Campo Libre

Cafetaleros mixes enfrentan poder de gigantes trasnacionales

 

San Juan Bosco Chuxnaban, Oaxaca.-Cafetaleros mixes enfrenta el poder de empresas trasnacionales, que motivadas por altos precios del café a través de coyotes pagan por el aromático un sobreprecio, lo que fragmenta formas de organización productiva; las compañias también están desplazando a pequeños cafeticultores del Mercado Justo. En zona mixe la mano de obra se ha reducido 50 por ciento, los pobladores ya no quieren trabajar en la pizca del café; porque tienen que ir a la clínica a que les tomen asistencia para recibir Oportunidades. El programa ha traíddo beneficios, pero en algunas personas lleva al conformismo y la flojera, expresan lugareños.

San Juan Bosque Chuxnaban, Oaxaca.- En la mitología de los mixes el rey Koonk-oy o Condoy era un coloso que defendía a su pueblo de los invasores, gracias a lo cual nunca fueron conquistados por aztecas o españoles. Ahora los cafetaleros de esta zona enfrentan el poder de otros gigantes, empresas trasnacionales que ante los altos precios del café ofrecen, a través de coyotes, un sobreprecio respecto al de organizaciones cafetaleras, lo cual se traduce en una competencia desigual que fragmenta formas de organización. Las firmas, además, están desplazando a los cafeticultores del Mercado Justo, esquema creado para apoyar a pequeños productores.

Por eso, los habitantes de la sierra mixe expresan que tienen “coraje” de que no se valore su esfuerzo por producir café de calidad, sobre todo porque sus ingresos proceden en 60 por ciento de esta actividad, otra parte de cultivos como maíz y frijol, un poco de remesas y de programas sociales, que están distorsionando la realidad social de la zona mixe. Por ejemplo, Oportunidades está generando problemas de escasez de mano de obra: “la gente ya no quiere ir a trabajar a la pizca del café, porque tiene que ir a pasar lista”, se queja tras dar un sorbo a su taza de café, Ignacio Canseco Hernández, tesorero de la Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (CEPCO), organización que desde 1989 ha implementado estrategias para comercializar café certificado de pequeños productores y ha logrado exportarlo a Estados Unidos y países de la Unión Europea.

Para llegar a esta población la distancia de la ciudad de Oaxaca no rebasa los 150 kilómetros, pero dado lo accidentado de la terracería y el entrecruce de montañas –que a la vista figura un laberinto en el horizonte–, el tiempo aproximado es de cinco horas. La distancia entre este poblado, enclavado en plena sierra y la Bolsa de Nueva York –donde se fija el precio del café— es relativamente corta por el interés de empresas trasnacionales en la calidad del aromático que aquí se cultiva.

Estamos en la tierra de “los que nunca fueron conquistados”, donde junto con los productores envejecieron los cafetales, las plantaciones tienen 20 años promedio, lo cual se traduce en una caída en rendimientos del 50 por ciento, ahora obtienen entre 6 y 8 quintales por hectárea. Esto producto de más de una década donde los precios internacionales del café se desplomaron y los hombres de la comunidad comenzaron a abandonar sus cafetales y migrar hacia Estados Unidos o las ciudades de México, Oaxaca y Puebla, platica el presidente de la Unión de Pequeños Productores de Café, Guillermo Ortiz.

La migración se mueve a la par de la bolsa neoyorkina. Y es que como manifiesta Lorenzo Canseco cuando el precio del café va bajando es cuando la gente migra. Aunque hoy el precio del café es favorable, acota, la gente sabe que es por un rato, que no es estable. El otro año, ¿quién sabe?

Durante los años de precios deprimidos entre 25 y 30 por ciento de esta población –que pertenece al municipio de San Miguel Quetzaltepec–,  se dispersó hacia otros territorios en busca de empleo. Hoy subsisten en esta comunidad mil 100 habitantes, donde hay familias que tiene hasta cinco y siete hijos; aún cuando el grado de escolaridad se ha elevado y el pueblo cuenta con primaria y secundaria, y pueden cursar otros niveles en la ciudad de Oaxaca. Esta tierra y sus circunstancias expulsan a muchos de los nativos, quienes están “trabajando o estudiando, pero están afuera”, dice alguno de los que se aferran a su terruño.

Con el repunte de los precios del aromático, en la zona el café convencional se paga en 44 pesos por kilo y el orgánico en 51 pesos; el año pasado estuvo entre 24 y 30 pesos. “Está muy alto el precio”, resalta Ignacio Canseco, quien aclara que las intensas lluvias de septiembre-octubre pasado llegaron en mal momento y “hubo mucho desastre”, porque dañaron 30 por ciento de la producción de café. Sin embargo, luego el calor permitió sacar café de calidad y se benefició más para  exportación. Ahí se compensó un poco.

Canseco habla del precio del café y de la bolsa de Nueva York con naturalidad y conocimiento. “Ojalá dure el precio, pero estaba bajando por el sismo de Japón, que está afectando el mercado”. La organización exporta 80 por ciento de su café –para lo cual cuenta con certificaciones de OCIA Internacional, Naturland y Certimex—, el restante 20 por ciento lo destina al mercado nacional.

En temporada de bonanza los habitantes regresan a cuidar sus cafetales, como un tesoro que guardan en las entrañas de la montaña, pero saben que un árbol abandonado ya no rendirá lo mismo. Como zopilotes también regresan los coyotes a ofrecer más dinero por el aromático que antes regatearon; mientras organizaciones como la CEPCO, que ante esta volatilidad diseñaron estrategias para sortear efectos adversos, como comprar el café a sus agremiados, incluyendo los beneficios del Mercado Justo, son desplazadas cuando un productor seducido por unas monedas más decide vender al comercializador.

Imagen Agropecuaria/Ernesto Perea“Desde hace tres años, las transnacionales se están metiendo a nuestras comunidades a ganarse el mercado, a pagar ahorita bastante dinero para que después se adueñen del mercado y pongan el precio que quieren”, lamenta Leonor Fernández Allende, cafetalera de la sierra mazateca, cuya estatura no rebasa los 1.50 metros, pero cuyas palabras muestran firmeza y convicción.

“Las trasnacionales nos están golpeando y el gobierno en lugar de apoyarnos, apoya a las empresas más grandes como Nestlé, que está queriendo sembrar café robusta, para comprarlo más barato y venderlo en los frasquitos más caro. Es un golpe para los pequeños productores, que hemos trabajado mucho para obtener calidad, para estar en Comercio Justo, pero ahorita ya no nos está conviniendo tanto, ya nos rebasaron las trasnacionales”, subraya la también presidenta del Consejo de Administración de la Comercializadora Agropecuaria del Estado de Oaxaca (CAEO), de CEPCO.

Lorenzo Canseco secunda que en la zona baja mixe hay zonas donde se produce  café robusta y nuestra preocupación es que gente de fuera nos traigan plantas que no son favorables para la zona. Aclara que no ha habido programas para este cultivo, que hay pocas plantas, pero afirma que no tienen ni buena producción, ni buenos rendimientos.

En una reunión con Pequeños Productores de Café de Chuxnaban—que agremia 80 socios de esta comunidad y de Santa Cruz Condoy y San Isidro Huayapan–, y de la Flor de Chuxnaban, que cuenta con 30 socios, organizaciones afiliadas a CEPCO, cafeticultores expresaron que las empresas trasnacionales envían a coyotes a comprar café a las comunidades a un sobreprecio y cuando un productor decide venderles, la organización se ve imposibilitada de pagar más.

Ignacio Canseco presume que como productores orgánicos han entrado al Comercio Justo, donde el acuerdo internacional es no mover el precio base, de 155 dólares por 100 libras, además se otorga un premio social; pero cuando el precio del café sube, los coyotes pagan 10 ó 15 pesos más al productor, que muchas veces no valora los trabajos, ni los proyectos de las organizaciones y dice: quiero mi precio, mis 10 más que me da el acaparador. “Allí pierde la organización, no podemos competir con las grandes empresas”, reconoce el cafeticultor.

Quienes han mantenido su apego a CEPCO consideran que “uno debe ponerse la camiseta”, pero muchos en lo individual aprovechan estos precios y eso nos afecta como organización. El problema es que la CAEO tiene que hacer un contrato previo para entregar café a los compradores de otros países y cuando incumple hay una multa.

Un cafeticultor de la zona comenta que a veces los comerciantes pagan lo mismo por el café orgánico que por el convencional. “muchos tenemos que sufrir mucho por producirlo, pero nos desanimamos por el precio, siempre batallamos mucho… Muchos de los productores se dejan engañar por el comerciante, entregan más café al comerciante porque a veces ellos llevan más precio”.

Guillermo Ortiz dice que “la idea estar organizado es estar en las buenas y en las malas, no jugar a la organización; pero tenemos miedo que cuando baje el precio a los productores no nos alcance para el sostén de la casa”.

Cambiar Oportunidades

Los pobladores reconocen que los apoyos de gobierno sí generan beneficios, pero también están ocasionando que algunas personas ya no vayan a trabajar al cultivo del café, la mano de obra escasea y ha reducido en 50 por ciento.

Oportunidades, asevera Leonor Fernández quita mucho tiempo, porque citan a la gente y las personas que están al frente de las clínicas los hacen firmar y “si no tienen asistencia no les llega como tal el recurso; les rebajan, si eran 300 pesos les dan 200, porque no cumplieron. Ellos se ven forzados y aunque tengan trabajo, tienen que ir a la clínica a que les tomen la asistencia”. El apoyo para las mujeres es de 900 pesos cada dos meses.

La mujer mazateca apunta que esto “sí fomenta la flojera en algunos hombres”, pero hace énfasis en que “es de valorar el lado bueno; no todo es malo”.

Imagen Agropecuaria/Ernesto PereaEl programa igual incide en aspectos productivos, ya que cuando hay reuniones de las organizaciones, muchas veces los compañeros no van porque tienen que ir a cumplir con sus asistencias, agrega.

Al cuestionarla sobre si sería necesario modificar Oportunidades, anota que “todos los programas son buenos, pero hay que estar tras de ellos (los beneficiarios), concientizando a la gente. No sólo porque les llegue un recurso se van a dormir; al contrario, tienen que multiplicar esas monedas. Ver de qué manera ellos pueden hacerlo más en grande. No sólo decidir ya recibí, ya no voy a sembrar mi campo. Al contrario, qué bueno que hay ese pequeño recurso, pero si hace falta esa concientización de que el dinero no es sólo para gastarlo, sino para potenciarlo, multiplicarlo”.

Fernández Allende reconoce que entre algunos beneficiarios, el programa ha generado conformismo, porque “ya nomás están esperando a que les llegue el recurso. Sobre todo los varones. A las mujeres nunca se nos acaba el trabajo. La mujer siempre tiene que estar al pendiente de sus hijos y el trabajo de casa, pero el varón abandona un poco el trabajo de campo y dice, no pues ya va a llegar el recurso”.

Los programas de gobierno han beneficiado a los jornaleros, gente de la misma región pero sin tierra, considerados los más desprotegidos, ya que sólo tienen un ingreso estacional durante cuatros meses que dura la cosecha de café. Cuando no hay trabajo en labores agrícolas cortan leña o rompen grava para la construcción. Un jornal en la zona se paga entre 80 a 100 pesos por corte, trabajando de 7 de la mañana a 3 de la tarde.

Por eso no es mal visto que alguien que tiene parcelas grandes les presta terreno para que hagan sus casas y los meta a programas como Procampo u otros.

–¿Los programas han reducido aunque sea un poco la pobreza?

–Pienso que sí. Conozco en mi pueblo una viejita ya murió. Con Oportunidades compraba madera y la revendía. Decía que no se gastaba su dinero, sino lo invertía. Todo depende de la persona. La mayoría lo ocupa para la alimentación y ropa.

En mi comunidad Oportunidades sí nos apoyó a que la gente instalará sus baños; “el programa los obligó: si no haces tú baño no vas a recibir un recurso. Fue un condicionamiento bonito porque se fue superando la familia, para que sea más higiénico. Las promotoras verifican eso. En ese sentido el programa es positivo”.

Plantea que es importante el seguimiento de los programas y que se cambien también las pláticas que les dan, porque siempre son enfocadas a hervir el agua; que hable de salud personal o del hogar. También deben inducir a que la gente invierta.

Algo que sí han logrado Oportunidades es mover más la economía local, ya que cuando no llega el programa en seguida se ve que baja la venta de los pequeños comercios. Aquí Leonor Fernández sugiere que las pláticas de los programas gubernamentales se haga conciencia sobre lo que se consume, ya que nuestra gente desconoce que son los alimentos “chatarra” y cuáles son nutritivos, por lo que se consumen refrescos, sopas Maruchán, ya que a la gente se le hace novedoso, ignorando que son un gran daño para los niños.

En la región una persona sobrevive con 70 u 80 pesos, según el número de integrantes de la familia. El ingreso promedio es de 40 o 50 pesos en familias de tres personas, las que tienen más miembros de alrededor de 100 pesos diarios. Cultivos como el maíz, frijol, chile o quelites se obtienen de sus parcelas. Carne se come cada 8 o 15 días y si queda algo de hambre en temporada hay frutas como naranja, plátano o piña.

Entre los programas de apoyo que reciben los productores de café está el de Fomento productivo para el mantenimiento de cafetales, un subsidio de 300 pesos por hectáreas para limpia y poda de plantaciones. Otro es el de renovación de plantaciones, donde una empresa produce plantones para que el gobierno compre y los entregue a los productores, quienes tienen sus propios plantones, pero al no estar certificados no se aceptan.

Leonor reclama que el subsidio debe ser para campesinos y no para las empresas, para poder combatir la pobreza, donde lo más importante son las políticas públicas de fomento a la actividad cafetalera.

Es muy importante –afirma—estar organizados; uno solo no puede hacer nada. La unidad hace la fuerza, y el gobierno sólo nos cumple cuando estamos organizados. El del café es un trabajo laborioso, porque es manual; da coraje que no se reconozca nuestro trabajo para producir café de calidad, hay muchos que valoran que sólo organizados podemos obtener algo.  El coyote compra y se va, no viene y le dice te voy a apoyar. La organización ha conseguido apoyos y las instituciones financieras nos dan crédito para el acopio al 1 por ciento.

Comercio injusto

Imagen AgropecuariaIgnacio Canseco recuerda que el Comercio Justo comenzó en Holanda en apoyo a los pequeños productores, “pero ahora como que ya no es rentable nos están haciendo a un lado, porque las trasnacionales ya pueden certificar y vender y ofrecer el Comercio Justo también”. Una de estas empresas es Agroindustrias Unidas de México (Amsa).

La política de la CEPCO es sólo compra café de alta calidad, que es el que se exporta y consume en sus cafeterías y un poco para el mercado nacional; el de segunda lo entregan los productores a las trasnacionales que compran de todo.

Los productores consideran que las reglas del Comercio Justo deben cambiarse. De hecho, a partir de una iniciativa de Oaxaca se está formando una organización Latinoamericana bajo el mismo concepto, donde participen países de Centroamérica y Sudamérica, como Brasil.

Los cafetaleros mixes también platican que muchas veces los subsidios de gobierno son captados por grandes empresas, porque éstas sí pueden hacer proyectos; en cambio el pequeño productor no tiene la capacidad de tener un gran proyecto, desconoce y cuando sabe no tiene los requisitos que pide la regla de operación o ignora algunos trámites. “Si quieres meter un proyecto te piden tu acta constitutiva y protocolizada,  y a veces el productor no la tiene o piden tu certificado orgánico”. Te preguntan “si estás registrado en Hacienda, si está autorizado por Relaciones Exteriores, si ya pagaste en el RPP…Para los programas Trópico húmedo, de plantaciones o de viveros hay que presentar proyectos”.

El problema de la zona mazateca –cuenta Leonor– es que varias socias no tienen el acta de nacimiento, la CURP y para que nos aprueben un proyecto nos piden todos esos requisitos y muchas veces por la falta de éstos no pueden acceder a los apoyos públicos. Hemos apoyado a varios socios para que arreglen sus papeles. A veces unos desisten, otros se molestan de que piden tantos documentos. No obstante, “unos sí le echan ganas y si se benefician”.

En este pueblo no hay ladrones

Los habitantes de esta comunidad hablan dos idiomas, el mixe y el español, y se rigen por usos y costumbres. Los robos son severamente castigados: los infractores, ya sean hombres o mujeres, tienen que ir al río, que está a unos 100 metros de la comunidad, a acarrear piedras en unos botes que almacenan entre 30 y 40 kilos, durante varias horas. El resultado es que no hay ladrones en la comunidad, explican habitantes.

Las familias están integradas en torno a la actividad cafetalera. Los niños no trabajan, porque van a la escuela, pero si apoyan con la selección del grano en la casa.

La alta migración ha obligado a las mujeres a encabezar las labores en el campo. La historia de Leonor es sólo un referente: “mi esposo y mi hijo emigraron. Mi esposo nos desconoció; no regreso. Y así hay casos en las comunidades”. Esta agricultora convencida—que en la manchas de su piel refleja las largas horas del día expuestas al sol—se ha dedicado a trabajar por sus cinco hijos y ahora su hija, la menor, es contadora, manifiesta con orgullo.

Josefina Aranda Bezaury, investigadora de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, quien ha trabajado en las zonas más pobres de la entidad, hace hincapié en que las mujeres son un “pilar fundamental” en el campo y sus “estrategias de sobrevivencia” han evitado que la producción de alimentos se desplome, que aumente más la pobreza y la emigración sea “totalmente compulsiva y que la desestabilidad social se agrande”.

El problema es que predomina “una política económica que empobrece y otra política, la social que sólo medio compensa”, por lo que la solución no es sólo más dinero para el sector rural, sino un cambio profundo en cómo se distribuye éste y la orientación de políticas públicas hacia un cambio institucional profundo. “se trata de modificar radicalmente el enfoque y que quienes viven en la pobreza, puedan salir de ella gracias a su trabajo”.

Lo anterior lo expuso al participar en la ciudad de Oaxaca en un taller de difusión del Proyecto Conocimiento y Cambio en Pobreza Rural y Desarrollo –impulsado por Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural— donde especialistas hablaron de la necesidad de reorientar los subsidios a la realidad de cada microrregión, de coordinar esfuerzos entre instituciones y de tomar en cuenta el papel cada vez más protagónico de las mujeres en el medio rural.

En San Juan Bosco Chuxnaban llama la atención al visitante que en una comunidad tan alejada, donde aflora la pobreza, las antenas de “Ve TV” se multipliquen en las azoteas de las casas, al igual que los anuncios de cerveza y en las tiendas no falten pastelillos y frituras empacadas.

La realidad es que los cafetaleros mixes enfrentan el poder de gigantes trasnacionales y, en pleno siglo XXI, platican con misticismo y cierta añoranza del Rey Condoy, quien antaño los protegió de los invasores para no ser conquistados.

Fotografías: Ernesto Perea

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ERNESTO PEREA

Periodista especializado en temas agropecuarios y agroalimentarios. Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, otorgado por el CONACYT. En la actualidad director del portal web www.imagenagropecuaria.com Autor del libro Voces y vivencias del movimiento orgánico Ha colaborado con las revistas editadas por el Grupo Expansión. Ha sido consultor de la FAO. Brinda servicios de comunicación, información, análisis y consultoría para diversas empresas e instituciones. Correo electrónico: editor@imagenagropecuaria.com

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