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Concentración y falta de competencia frena desarrollo del agro mexicano: FAO

Concentración y falta de competencia frenan el desarrollo del campo mexicano, al propiciar que mejores precios no se traduzcan en más ingreso para el productor, expone el organismo.

En la segunda entrega de la entrevista con Imagen Agropecuaria, Nuria Urquía Fernández, representante de la FAO en México, es clara al expresar: Hay un problema que se detecta en el agro mexicano y es la falta de competencia productiva en las cadenas, sobre todo en la de insumos. Hay ciertos sectores donde sí existe una clara concentración y esto dificulta entrar a jugar con esos actores, porque además el productor no tiene una posición fuerte de negociación.

En el sector semillero, por ejemplo, dos compañías controlan 70 por ciento de la semilla comercial, “son valores muy altos”, y el INIFAP abastece otros estratos con alrededor del 25 por ciento. Es cierto que estas compañías llegan a los estratos más desarrollados, quienes tampoco tienen mucho de dónde escoger y su oportunidad de elegir la semilla es muy limitada.

Esto frena la competitividad. Cuando hay pocos actores en el mercado –reflexiona la representante de la FAO en México–, la posibilidad de diferencia de precios es muy limitada también. Es muy fácil que los precios no sean reales, que sean fijados; no estoy diciendo que esos suceda, porque eso sería algo ilegal, que se pongan de acuerdo para fijarlos, pero realmente la posibilidad de precios inadecuados es mucha.

Urquía Fernández asegura que “las grandes concentraciones en las cadenas de valor tienen mucho que ver en que los productores no tengan mejores ingresos a pesar de los incrementos en sus productos”.

La vinculación a los mercados es muy débil. Esto lo observamos en la crisis de los mercados de 2008, cuando los precios internacionales se incrementaron, esto no se tradujo tan fácilmente en ingresos para los productores, “eso es porque los intermediarios absorben ese beneficio; el productor no recibe el incremento real que los consumidores tienen que pagar”.

Por otro lado, apunta, hay una débil organización de los productores, que aún no están lo suficientemente estabilizadas ni reforzadas para hacer una oposición clara y plantear este tipo de cuestiones.

Para atender esta problemática, Nuria Urquía sugiere primero aplicar las leyes del mercado, ya que en materia de competencia en México éstas son “extraordinarias”, pero hasta ahora no se habían usado en forma sistemática; es un tema que se ha dejado un poco de lado. Es momento de analizar cómo está la situación, porque realmente hay un problema de falta de vinculación a mercados de pequeños y medianos productores, no sólo de los de subsistencia.

La FAO colabora con la subsecretaría de Agronegocios de la Sagarpa para analizar cómo tener mayor competencia en el sector agropecuario mexicano.

Políticas para combatir pobreza

La pobreza en el sector agropecuario no es sólo un tema de competencia, es mucho más que eso, por una parte es fundamental incrementar la productividad e incrementar la generación de empleo, porque más de un millón de personas viven en el sector rural –en poblaciones menores a 2 mil 500 habitantes– que no tienen tierra. También hay que pensar en políticas no agrícolas para generar ingreso.

Respecto a las políticas de largo plazo para atender la pobreza alimentaria, la embajadora de la FAO en nuestro país destaca que en lo estructural observamos que de 1994 con la crisis a la fecha ésta estaba en 40 por ciento y bajo al 13 por ciento en 2006. “Las políticas estructurales para combatir la pobreza han sido efectivas, pero las cuestiones coyunturales de las crisis son las que han lastimado”.

En lo coyuntural, la crisis financiera de Estados Unidos en 2008 tuvo un impacto enorme en México y donde afectó más fuerte no fue en la población rural, sino en los estados costeros, de donde salen las exportaciones, y los estados fronterizos. Por ejemplo, mientras los ingresos urbanos han decrecido 0.7 por ciento, los ingresos rurales crecieron 2 por ciento.

Al cuestionarla sobre si este comportamiento se explica por la migración hacia las urbes, Nuria Urquía señala que curiosamente México es uno de los países donde la migración intrarregional y hacia las ciudades se produce menos. Un tercio de la población del país está en la zona rural, es decir, como 44 millones de personas, quienes viven en poblaciones de menos de 15 mil habitantes.

Sí PESA

Durante la conversación, Nuria Urquía habla del Programa Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA), un programa que “realmente está dando resultados muy positivos”, que ahora atiende 200 mil familias de 16 estados del país – unos mil municipios– en zonas de alta y muy alta marginación.

Reconoce que no es un nivel óptimo aún, pero intentamos llegar a focos estratégicos de desarrollo productivo, que fomenten el desarrollo de las comunidades que están alrededor. La cobertura no es la total, no estamos cubriendo el universo de familias que necesitarían ese tipo de asistencia, porque estamos hablando de una población rural de 24 millones de personas.

La idea del PESA es que las familias pasen de un nivel de subsistencia a tener excedentes para el mercado, que es un paso muy importante. En primera instancia, los proyectos para acopio de agua para consumo humano y para los cultivos, instalaciones muy sencillas, pero que cambian la vida a esas familias, subraya Nuria Urquía.

Hay ejemplos –dice– muy importantes del PESA en Hidalgo, Oaxaca, Chiapas, cuyo desarrollo depende un poco de cuando empezó el programa. Incluso, en la región tarahumara hay presencia, aunque es una zona pequeña aún, no en todos los municipios que tienen este problema de hambre.

Por otro lado, la representante de FAO sugiere reforzar la legislación mexicana en materia de derecho a la alimentación y confía en que el nuevo gobierno electo en México –para julio del presente año– retome la iniciativa y pueda traducirla en una legislación nacional de seguridad alimentaria, “eso sería muy importante”.

Considera que es pronto aún para notar cambios en el país, luego de la reciente modificación a la constitución mexicana para integrar el derecho a la alimentación. De hecho se ha creado un frente parlamentario multipartidista que tiene como objetivo el desarrollo de esta legislación y queremos que esos se traduzca en leyes para garantizar este derecho.

El potencial maicero para México

Durante la plática, Urquía Fernández también habló de la producción maicera en México, donde la mitad de los productores obtienen alrededor de 0.7 toneladas por hectárea y los productores medios unas 3 toneladas por hectárea, por lo que añade que existe un enorme margen de mejora e, incluso, se podría llegar a la autosuficiencia de este grano, aunque no es tan sencillo elevar rendimientos, sobre todo en el primer caso.

El tipo de intervenciones y el plazo que se necesitan son más a largo plazo, porque se requiere un tipo de productor con un nivel de desarrollo, de educación y menos pobreza.

Además, continúa, se requiere de un cambio cultural para entender que México necesita producir maíz amarillo para el sector pecuario. Algo muy importante para corregir esa mentalidad es el elemento tecnológico y esto va muy ligado a la concentración del sector semillero.

Al referirse al posible uso de transgénicos en nuestro país, Nuria Fernández anota que el productor tendrá que avaluar costo-beneficio y decidir si adoptará una tecnología que soluciona un problema o no, considerando que esta semilla cuesta 20 por ciento más. También debe evaluar que las semillas resistentes al gusano cogollero tienes que utilizarlas en sólo 75 por ciento del terreno a cultivar, como medida para evitar una resistencia general en insectos.

Por otro lado, también hay maíces híbridos amarillos que no son transgénicos y que perfectamente se podrían cultivar. Aquí es donde cobra más importancia el tema de la competencia, de que exista disponibilidad de semilla no transgénica, más barata y que pueda solucionar los problemas de productores, expone.

Las variedades transgénicas que existen hasta el momento son resistentes a herbicidas y al gusano cogollero. Si hubiera semillas adaptadas a la sequía, por ejemplo, creo que ya habrían entrado al mercado mexicano. Lamentablemente “no existen todavía semillas milagrosas, que soporten una sequía o una helada”, remarca.

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