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México necesita reducir riesgos para cumplir metas de Cruzada vs hambre: FAO

ENTREVISTA EXCLUSIVA: Nuria Urquía, representante de FAO en México, llama a “ir más allá” en Cruzada, atender desnutrición crónica en niños y reducir volatilidad e importaciones.

Para alcanzar las metas de la Cruzada Nacional contra el Hambre (CNvsH), México debe reducir riesgos como la volatilidad de precios, con aumento productivo y reducción de importaciones; promover compra de alimentos del sector público a pequeños productores y proponerse ampliar el foco de atención a los 900 municipios que ya atiende el Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA), impulsado por la FAO.

La FAO apoya y aplaude totalmente la iniciativa del gobierno mexicano, es un hecho que muestra el interés real que tiene en poner en primer plano de la agenda política el tema de la inseguridad alimentaria, afirmó Nuria Urquía, representante del organismo internacional en nuestro país.

En entrevista exclusiva con Imagen Agropecuaria, recomendó aprovechar la CNvsH para “ir más allá” e independiente de los 400 municipios considerados en la iniciativa del gobierno mexicano –de los cuales 256 coinciden con los atendidos por el PESA– se podrían incluir más a nivel estatal en municipios de alta y muy alta marginación.

Recordó que el PESA trabaja en 900 municipios de alta y muy alta marginación –con más de 100 habitantes y menos de 2 mil 500 personas– y pudieran incluirse éstos en la Cruzada. ”Es una oportunidad que no debería perderse y hay que aprovecharla. Todos vamos a poner nuestro grano de arena”.

Nuria Urquía señaló que si la situación macroeconómica y escenario positivos de México se mantienen, lograr los objetivos de la CNvsH sería muy realista. Sin embargo, advirtió, hay riesgos para alcanzarlos, dado que México tiene una enorme dependencia de la economía estadounidense, “estamos en una situación de gran vulnerabilidad a nivel internacional y la volatilidad o una nueva recaída o crisis financiera como la de 2008 haría muy difícil alcanzar los objetivos de seguridad alimentaria”.

Aun cuando la iniciativa serviría para mitigar el impacto, agregó, la gran vinculación con la economía americana pondría a este país en una situación de fragilidad, como se observó el año pasado cuando la sequía en los Estados Unidos impactó en los precios del maíz.

Lo que suceda a nivel internacional –añadió– depende poco de lo que México pueda hacer, pero este país sí puede mejorar sus niveles de producción agropecuaria para intentar depender menos de las importaciones, donde su factura es muy elevada.

Si México, apuntó, quiere dejar de importar maíz amarillo para uso pecuario, tiene que rediseñar su producción, considerando que se concentra en 75 por ciento en zonas del centro-norte y que los pronósticos de cambio climático prevén que la presión sobre los recursos naturales en el norte es casi insostenible a mediano y largo plazo, y no podemos pensar en que se mantengan rendimientos con la disponibilidad de agua que habrá. Por eso, subraya, este país tiene que repensar su agricultura, considerar llevarla hacia el centro-sur, donde está el agua y la actividad está infrautilizada, siempre de manera sustentable.

Otra dificultad en materia alimentaria es que hay una concentración muy fuerte de la producción en ciertas zonas y, por ejemplo, cuando las heladas afectan a Sinaloa esto se extiende a todo el país. En el sector avícola, la gripe aviar afectó a tres municipios de Jalisco, acabó con 22 millones de aves, y hubo un gran impacto en el precio y la inflación alimentaria se duplicó respecto a la general del país. La fuente principal de proteína, sobre todo en zona rural, es huevo y pollo, por lo que tiene un impacto en la alimentación.

Fomentar compras públicas a productores

La CNvsH en México tomó varios elementos de la experiencia de Brasil –que entre 1990 y 2010 bajó de 25 a 13 millones el número de desnutridos—, donde un elemento especial es la compra pública, es decir, el Estado adquiere la cosecha de los pequeños agricultores para alimentación escolar.

Para la representante de FAO, esto cierra el círculo, soluciona el problema de comercialización, y facilita la incorporación de productores al mercado. El DIF y Diconsa pueden hacer compras a escala, se necesita asociación de productores, reforzar sistema de venta pública, vincularlo con la alimentación escolar.

Esto se reforzaría con una buena vinculación de bancos de alimentos con el sector privado, de supermercados minoristas, para reducir el desperdicio de alimentos, que en México es de 220-280 kilos por persona al año.

Un esquema de compra pública facilitaría la comercialización en ciertas comunidades, porque es un cuello de botella que el PESA ha encontrado en la última fase de su esquema, donde ya se busca el ingreso para las comunidades.

Para Nuria Urquía en la CNvsH otro factor crítico es alcanzar una buena coordinación entre federación, estado y municipios, dado que el programa no añade fondos nuevos, es una estrategia de alineación de fondos y dependerá mucho de que esta coordinación sea efectiva entre secretarías y los tres órdenes de gobierno.

Hace hincapié en considerar que los municipios contemplados la CNvsH son de naturaleza dual, unos 100 urbanos y 300 rurales, por lo que el tipo de intervenciones son totalmente diferentes. En zonas rurales hablamos de proyectos productivos de desarrollo rurales; en urbanas de incorporar este tipo de población al desarrollo económico del país, no se puede limitar a apoyos de carácter asistencial, tenemos que hablar de esquemas de desarrollo, de empleo.

Atender desnutrición crónica infantil

La representante de la FAO en México señala que el problema de la desnutrición infantil está contemplada en la CNvsH, pero remarca que ese “debe ser el punto, lo más importante, es una batalla fundamental, porque influye en el desarrollo de un país”.

Los parámetros de la FAO señalan la desnutrición, en general, en México es menor al 5 por ciento, por lo que no se considera un país con este padecimiento; pero si se focaliza en los infantes la situación es muy diferente, reconoce Nuria Urquía, quien argumenta que la Encuesta Nacional de Salud Pública se observa un problema de desnutrición crónica en 14 por ciento de los niños menores de cinco años y en población indígena 3 de cada 10 infantes la padecen y “eso es inadmisible, son valores de un país con un desarrollo muy inferior a México”, recalca.

Matiza que la desnutrición ha tendido a la baja, pero no se puede bajar la guardia, porque la velocidad de reducción se empieza a estancar y esa batalla no se puede perder.

Por otra parte está el problema de la obesidad, entre niños de 5 y 11 años hay sobrepeso en un 35 por ciento y, en general, hay un 70 por ciento de población con sobrepeso.

La política nutricional –asevera– tiene que convertirse en una política de Estado, que indique que tipo de alimentación deben tener los niños cuando están a en una institución pública. En el DIF están conscientes y han incorporado productos frescos en su dieta, mejorado mucho su patrón alimentario.

En paralelo tiene que haber una mentalización y educación de las empresas también, de lo que puede y no debe vender, mejorar la calidad de su producto, hay algunas que ya empiezan a hacer ese trabajo, explica. Urquía.

El PESA aumentó la diversidad de fruta y verdura en la población que atiende, mejoró el patrón alimentario e incluyó una nutrióloga, con lo cual el impacto en un año, sobre todo en los niños, fue impresionante. Usamos el huerto escolar como base, pero el efecto del proyecto se extiende a toda la comunidad

Productividad y asistencialismo

La Cruzada sigue la estrategia que promueve FAO, la cual contempla atención inmediata a través de apoyos condicionados, fundamentalmente, y programas de desarrollo productivo que incorpore a estas comunidades, sobre todo rurales, a procesos productivos y al desarrollo económico del país.

El PESA aplica proyectos productivos –que duran entre 3 y 5 años– que buscan romper el esquema asistencialista, lo que lleva casi un año; en el segundo año se incentiva la producción de alimentos y animales de traspatio, y empiezan obras de captación de agua; y luego vienen proyectos productivos para generar ingreso, en el tercer o cuarto año.

Sin embargo, hay estados donde la permanencia del programa depende de factores coyunturales y políticos, a veces una comunidad que llevaba dos años se deja de atender y se va a otra. En donde ha habido continuidad, los resultados son impresionantes. Hay proyectos donde los migrantes empiezan a volver y hay cambios de actitud, presume Urquía.

Respecto a la canalización de apoyos asistenciales, Nuria Urquía destaca que cuando la situación de la gente en muy delicada no puedes quitar el suministro, porque en ciertas comunidades Oportunidades y remesas es la única fuente de ingreso, “si lo quitas sin dar solución alternativa, estas condenando a la gente al hambre”; pero si ese apoyos es la única opción “se convierte en una dependencia perniciosa, es un círculo vicioso”, porque los subsidios permiten a estas personas mitigar su pobreza, pero no puede ser la única alternativa. Tiene que ser un enfoque dual, ir acompañado de un proceso de desarrollo, de lo contrario no estamos haciéndoles ningún favor.

En este sentido, indica, un aspecto innovador de la Cruzada es la participación de la comunidad, que no sólo sea un sujeto receptor como en los proyectos asistencialistas, no podemos estar con una actitud paternalista permanentemente, el objetivo es que los habitantes de estas comunidades se incorporen como sujetos productivos.

La representante de la FAO en México manifiesta que se necesitan muchos indicadores y definir qué políticas se aplicarán, porque muchas veces son decisiones que tienen un costo político, hay muchos grupos de presión y mucha resistencia al cambio. Se requiere mucha discusión, diálogo y pensar en mediano y largo plazo.

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PESA

En 2012 atendió a 180 mil familias, con un millón de beneficiarios

En 2013 se estima llegar a un millón 100 mil beneficiarios

 

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