Un navegante viento en popa
Durante sus recorridos —recuerda— como marino por el mundo observó la forma de hacer vino en Chile y cuando tocó puerto en Ensenada se casó y quiso tener una actividad alterna, por lo que decidió dedicarse a la producción de vino.
Pedro López, un joven que ha navegado por el mundo, ahora es pequeño productor de vino que cada año tiene una producción limitada de 150 cajas y que dada su profesión decidió bautizar a su vino como “El Navegante”.
La materia prima que utiliza para la elaboración de su producto es la uva Cavernet Saugvinon, la cual califica como “una de las más finas del mundo”, que adquiere en el Valle de Guadalupe, donde compra tres toneladas.
Dada las características de buen sabor que brinda esta variedad al vino, en una cata a ciegas que se realizó en la ciudad de México su bebida obtuvo el tercer lugar.
Juan Pedro explica que la diferencia entre un vino industrial y uno artesanal es la cantidad de vino y los medios, ya que el primero utiliza más tecnología y en el segundo la elaboración es completamente manual. La producción de su vino requiere un año, que es el tiempo que tarda en las barricas de roble blanco francés, de segundo uso, donde la premisa es la calidad.
Una desventaja frente a la producción en masa es que el vino artesanal es más caro, ya que una botella de vino cuesta alrededor de 150 pesos, mientras que la industrialización y otras ventajas competitivas que tienen otras industrias permiten vender una botella hasta en 60 pesos.
En este momento El Navegante se comercializa en la ciudad de México, en un lugar llamado
Hace cuatro años igual número de personas empezaron a navegar en el mundo del vino y les ha ido bien porque han crecido el doble en los tres últimos años, las ganancias las han reinvertido e incluso han puesto un poco más para comprar implementos secos, botellas, maquinaria y bombas, por lo que buscan convenios para tener acceso a créditos destinados a este fin.
