AgronegociosComercializacionGranos y OleaginosasPolítica Agrícola

Ni maíz, ni menos

La producción de maíz es un buen negocio; pero a las autoridades e inversionistas mexicanos no les cae la moneda de esto.

Años más, años menos, hace ocho milenios en este vasto territorio, aún con sus mutilaciones históricas, que comprende México, se domesticó el grano más importante para la alimentación de los seres humanos: el maíz.

Algunos dirán que no: que es el trigo, y tienen su razón para afirmarlo. Este cereal se consume mayormente de forma directa para la alimentación humana a nivel mundial. Obvio, su cosecha es mayor a la del maíz: la FAO calcula que en 2014 la producción de trigo será de 705 millones de toneladas, mientras que se espera un obtención de 554 millones de toneladas de maíz.

Pero la importancia del grano es que, además de tener más de tres mil aplicaciones industriales, es el insumo fundamental para la producción de proteína de origen animal, es decir, para la obtención de carne de res, cerdo, pollo, y derivados pecuarios como huevo y leche.

En promedio 80% del contenido de los alimentos balanceados que se utilizan en la producción pecuaria industrial, dígase de establos de engorda de reses y producción lechera, granjas de ceba de cerdos y pollos y obtención de huevo; es maíz, debido a sus propiedades nutricionales.

Y bueno, fueron los antiguos mexicanos, que seguro en aquellos lejanos tiempos no se llamaban así, quienes descubrieron y adaptaron ese prodigioso cereal al cultivo programado. De inicio en las riveras, aprovechando la humedad que dejaban las crecidas de los ríos, y al paso del tiempo aprovechando las bondades de los temporales, de los periodos de lluvia, lo que hoy se conoce como ciclo primavera-verano.

En México, la información oficial precisa que el consumo nacional es de 33 millones de toneladas, de las que 10.5 millones son de maíz blanco, en teoría para hacer tortillas. El restante es maíz amarillo que se destina al sector pecuario e industrial. La cantidad referida para el alimento básico de los mexicanos, que ya no lo es, se ha mantenido inalterable desde principios de los años 80, no obstante al crecimiento demográfico que de aquellas fechas a la actualidad prácticamente se duplicó, paso de 66 millones en números, a 115 millones.

Obvio. El consumo de tortilla se redujo por cuestiones de mercado que ya trataremos en otra entrega. El caso es que no obstante a ser México el padre del maíz, cuando menos por derecho histórico y retórico, tiene que importar este grano para satisfacer sus necesidades en cantidades que llegan a significar más de 30% de los requerimientos para el abasto nacional.

Y aquí bien vale retomar la información publicada en Imagen Agropecuaria en la que precisa que la importación del cereal en el primer bimestre “pasó de 553 mil 970 toneladas, a un millón 344 mil, respecto al mismo periodo de 2013”. Esto equivale a un crecimiento de 142% de las compras al exterior de este grano.

Y esto no sólo le pega a las arcas de la nación, por lo que se tiene que invertir en ese rubro. No, lo más negativos es el daño que las importaciones significan para la producción nacional, dígase productores maiceros.

En este sector, desde siempre, las importaciones han sido la salida fácil del Gobierno para evitar la atención que exige la modernización de la producción de granos. No ha sido capaz de organizar a los productores independientemente del número que sean (3.5 millones), ni de planificar el cultivo, para elevar los rendimientos por hectáreas que los coloquen a la par de sus competidores en el mercado internacional de alimentos.

Al contrario, el hecho de que se eleven de esta forma las importaciones de lo que tan orgullosamente decimos es el alimento básico de los mexicanos, demuestra el desaseo y carencia de interés del Gobierno y los inversionistas, en sacar adelante al sector fundamental para la vida del país.

Las políticas públicas dirigidas al campo, se antojan a paliativos, demagogia coyuntural, que sólo han distorsionado las posibilidades de desarrollo en ese sector. En el periodo de 1980 a 2014, los rendimientos promedio por hectárea cultivada de maíz pasaron de dos toneladas a 2.8, mientras que en los otros países productores es de 8.5 toneladas. Y, bueno, en Estados Unidos ya se manejan registros de agricultura de muy alta tecnología con cosechas de hasta 40 toneladas por hectáreas.

Claro que en el vecino país del Norte, los productores cuentan con apoyos gubernamentales y políticas públicas diseñadas para que sean altamente rentables sus cultivos. En promedio, sólo de subsidios, reciben nueve mil millones de dólares al año. En México los apoyos no llegan a mil millones de dólares.

Ese hecho demuestra, entre otras cosas, que la producción de maíz es un buen negocio; pero a las autoridades e inversionistas mexicanos no les cae la moneda de esto. Y eso resulta trágico porque está más que demostrada la importancia que tiene la producción de maíz para las economías, y aquí, en México, se prefiere importarlo en lugar de invertir en la reconversión de este cultivo, pese a contar el país con todos los elementos necesarios para ello. Síntoma, éste, inconfundible de miopía política y estulticia por ascendencia.

 

 

Mostrar más

JUAN DANELL SÁNCHEZ

*Reportero mexicano especializado en temas agropecuarios, indígenas, de derechos humanos y desarrollo sostenible. jdanell@hotmail.com

Articulos Recientes

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button