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Cambio climático, irreversible: ONU

Naciones Unidas, NY.- De continuar el ritmo de contaminación ambiental, en el mediano plazo el mundo estará viviendo una crisis alimentaria de magnitudes insospechada.

Pese a los esfuerzo de los organismos internacionales por controlar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el fracaso del Protocolo de Kioto tiene en jaque el futuro del planeta y, por supuesto, de la vida sobre la faz de la tierra.

Y aunque esto pareciera arrancado de alguna cinta cinematográfica apocalíptica, la realidad demuestra la vigencia de esta amenaza: contrario a lo que se esperaba con el Protocolo, de que los países industrializados redujeran la generación de gases, las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2) aumentaron 50 por ciento en el periodo de 1990 a 2012, es decir, durante la vigencia de ese acuerdo.

Los datos fueron recopilados durante este tiempo por la Organización de las Naciones Unidas y dados a conocer en el Informe de 2015 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), documento en el que se precisa que el aumento de emisiones globales se ha acelerado de tal forma que durante el periodo de 1990 a 2000 el incremento fue de 10 por ciento, mientras que de 2000 a 2012 fue de 38 por ciento.

Este último porcentaje se le atribuye al crecimiento de las economías de algunos países en desarrollo, los llamados emergentes como China, India, Brasil y Rusia.

El Protocolo fue estructurado en función de los principios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) el 11 de diciembre de 1997, y estableció metas vinculantes de reducción de las emisiones para 37 países industrializados y la Unión Europea, reconociéndolos como los principales responsables de los elevados niveles de emisiones de GEI que hay en la atmósfera, y que son el resultado de quemar combustibles fósiles durante más de 150 años.

Entre otras acciones el PK movió a los gobiernos a establecer leyes y políticas para cumplir sus compromisos, a las empresas a tener el medio ambiente en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre sus inversiones, y además propició la creación del mercado del carbono.

Sin embargo, esto no funcionó como se esperaba y en lugar de que las emisiones disminuyeran en 5 por ciento, respecto a los niveles registrados en 1990, para quedar en 95 por ciento en 2012, año en que concluyó el Protocolo, se dispararon a más de 150 por ciento.

En Naciones Unidas se proyecta que el aumento continuo de las emisiones de GEI calentará aún más al planeta y causará cambios perdurables en el sistema climático, lo que significa una verdadera amenaza de consecuencias incalculables, y lo peor del caso; irreversibles.

En este sentido, el panorama futuro es más que gris, porque las proyecciones del organismo internacional dejan ver que el impacto será a nivel mundial sobre los sistemas naturales y humanos, con efectos variables de manera regional, con la alteración de los ecosistemas y hábitats.

Tales efectos se prevé que perjudicaran las actividades primarias; agricultura y ganadería de manera drástica, por lo que no es remoto que se presente una escasez alimentaria. Es decir, de continuar el ritmo de contaminación ambiental, que va a continuar de acuerdo a las valoraciones de la ONU, en el mediano plazo el mundo estará viviendo una crisis alimentaria de magnitudes insospechadas.

Ante esta situación, en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se realizará en París, en diciembre del presente año, los países miembros deberán adoptar medidas contundentes para detener las emisiones y con ello los efectos que esto tiene sobre la reproducción de la vida sobre el planeta.

Lamentablemente, la experiencia en los últimos años sobre la falta de compromiso de las naciones industrializadas para reducir sus emisiones de GEI, enciende los focos rojos, sobre todo ahora que el mundo atraviesa por un crisis financiera que apenas empieza a deslizar sus efectos sobre las grandes empresas y ya es considerada una amenaza para las economías de los países desarrollados, y claro, para el resto de mundo.

Para reducir las emisiones de GEI se requiere de inversiones importantes en tecnología, para sustituir la que se aplica actualmente en los procesos productivos y que ya es obsoleta para detener este fenómeno antropogénico, pero hacer esto aún no reditúa la tasa de ganancias que el capital está acostumbrado a tener y, además, hoy está más preocupado por salir de la crisis financiera, que llevar sus recursos a mejorar el medio ambiente.

Sin duda, esto será el obstáculo más importante que deberán superar los países en los debates de París. Ya en varias ocasiones, en el mismo Protocolo de Kyoto, los gobiernos de las naciones más contaminantes, como Estados Unidos y China, se negaron a adoptar los acuerdos, o condicionaron su participación.

La ganancia es y seguirá siendo doctrina y credo de las empresas y los gobiernos de los países que acumulan la mayor riqueza mundial: el tema ambiental y la preservación del planeta son tópicos secundarios o como dicen los analistas de la modernidad: externalidades. El problema es que el pasado ya rebasó al futuro de la humanidad.

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JUAN DANELL SÁNCHEZ

*Reportero mexicano especializado en temas agropecuarios, indígenas, de derechos humanos y desarrollo sostenible. jdanell@hotmail.com

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