Los integrantes de Mata de Jipi señalan que en ocasiones les hacen pedidos de 50 o 60 sombreros; no pueden cumplir con todo por falta de recursos. Campechana de Exportación es uno de sus compradores de sombreros finos, que alcanzan un precio para el productor de 300 a 400 pesos, mientras un sombrero ordinario cuesta 80 pesos.

Algunos miembros de Mata Jipi llevan más de 20 años produciendo sombreros y consideran que ha sido un gran éxito pues nunca se han dejado de vender. Su vida se entreteje en torno a esta actividad.

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ERNESTO PEREA

Periodista especializado en temas agropecuarios y agroalimentarios. Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, otorgado por el CONACYT. En la actualidad director del portal web www.imagenagropecuaria.com Autor del libro Voces y vivencias del movimiento orgánico Ha colaborado con las revistas editadas por el Grupo Expansión. Ha sido consultor de la FAO. Brinda servicios de comunicación, información, análisis y consultoría para diversas empresas e instituciones. Correo electrónico: editor@imagenagropecuaria.com

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