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Pandemia sobre pandemia: jornaleros agrícolas altamente vulnerables ante Covid-19

-Expertos estiman que el Covid-19 encontró fuera de casa a 500 mil personas, contando jornaleros y sus familias, quienes trabajan en campos agrícolas del norte de México

-Para esta población migrante no hay una política pública de apoyo, menos en medio de la pandemia

-Algunos comienzan a regresar a sus lugares de origen, donde podrían ser discriminados ante el temor de un contagio

Nadie en México tiene más idea de lo que significa la frase “migrar o morir”, sobre todo en tiempos de Covid-19, que los 3.2 millones de jornaleros agrícolas, de los cuales la mitad son migrantes temporales, a quienes la “pandemia” de la pobreza y la marginación expulsó de sus comunidades –Oaxaca, Chiapas, Guerrero o Michoacán– para trabajar en los campos agrícolas del norte de México. Para ellos salir de su territorio, viajar en camiones o camionetas y alojarse en viviendas, hacinados y sin servicios básicos, es una constante. En su manos tienen la tarea esencial de continuar la producción de alimentos; pero frente al coronavirus –que también migra sin rumbo– son altamente vulnerables.

Para este sector frases como “sana distancia” y “quédate en casa” suenan huecas, por que gran parte del año están fuera de su hogar. La pandemia por Covid-19 está haciendo brotar el olvido centenario del Estado y las autoridades locales y, ahora, la falta de atención de las secretarías del Bienestar, la del Trabajo y de Agricultura, que no han tomado las medidas necesarias para proteger la salud de los jornaleros agrícolas frente a la emergencia sanitaria, expresan especialistas a www.imagenagropecuaria.com

En forma cíclica, durante febrero a abril, 1.5 millones de jornaleros se movilizan por distintas entidades del territorio nacional. Los expertos estiman que 40% de los migrantes se trasladan con sus familias, por lo que el número de personas crece en forma exponencial y hace más compleja la posible atención para niños y mujeres que acompañan a los trabajadores agrícolas o que muchas veces los apoyan para obtener más paga.

A los jornaleros y sus acompañantes la emergencia por Covid-19 los encontró fuera de casa. Procedentes del centro y sur del país o de las partes serranas del estado de Sinaloa, están en los valles de Sinaloa, Sonora, Baja California y se estima que son más de 500 mil personas, de las cuales 60% son de origen indígena de entidades como Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Guanajuato e Hidalgo, expresa la investigadora de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas, Antonieta Barrón.

Pese a la vulnerabilidad de esta población migrante frente a la pandemia no hay ninguna declaración desde los gobiernos federal o locales que diga algo sobre ellos; ni siquiera son sujetos de apoyo de los programas sociales; hay dinero para los “viejitos”, para los jóvenes “ninis” –como se nombra a quienes ni estudian ni trabajan–, pero la mayoría de estos migrantes, gran parte gente joven, no entra a ningún programa. En la Secretaría de Bienestar desaparecieron el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas, “que sí era malo; pero habría que rehacerlo no desaparecerlo”.

Con 30 años de estudiar y analizar la situación que enfrentan los jornaleros agrícolas en México, la experta explica que desde septiembre, octubre y noviembre pasados llegaron a Sinaloa 150 mil jornaleros a la cosecha de hortalizas, tomate, berenjena, cebolla, pepino, calabacita, chiles o pimiento morrón, y no paso nada. Para el ciclo primavera-verano, que inicia en marzo, salen de Oaxaca Guerrero y Chiapas e Hidalgo y del mismo Sinaloa a trabajar en las cosechas de Baja California, Sonora, Guanajuato San Luis Potosí y parte de Nayarit.

La concentración –asevera– crece en forma escalonada iniciando entre agosto y septiembre, para acumular en enero y febrero la mayor cantidad de jornaleros y jornaleras migrantes, cierra su ciclo ocupacional intensivo en abril y mayo –cuando la Secretaría de Salud anticipa se dará el mayor repunte de la pandemia”.

A los valles agrícolas de la Costa de Hermosillo, Guaymas y Empalme, del estado de Sonora, inicia el arribo de migrantes en marzo-abril, para alcanzar su punto más alto en mayo y cerrar en junio. Los migrantes también llegan a los valles agrícolas de Maneadero, Ojos Negros, Mexicali y San Quintín, del estado de Baja California, así como el Valle del Vizcaino, Los Planes y La Paz, de Baja California Sur.

Barrón expresa que una preocupación es que algunos jornaleros están regresando a sus lugares de origen y hay municipios que han establecido sus propias medidas de prevención, como Metlatonoc, Guerrero, o Las Margaritas, en Chiapas, cerraron caminos y no dejan entrar o salir a nadie. Y qué van a hacer. De por sí estaban abandonados, ahora no los dejan migrar, están atrapados y no van a tener dinero para sobrevivir el resto del año y sino trabajan no comen, se van a morir de hambre….Es un foco rojo; yo no le encuentro respuesta.

Para la investigadora queda claro que “no hay medidas concretas de higiene o de apoyo para quienes se quedan en su pueblos o los que regresan; eso no existe, creo que las autoridades ni se han enterado”.

Lejos de la “sana distancia” y sus pueblos de origen

De acuerdo con el estudio publicado hace unos días, Los jornaleros agrícolas migrantes, poblaciones vulnerables ante Covid-19, realizado por el Colegio de la Frontera Norte (Colef), tan sólo en los estados del norte trabajan más de 200 mil jornaleros, 80% de ellos concentrados en la región noroeste –Baja California, Sonora, Sinaloa y Baja California Sur.

La movilidad de personas –advierte–  y las condiciones en las que viajan constituyen una fuente de vulnerabilidad y de expansión del contagio, debido a que los trabajadores son trasladados desde diferentes partes del país y lo hacen en hacinamiento, muy lejos de la sana distancia requerida para el control de la velocidad del contagio”.

Por otra parte, “las condiciones salariales y laborales hacen de esta una de las poblaciones más vulnerables en términos económicos y sociales, con grandes rezagos en el acceso al sistema de salud”.

Celso Ortiz Marín, profesor investigador de la Universidad Autónoma Indígena de México, ubicada en Sinaloa, y también miembro de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas, calcula que de los 3.2 millones de jornaleros,1.8 millones de indígenas, pero con la familia este número se triplica.

En Sinaloa, refiere, está terminando el levantamiento de hortalizas, en Escuinapa, Mazatlán y Valle de Culiacán, pero en el norte en el municipio de El Fuerte empiezan a cosechar arándano, donde trabaja más población jornalera local. Muchos jornaleros temporales no regresan a lugares de origen porque esperan migrar, en mayo, a Sonora al corte de uva –donde estima trabajan de 5 mil a 10 mil jornaleros– o se van a San Quintín, Baja California.

Calcula que a Sinaloa llegan hasta 120 mil jornaleros y sólo 20% de los que trabajan, sobre todo con los grandes agroexportadoras, lo hacen en buenas condiciones laborales y de higiene; quienes están más alejados, hacia el centro sur del estado, están más expuestos.

El hacinamiento también viaja en transporte

En la Sindicatura de Villa Benito Juárez, Sinaloa –donde se estima se han asentado 80 mil trabajadoresagrícolas–,los jornaleros rentan cuarterías donde llegan a vivir 6 a 8 personas en un cuarto de 5×5 metros y por cada diez cuartos solo tienen un baño, tanto para defecar como par bañarse, explica Celso Ortiz,

El estudio del Colef refiere que aunque no se cuenta con información sistemática sobre la cantidad y condiciones de los campamentos para trabajadores agrícolas en todos los estados del norte de México, hay estudios que coinciden en las condiciones de hacinamiento en que viven. Por ejemplo, más del 90 por ciento de la población jornalera en el Valle de Vizcaíno habita en campamentos, medianos y grandes, donde puede haber desde 150 a más de 400 viviendas. Las viviendas son de un solo cuarto, que va de 15.6 m2 a 21.3 m2 donde viven entre 3.4 y 4.2 personas; hay un 67 por ciento de la población total viviendo en condiciones de hacinamiento.

Los camiones que transportan a los trabajadores hacia los campos agrícolas tienen capacidad para 40 personas y llevan 60 o más. Ortiz Marín matiza que en el campo sí los están revisando a la entrada; pero no es suficiente, la autoridad debe monitorear más la salud de los jornaleros.

El otro problema–añade– son los migrantes que se van, la mayoría de ellos viaja en camiones de segunda clase, porque son más económicos. Desde  el municipio de Navolato viajan hacia su lugar de origen, en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz. Los camiones salen con 40 a 45 personas y se van y no hay ninguna revisión, no hay ninguna medida sanitaria. Lo preocupante es si alguno de ellos contrajo coronavirus en Sinaloa, una entidad donde se han registrado muertes por Covid-19.

Riqueza exportadora

Los jornaleros de México contribuyen en gran parte a generar la riqueza de las empresas exportadoras que en el último año exportaron alrededor de 35 mil millones de dólares (mdd), principalmente en productos como tomate –2 mil mdd–, berries –2 mil 300 mdd–, aguacate –2 mil 500 mdd– y frutas.

Paradójicamente los jornaleros, por ejemplo en Sinaloa, perciben salarios que van desde los 120 o 150 pesos por unas horas en temporada baja; “a veces haces dos o tres tarea y ganas 300 a 350, pero finales de marzo abril no alcanzas a hacer ni una tarea”, indica Celso Ortiz.

En últimos 15 días –asevera– productores y algunas autoridades han volteado a ellos, pero más que proteger al trabajador están preocupados por el producto, porque la mayoría de hortalizas se exportan hacia Estados Unidos y ellos no quieren tener problemas con la inocuidad y más ahora con lo del coronavirus. En producción bajo invernadero han empezado a tener gel, a veces.

A cielo abierto los trabajadores agrícolas están trabajando “normal” sin ninguna medida de seguridad o sanidad; en invernaderos laboran todo el año, pero puede ser más peligroso por que es más intensivo y hay mayor interacción humana al ser un lugar cerrado con alta demanda de mano de obra.

Antonieta Barrón expresa que la producción de alimentos esta sujeta a que los jornaleros lleguen y trabajen, pero sino los dejan entrar a trabajar por temor a que se pueden “contaminar” con el coronavirus, ¿qué va a pasar?

De acuerdo con el estudio del Colef, la población jornalera es “altamente vulnerable por dos fuentes de riesgo provenientes del modelo de producción agroexportador: las formas de traslado desde sus lugares de residencia y las formas de vivienda en campamento, ambas caracterizadas por el hacinamiento. Dada su participación en las cadenas de producción de alimentos y su condición de precariedad, que los lleva a vivir al día, los jornaleros agrícolas difícilmente podrán parar de trabajar, por lo que es urgente tomar medidas para garantizar las adecuadas condiciones de trabajo y vivienda que permitan la preservación de su salud”.

La urgencia de garantizar el acceso a los servicios de salud de los jornaleros agrícolas migrantes debe considerar la alta movilidad de esta población a lo largo del país. Al regresar enfermos a sus comunidades existe mayor riesgo de propagación del virus entre los sectores de la población más pobres y marginados del país, expresan los investigadores.

Medidas que deben tomarse para proteger a los jornaleros

Los especialistas coinciden en que ante la emergencia sanitaria en forma inmediata la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS) y la Secretaría de Salud tendrían que mandar inspectores para garantizar condiciones mínimas de higiene en unidades de producción agrícola y en donde están los trabajadores hacinados. Los productores deben tener agua limpia para que se laven las manos gel en alcohol y lo necesario para estar seguros y no corran riesgos.

El estudio del Colef detalla que la atención debe considerar la toma de temperatura a los trabajadores en salida y llegada, para identificar posibles personas infectadas, proporcionándoles las condiciones necesarias para un aislamiento y tratamiento adecuados; generalizar las brigadas de salud para monitorear posibles contagios en campamentos y dar atención a la prevención y a los casos de infección y enfermedad grave; contar con un protocolo de canalización a los hospitales cercanos en atención a los enfermos graves.

También se deben revisar las condiciones de vivienda al interior de los campamentos y tomar medidas para una adecuada separación. El trabajo en el campo debe garantizar que se guarda distancia mínima entre los trabajadores.

Además, las autoridades deben de implementar acciones que eviten el hacinamiento en los camiones y asegurar la generalización de los protocolos de uso de gel desinfectante entre los trabajadores y la sanitización de los transportes.

Otras recomendación es hacer extensiva la información sobre Covid-19, que está generando el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), en las diferentes lenguas indígenas en los sitios de reclutamiento, traslado, así como en los campamentos y centros de trabajo de los jornaleros agrícolas en todo el país.

El Colef acota que algunas acciones ya se están realizando, hay empresas en Baja California que están implementando medidas, pero es importante asegurar su generalización en todos los campos agrícolas del país que contratan jornaleros.

En una entrevista con el sitio conexiónmigrante.com  el secretario general del Sindicato Independiente Nacional Democrático de Jornaleros Agrícolas (Sinja), Lorenzo Rodríguez Jiménez, expresó, “a las empresas les pedimos suficientes materiales de salubridad como gel, jabón para lavar las manos, jabón de limpieza y cubrebocas”;  pero  a los empresarios agrícolas les preocupa más sus ingreso que la vida de los trabajadores en el Valle de San Quintín.

Advirtió que el campo no funciona si el jornalero no está sano. Respecto  a los trabajadores que entran en grupos vulnerables por la emergencia sanitaria, dijo que, “no solo queremos que estos compañeros se queden en casa, sino que se le pague para que puedan sobrevivir durante la pandemia”, ya que  “si no se mueren por Covid-19, va a ser por hambre…”

Problema estructural

Celso Ortiz considera que se requiere la participación de la sociedad civil, porque la situación se puede salir de control y al haber una causa de una muerte y no se vaya a registrar que fue por Covid-19. En Sinaloa se dan decesos por uso de plaguicidas y se registra como “golpe de calor”, porque no hay vigilancia adecuada.

Las condiciones de precariedad –reflexiona– en que viven lo jornaleros son un problema estructural. En Sinaloa casi toda la temporada andan enfermos de vías respiratorias porque es un clima extremoso. Los jornaleros agrícolas están a años de atención médica, porque con el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas había un médico que iba a dar atención; hoy no hay ni una trabajadora social.

Sembrando Vida no basta ni es suficiente, porque dicen que es para frenar la migración, pero muchos trabajadores agrícolas ya no tienen tierra y no son beneficiarios del programa. Tendríamos que analizar qué política pública se tiene que instrumentar porque el campo un sector estratégico para la sociedad y el cultivo de alimentos, no se puede poner en riesgo a esta población. No caigamos en lo que en lo que algunos decían hace unos años en Sinaloa, en forma despectiva: “se mueren oaxaquitas; traemos más oaxaquitas”.

Aunque haya restricciones al tránsito en sus lugares de origen, los jornaleros agrícolas seguirán saliendo de sus pueblos, expresa Antonieta Barrón, porque un jornalero indígena de la sierra de Guerrero expresaba que para ellos no había otra alternativa: “migrar o morir”.

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Jornaleros en México

El dato de Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) indica que son casi 3 millones de jornaleros en el país. La última encuesta del Programa de Jornaleros estimaba que 50% de estos era migrante temporal o asentado. Hay 1.5 millones que se movilizan a los cultivos de café, cítricos, caña de azúcar, hortalizas y frutas.

De acuerdo con INEGI, en 2015 había 2.2 millones de jornaleros agrícolas en México, lo que representa el 44% de los ocupados en actividades agrícolas. Entre 30 y 40 por ciento de esta población está constituida por migrantes que viajan en familia, por lo que se calcula que junto con sus familias suman 5.9 millones de personas (Segob y Conapred, 2016).

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ERNESTO PEREA

Periodista especializado en temas agropecuarios y agroalimentarios. Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, otorgado por el CONACYT. En la actualidad director del portal web www.imagenagropecuaria.com Autor del libro Voces y vivencias del movimiento orgánico Ha colaborado con las revistas editadas por el Grupo Expansión. Ha sido consultor de la FAO. Brinda servicios de comunicación, información, análisis y consultoría para diversas empresas e instituciones. Correo electrónico: editor@imagenagropecuaria.com

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