Agronegocios

Vino de hielo: congela los sentidos

El Ice Wine o vino de hielo es una bebida que, como su nombre lo indica, viene del hielo. En la Alemania del siglo XVIII, en un intento por dejar madurar la uva, las bajas temperaturas del invierno sorprendieron a los viticultores al congelar la cosecha; así fue como prensaron uvas congeladas y descubrieron una extraordinaria variación de vino.

“Las uvas se dejan en las viñas esperando que lleguen las condiciones de congelamiento al empezar el invierno. De darse, se recolectan y prensan aún congeladas. Dejar las uvas para que se congelen naturalmente hace que sus azúcares se concentren. No hay ningún otro vino que tenga este proceso, todos se cosechan sin que las uvas estén congeladas”, explica el sommelier Ángel Rivas.

El Ice Wine se caracteriza por ser un vino que encuentra el equilibrio ideal entre dulzor y acidez, lo cual lo hace ser fresco y no empalagoso. Por lo regular su color es dorado pálido, transformándose en ámbar conforme va envejeciendo; se recomienda consumirlo jóven.

Canadá y Alemania son los principales países productores, siendo Niágara la mayor región productora de Ice Wine a nivel mundial. “Son países que tienen condiciones propicias para que se congelen los racimos, por ende se usan variedades de uva típicas de las zonas de elaboración, como Riesling o Vidal. Se puede hacer de otras uvas que se adapten a las regiones de estos países, pero siempre uvas blancas, las tintas no son adecuadas”, comenta el experto.

Aunque no existe restricción sobre qué uva usar en la elaboración de Ice Wine, está prohibido congelarla artificialmente para elaborar este tipo de vino. Tampoco se permite agregar azúcar y si el nivel de las uvas se encuentra por debajo de 35º Brix éstas no pueden ser utilizadas para el Ice Wine.

Para maridar este vino, Ángel recomienda: “es un vino de sobremesa, va bien con una tabla de quesos muy maduros o azules. Con postres que tengan miel, frutas o helado. No se lleva bien con chocolate. Se bebe entre 6 y 8 ºC, en copas tulipán o jerezanas (pequeñas) porque no se sirve mucho”. Una botella de 375 ml alcanza aproximadamente para servir ocho copas. Y para obtener esta cantidad son necesarios de cuatro a cinco kilos de uva.

Para su conservación: “se puede almacenar de forma vertical u horizontal. Prácticamente no evoluciona y no se echa a perder por años, sin embargo una vez abierto hay que refrigerarlo y consumirlo en una semana”, finaliza el sommelier.

Lo anterior se dio a conocer con motivo de la Expo Café & Gourmet Guadalajara, que se realizará del 22 al 24 de febrero en la ciudad de Guadalajara, Jalisco.
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