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¿Insectos, la comida del futuro?

Por: Rita Schwentesius, CIIDRI, Universidad Autónoma Chapingo

Chapulines, escamoles, chinicuiles, insectos en generales, son la comida del futuro, según señala el más reciente informe de alimentación 2018 que circula en la Unión Europea. Las autoras del mismo parecen haber regresado de vacaciones de México; su propuesta no incluye a arañas, suponemos por su propia fobia.

El informe se presenta cada año y su sexta edición está disponible en inglés en la página de la Fundación Heinrich Boell, también con presencia en México (www.boell.de). La idea es producir en forma barata y sostenible proteína animal en el futuro.

En la actualidad, el miedo que se ha apoderado a instancias multinacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con su Organización de Alimentación y Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el Banco Mundial y gobiernos nacionales (el mexicano parece ser vacunado en contra de esa preocupación), quienes tienen la duda de cómo alimentar a 10 mil millones de seres humanos que se estima vivirán en el globo terráqueo para el 2050.

La preocupación es fundamentada con datos serios, comprobados y preocupantes: 77% de la superficie global agrícola se dedica a la cría y engorda de animales y el consumo de la carne, que sólo satisface un sexto de la demanda calórica de la humanidad; mucha superficie y poco efecto. En América Latina, África y Asia se han y están destruyendo, deforestando y convirtiendo superficies enormes de selvas, bosques y sabanas para producir maíz y soya como forraje para ganadería. Transnacionales, como Monsanto/Bayer, prometen así resolver el problema de la alimentación, con cultivos, como ya está comprobado, que destruyen la biodiversidad y causan cáncer como los transgénicos.

Está comprobado que dos tercios de la pérdida de variedades y diversidad de cultivos se deben en última instancia a la forma de alimentación del mundo occidental, y eso sin considerar todavía el impacto de productos de las transnacionales que avanzan bajo el slogan de salvar al mundo.

Las seis transnacionales más grandes de carne y leche en el mundo (una de ellas con sede en México), contaminan más que EXXON, una de las más famosas petroleras del mundo.

México no está ajeno a esta tendencia

México importa cada año 14 millones de toneladas de maíz, principalmente de Estados Unidos, que es transgénico con consecuencias inimaginables para y animales y seres humanos. Además, se importan 3.5 millones de toneladas de soya, 98% de la necesidad para la alimentación de pollos y puercos, también transgénica. Lo poco que se siembra en México, recientemente en Campeche, son semillas transgénicas, que ya amenazan la producción de miel orgánica, varias veces rechazada por los europeos por esta contaminación.

Ante ello se deben buscar alternativos de fuentes de proteína animal. Pero que la anterior noticia fuera poco, ninguno de los conejos que se cría con el fin de producir carne en México vive en condiciones de acuerdo a su habitad, o sea en un espacio que les permite correr y hacer piruetas. Tanto el gobierno como los “expertos” de las universidades difunden un manejo en jaulas de varios pisos y con espacio reducido, que no son otra cosa que cárceles para los animales, a pesar de hablar de bienestar animal.

No mucho mejor son las condiciones de pollos o pavos, que por lo general carecen también de espacio para su desarrollo y la convivencia social. Como ya se mencionó, todos ellos tienen que soportar la alimentación con granos genéticamente transformados, sin que el consumidor sospeche algo.

Si bien la propuesta de los europeos, de comer insectos en el futuro, no es viable en el futuro, en México es tiempo de pensar sobre la cuestión de la alimentación para los próximos años. En ese contexto, la discusión sobre la renegociación y/o modernización del TLCAN y las elecciones en el 2018 son buena oportunidad de repensar la producción y sobre todo el potencial de autosuficiencia de alimentación para los mexicanos.

Hay regiones y superficie suficiente para que México produzca su maíz y frijol, y desde luego la soya, y los chapulines se podrían dejar para la comida gourmet de fin de semana. Para los interesados: los tianguis orgánicos de Chapingo y de Tlaxcala ofrecen una gran variedad de estos alimentos.

Los insectos podrían ser una buena fuente de proteína para la alimentación animal, sin duda.

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