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Las trampas de la pobreza

A 20 años de política social, 8 millones de mexicanos siguen siendo pobres.

En México existen trampas de pobreza muy bien identificadas geográficamente; corresponden a territorios en Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, la zona Tarahumara y otras donde la pobreza es endémica o donde se sufre de manera permanente. Allí la pobreza siempre, siempre, está por arriba de la media nacional y ocho millones de personas, indígenas particularmente, se ven afectadas.

Isidro Soloaga, profesor del Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana (Ibero) planteó esta idea como una de las conclusiones del trabajo Pobreza, movilidad y clases medias. Un análisis usando pseudo paneles 2000-2010, que pronto publicará Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, y que implica análisis relativos a México, de Soloaga; a Chile, de Andrés Tomaselli, y a Perú, de Javier Escobal. Afirmó que la investigación aspira a incidir sobre las políticas públicas, con datos que demuestran la importancia de que éstas tomen en cuenta las diferencias territoriales.

En entrevista, Soloaga mostró un mapa de México, donde el sur-sureste, fundamentalmente, y diversos puntos en otras regiones aparecen en rojo profundo. “Hay una definida localización geográfica de la pobreza; donde más rojo se ve, quiere decir que esos municipios de México fueron pobres en 1990, en 2000 y en 2012, y fueron más pobres que el promedio”.

El trabajo en general, dijo, trata de ver la dinámica de la pobreza y de la movilidad social y trata de identificar cuáles factores son determinantes. “El contexto es uno en el cual en México se tiene una reducción estancada de la pobreza. El nivel de pobreza de 2012 es similar al de hace 20 años. Con la crisis, se disparó en 1996, de allí bajó hasta 2006 y luego volvió a subir. La característica es que se tiene un nivel de pobreza que no cede después de 20 años de política social. Aunque es cierto que hay alrededor de tres millones de personas que viven en lugares que salieron del rezago. O sea que no todo es estático”. El trabajo de Rimisp también busca identificar dónde se localizan esas trampas de la pobreza.

1970-01-04 12.40.33El académico señaló que la metodología del trabajo fue establecer grupos de personas identificados por vivir en un mismo territorio, definidos por su escolaridad, por la edad, por el grado de presencia indígena y por el nivel de migración, entre otros factores. “El objetivo era ver en qué medida el ingreso de cada grupo (o ‘club’ como se denomina en el texto) en un periodo, por ejemplo 1990 o 2000, determina el nivel de ingreso en 2010 o 2012; eso no es fácil de hacer a nivel individual pero sí en grupos; podemos por ejemplo ver si un grupo ganaba diez en 2000 y ahora sigue ganando diez y que esa plata no le alcanza”. Esta técnica, precisó, se llama “de seudopáneles”. Y permite ver la dinámica de los grupos y la movilidad social.

“Una sociedad tiene poca movilidad social cuando su ingreso o el de su familia depende del ingreso que tuvo hace diez años. En general, a nivel agregado México se encuentra en eso, hay poca movilidad social; sin embargo, cuando empieza uno a compartimentalizar la sociedad en estos grupos, por nivel de escolaridad, por edad, por contenido de población indígena, por nivel de migración, vemos que allí hay más movilidad pero hacia el ingreso promedio posible o futuro de cada grupo. En el 2000 el grupo que tenía 15 años de escolaridad, por ejemplo, iba a tener un ingreso esperado en el 2010, y si yo tengo 15 años de escolaridad y estoy por debajo del ingreso de mi grupo, enseguida voy a tener el ingreso de mi grupo o incluso a sobrepasarlo.

“Si yo tengo la suerte de estar en un grupo con 15 años de escolaridad, bajo porcentaje de población indígena, alto porcentaje de migrantes, sé que ese grupo tiene un nivel de ingresos tres o cuatro veces mayor que el grupo de baja escolaridad, población rural y alto porcentaje de población indígena”.

Es la población indígena la que experimentan la menor movilidad económica, afirmó. Los indígenas habitan zonas con baja productividad de la tierra, con escasa capacidad y mejora de tecnología moderna para los predios agrícolas y con lejanía respecto de los mercados. Y junto con lo indígena, se da el hecho de bajos niveles de escolaridad o mala calidad de la escolaridad. No hay nada per sé de lo indígena (que haga que a ellos les afecte particularmente la pobreza y la limitada movilidad social); simplemente ocurre que están ubicados en zonas con condiciones que replican la pobreza.

Pero el estudio, aclaró, no se centra en lo indígena. “Dice por ejemplo que si yo tengo un hijo cerca de una urbe metropolitana, éste va a tener un ingreso cuatro veces mayor que el hijo de un hermano mío que se quedó en una zona rural, con baja comunicación a centros poblados y mala calidad de la enseñanza. Estas circunstancias están fuera del control de los dos niños. Nacen y se crían en donde viven sus padres. Pero el solo hecho de vivir donde viven hace que las oportunidades de esas juventudes sean distintas. Sabemos que son distintas, pero el estudio muestra cuan distintas son, le pone números que ayudan al debate”.

Señaló que la investigación hace evidente que hay una segmentación social, que puede equipararse con la imagen o la metáfora de tránsito por tres caminos: uno es de terracería, otro es la carretera federal y uno más la autopista. “Dentro de México la autopista no va muy rápido, pero va más rápido y a un nivel de ingreso mayor que el que a por terracería. A lo mejor las velocidades son iguales pero van a lugares distintos, con distintos niveles de ingreso futuros. Por lo mismo, el camino de terracería va a un lugar distinto que el de la federal, con niveles de ingreso futuros aún menores”.

-¿Son novedosas estas conclusiones del trabajo?

“Es algo que se sabe. Se sabe que donde hay un porcentaje importante de personas que hablan lenguas indígenas hay más pobreza, que en las ciudades en general hay mayor crecimiento. Pero el interés de los estudios es ponerle números y ayudar al debate de la política pública de México. Es necesario determinar una política pública distinta, que tome en cuenta lo territorial. ¿Cuál es la relevancia de esto? La política social hasta ahora ha sido bastante ciega o sorda a tener determinantes geográficos para la política social. Un programa que se aplica en Sonora es el mismo que se aplica en Chiapas; no tiene una característica territorial. Nuestro trabajo muestra que una vez que dividimos México en seis tipos de territorio desde lo rural muy rural -con localidades de menos de dos mil 500 personas- hasta urbanas densamente pobladas, encontramos que si yo vivo en un espacio rural pero cercano a una ciudad grande y mi escolaridad es alta, mi nivel de ingreso va a ser casi cuatro veces más que si estoy en una población rural con las otras características (de alejamiento de ciudades, alto grado de población indígena, baja calidad y grado educativo). Esto entonces arroja evidencia de la necesidad de que la política pública no sea ciega a lo territorial. Antes bien, tiene que considerar la posibilidad de sinergias entre las distintas poblaciones alcanzadas por una determinada política”.

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