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Liberación comercial de maíz transgénico impactará seguridad alimentaria: Conabio

Coexistencia de sistemas de producción agrícola tendrá impactos internos graves para la agricultura tradicional.

Con la liberación de maíz transgénico en México será muy difícil, sino es que imposible, controlar el flujo de genes y que se de la coexistencia de éste con los maíces criollos, lo cual “tendrá impactos internos graves para la agricultura tradicional, la seguridad alimentaria y la conservación de un patrimonio genético que es estratégico para la humanidad”, concluye la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).

En el texto ¿Cuánto puede coexistir cultivos OGM y no OGM en un país megadiverso?, publicado en AgBioForum por los expertos de la Conabio Caroline Burgeff, Elleli Huerta, Francisca Acevedo y José Sarukhán, este último coordinador general del organismo, se analiza las implicaciones de la coexistencia de cultivos como maíz, algodón y soya genéticamente modificados con siembras convencionales o incluso, en el caso de esta última, con un producto orgánico como la miel.

La publicación destaca que en el caso del maíz a pesar de que los centros de origen y diversidad genética se han identificado en todo el país, sólo se han establecido en ocho de estados del norte de México y teniendo en cuenta la información existente de variedades criollas de maíz hoy cultivadas y su distribución de parientes silvestres, dichas áreas necesitan ser establecidas legalmente para todo el territorio, y aplicar medidas de protección de manera eficiente dentro y fuera de estas zonas.

Otro aspecto sobre el que hace hincapié es que la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM) no especifica medidas determinadas de coexistencia para las liberaciones comerciales que podrían tener lugar fuera de los centros de origen y diversidad genética.

Hoy, reflexionan los expertos, los sistemas de producción de maíz en México interactúan continuamente y en algunas regiones coexisten y están geográficamente entrelazados y no existe ninguna razón para creer que esto podría cambiar. Por un lado están los cultivos industriales altamente productivos en la zona norte del país, principalmente; por otro, los pequeños agricultores –en su mayoría de subsistencia, pero que sí participan en los mercados cuando es conveniente para ellos–, quienes producen en 85 por ciento de las zonas donde se cultiva maíz y usan sus propias semillas criollas, que seleccionan cada año y constituyen la diversidad genética del maíz, cuyo intercambio se práctica desde hace siglos.

Con la liberación comercial de maíces transgénicos, advierten, “la posible presencia de construcciones genéticas en variedades locales podría, por una parte, poner en peligro la seguridad alimentaria de los pequeños agricultores que las cultivan para su subsistencia, si no se les permite seleccionar, mantener y volver a sembrar sus propias semillas, aumentando así los problemas ya existentes en agricultura mexicana; por otra parte, se podría obstaculizar el proceso por el cual estas variedades locales se generan y se conservan”.

El maíz –explican– constituye una reserva genética fundamental de importancia mundial para el futuro y “creemos que la capacidad de utilizar estos materiales en la selección y programas de mejora genética en el futuro podría verse obstaculizado por la presencia de construcciones transgénicas protegidas por derechos de propiedad intelectual”.

Resaltan que la coexistencia de diferentes sistemas de producción agrícola, incluido el maíz GM (genéticamente modificado), en países que no son centros de origen del maíz podría no plantear problemas clásicos de comercio internacional; pero en México “la búsqueda de la coexistencia, en un contexto geográfico más amplio, de los sistemas de producción agrícola tendrá impactos internos graves para la agricultura tradicional, la seguridad alimentaria y la conservación de un patrimonio genético que es estratégico para la humanidad”.

El análisis hace referencia a que muchos de los trabajadores empleados en zonas de producción intensiva migran estacionalmente, son pequeños agricultores de subsistencia, que pueden proceder de Centroamérica o el sur de México, quienes mantienen algunos de los granos de las variedades comerciales y los utilizan como semillas para experimentar en sus propios campos, ampliando así el acervo genético de la especie.

Por otra parte, destaca que a pesar de que la tasa de producción promedio es mucho más baja en razas criollas de maíz, éstas se adaptan a las condiciones de crecimiento locales, incluso extremas, y prosperan donde las variedades comerciales de híbridos no pueden hacerlo.

Algodón

Al referirse al tema de la coexistencia en el cultivo del algodón en México, los investigadores señalan que no debe limitarse sólo a los sistemas de producción agrícola con especies GM o variedades convencionales, sino que también incluir la presencia, incluso cientos de kilómetros de distancia, de las poblaciones de especies silvestres o parientes cercanos de cultivos en su hábitat natural.

En este sentido, los expertos de la Conabio indican que presencia de diferentes, y en algunos casos múltiples construcciones genéticas derivadas de variedades transgénicas se ha documentado en el medio silvestre y se han ubicado a más de 500 km del sitio más cercano de cultivo de algodón GM.

Dichas construcciones genéticas –detalla– podrían tener su origen en diferentes fuentes no administradas, como la dispersión de semillas de las parcelas cultivadas con GM en la parte norte del país, el transporte en camiones sin ningún control de carga o la propia migración de los trabajadores.

Subraya que este hecho constituye una prueba del flujo de genes de secuencias patentadas hacia la reserva genética de las poblaciones silvestres, cuyas consecuencias eventuales en el largo plazo, tanto desde el punto de vista lo biológico y legal, aún se desconocen. También alerta que la futura disponibilidad de germoplasma en los programas de reproducción puede verse limitada por este tipo de problemas.

El algodón transgénico fue lanzado por primera vez en México en 1996 y hoy alrededor del 90 por ciento del total de algodón cultivado es de variedades transgénicas, lo que representó en 2011 más de 180,000 hectáreas.

El uso inicial de las variedades Bt –expone– proporciona claros beneficios para los agricultores en el control de plagas de lepidópteros, ya que al parecer la incidencia de este tipo de plagas ha disminuido de alguna manera. Sin embargo, otras medidas eficaces de control alternativas se han aplicado, al mismo tiempo en la misma zona, por lo que es difícil medir la contribución de cada una.

Por otro lado, refiere que el plan rector del Comité Nacional del Sistema Producto Algodón señala que el principal factor limitante para el cultivo es la escasez de “semilla de algodón convencional”, lo que parece indicar que las altas tasas de adopción de algodón transgénico por los agricultores es, en algunos casos, probablemente inducida por la falta o baja disponibilidad de variedades convencionales en los mercados locales de semillas. De ser cierto y esta tendencia continúa, la capacidad de los agricultores para elegir el tipo de algodón que están dispuestos a producir será seriamente impactada.

Soya

El estudio hace referencia al caso del cultivo de soya que, de acuerdo con los productores, afecta sus exportaciones de miel orgánica –por la presencia de polen transgénico– a la Unión Europea, por lo que los investigadores reflexionan sobre si el concepto de coexistencia aplicaría a otra especie y si el establecimiento de zonas libres de OGM estaría justificado legalmente para la producción de miel, teniendo en cuenta que se trata de una actividad productiva diferente a la agrícola.

Recuerda que la LBOGM exige la protección de zonas “libres de OMG” a petición de una comunidad que considere que  el uso de OMG afecta sus productos agrícolas orgánicos y/u otros productos de su interés. La ley considera que estas áreas se establecerán en el caso de OMG de la misma especie si es científica y técnicamente demostrado que la coexistencia no es factible o que el cumplimiento de los requisitos reglamentarios para la certificación es inalcanzable.

En el análisis de la coexistencia –dice Conabio– se debe considerar también aspectos económicos, ya que en el caso de la miel, la presencia de soya transgénica en la Península de Yucatán, puede dañar económicamente a los apicultores y el bienestar de muchas comunidades rurales e indígenas de la región.

La soya transgénica –indica el estudio– fue introducida en el país en el año 2000 y en 2011se obtuvo el permiso para la liberación comercial en 230 mil hectáreas, pero con el objetivo de detener esta siembra se presentaron procesos legales en Chiapas y los diferentes estados de la Península de Yucatán (Yucatán, Campeche y Quintana Roo), argumentando consecuencias para la exportación de miel debido a la posible presencia de polen transgénico de soya en este dulce.

Un posible camino a seguir –sugiere– para evitar la presencia de polen transgénico en miel, sería el establecimiento de “zonas libres de transgénicos” como se contempla en la LBOGM o cambiar a variedades de soya no modificadas genéticamente que tienen rendimientos muy similares.

En México, puntualiza, hay aproximadamente 41 mil apicultores, de los cuales 19 mil se distribuyen en la Península de Yucatán, entidad que exporta 90 por ciento de la miel produce, principalmente a la Unión Europea. Nuestro país es primer lugar en exportación de miel orgánica, cuyo precio es 30 más alto que el producto convencional.

Predominan consideraciones económicas

La Conabio remarca que la liberación de los cultivos transgénicos no debe implicar una conversión progresiva hacia la homogeneización de un sistema de producción para un cultivo y la pérdida de alternativas, convencionales y orgánicos, para producirlo.

Las políticas públicas de México –recalca– en las últimas décadas ha estado dominado por consideraciones económicas; su alta dependencia de algodón, las importaciones de maíz y de soya para sus necesidades nacionales ha sido, en la práctica, debido a sus propios problemas comerciales internos.

El organismo, resalta que debe considerarse cuidadosamente cuando dicha coexistencia es posible y cuando no lo es. Este tipo de decisiones deben tener en cuenta no sólo los costos ante el incumplimiento de obligaciones normativas, sino también un enfoque integral considerando aspectos como los sistemas agrícolas locales, factores socio-económicos, el medio ambiente y la biodiversidad.

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ERNESTO PEREA

Periodista especializado en temas agropecuarios y agroalimentarios. Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, otorgado por el CONACYT. En la actualidad director del portal web www.imagenagropecuaria.com Autor del libro Voces y vivencias del movimiento orgánico Ha colaborado con las revistas editadas por el Grupo Expansión. Ha sido consultor de la FAO. Brinda servicios de comunicación, información, análisis y consultoría para diversas empresas e instituciones. Correo electrónico: editor@imagenagropecuaria.com

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