Política Agrícola

Comida a la carta85 el As gana

Cómo puede un ser humano desarrollar todas sus capacidades físicas e intelectuales; cómo puede abrir su pensamiento para entender su entorno; cómo puede sentir armonía de su ser con la naturaleza; cómo puede asimilar la modernidad del mundo, con sus industrias contaminantes y tecnologías depredadoras; cómo puede agudizar sus sentidos, para recoger el aroma del rocío temprano; cómo puede percibir el nacimiento de los colores alimentados con la maduración de la luz solar; cómo puede recibir la fina caricia del vientecillo travieso que anuncia el atardecer; cómo puede darse un merecido festín con los miles de sabores creados en la naturaleza; cómo puede escuchar la charla matutina de las parvadas silvestres… cómo, cómo poder hacerlo, cuando el único sonido que llega hasta sus oídos es el grito desesperado de su estómago vacío, en franco reclamo de alimento.

La voz popular sentencia que el hambre, como la soledad, es mala consejera. Y es que no existe peligro mayor para la estabilidad social que el despertar de un pueblo hambriento. Pero esto, poco, quizás nada, les ha importado a los Estados y grandes empresas multinacionales, que dominan el mercado de alimentos y a muchos gobiernos de países en desarrollo.

Esos consorcios le han apostado únicamente a la concentración de la riqueza, sin importarles que, ya en este 2010, una de cada seis personas del mundo no pueda adquirir alimentos, por las condiciones extremas de pobreza en que vive.

La sociedad misma, ha perdido toda conciencia de la importancia que tiene la alimentación en el desarrollo de la humanidad. Una persona malnutrida, es una persona mutilada, incapaz de realizarse al ciento por ciento como ser humano, activo y pensante.

Posiblemente por esto, los dueños de la riqueza mundial y los gobiernos condescendientes de los grandes consorcios, alientan el hambre, para poder dominar a los pueblos, para esclavizarlos en la retórica de la modernidad desarrollista, misma que ha puesto en serio peligro al planeta, con el vertiginoso e irracional crecimiento industrial, que se ha sustentado en la depredación de los recursos naturales.

En el caso específico de México, la demagogia se convirtió en la madre de las políticas de Estado, referentes a garantizar la alimentación para toda la población. En la Sagarpa, dependencia responsable de la producción de los alimentos, hacen circo estadístico para cubrir su incapacidad y alardean con pírricos resultados en el campo.

El anuncio de que a partir de 2010 y en los siguientes años los precios internacionales de los alimentos sufrirán un aumento de 25 por ciento, y que la pobreza extrema en el mundo se incrementará en 89 millones de personas, que tendrán que sobrevivir con menos de dos dólares diarios; acerca la hecatombe alimentaria a los hogares de al menos una quinta parte de la población mundial, aunque algunas organizaciones internacionales ubican el problema del hambre en más de tres mil millones de personas, equivalente a cerca de 50 por ciento del total.

Ante esto, tratar el tema del derecho a la alimentación y recordar y revisar el objetivo fundamental de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), el Artículo 12 del Pacto de San Salvador, en el ámbito internacional, y el Artículo 4º de la Constitución mexicana, en lo nacional; lleva a considerar el fracaso rotundo de esos instrumentos que debieran garantizar el abasto de alimentos suficiente, adecuado y oportuno para todas las personas; toda vez que el Banco Mundial en sus proyecciones de pobreza extrema aumentó el número de mil millones a mil 400 millones de seres humanos.

En un reporte especial del Programa de las Américas, se documenta que la crisis alimentaria está afectando a más de tres mil millones de personas, que viven con menos de dos dólares al día, equivalentes a casi la mitad de la población mundial. La FAO reconoce a mil 100 millones de personas en condición de extrema pobreza, lo que implica que no tienen ingresos suficientes para proveerse de los alimentos básicos que les garantice una vida psíquica y física, individual y colectiva, libre de angustias, satisfactoria y digna, como lo establece el Pacto de San Salvador.

En este tenor, Enrique de la Madrid, director de la Financiera Rural (Finrural) afirma que “se acabaron los precios bajos para los alimentos, en México y en el mundo” y aunque este planteamiento contraviene el discurso del gobierno mexicano, que habla de estabilidad en el mercado doméstico de básicos con precios bajos, los organismos internacionales confirman lo contrario.

El Banco Mundial ubica el origen de la crisis alimentaria de esta forma: “Lo que provocó la crisis actual fue la inflación en el precio de alimentos”. Además, pronostica que “los precios de los alimentos básicos podrían ser en promedio un 25 por ciento más altos entre 2009-2018 comparados con el período 1999-2007 y serán posiblemente mucho más inestables”.

Y es que, según el organismo financiero, el alza del precio de los alimentos se aceleró aún más en el primer semestre de 2008. Si bien los precios bajaron desde sus niveles máximos el año pasado, el precio de los principales cereales es todavía sustancialmente más alto que el promedio.

Éstos se mantienen un 60 por ciento por encima de los de principios de 2006 a pesar de que desde 2008 han bajado en un 40 por ciento. Por ejemplo, los costos del arroz se han más que duplicado en comparación con inicios de 2006, aunque han bajado en 37 por ciento, mientras que los precios del maíz y el trigo se mantienen 48 por ciento y 35 por ciento, respectivamente, más elevados que hace tres años.

En el caso de México, según datos de la FAO, desde agosto de 2008, los precios mayoristas del maíz blanco, que se utiliza para preparar las tortillas, y del arroz, se han estabilizado en México en niveles altos de 4,000 y 11,500 pesos por tonelada, respectivamente. Los de los frijoles, en cambio, continúan subiendo vertiginosamente: de enero de 2008 a junio de 2009 han pasado de 7,700 a más 17,000 pesos por tonelada, afectando gravemente al acceso de los consumidores locales a esta importante fuente de proteínas.

Mientras tanto, de 2006 a 2008, la pobreza extrema en México aumentó seis millones de personas, para llegar a 20 millones en pobreza alimentaria, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Es decir, el problema del hambre que vive el mundo, se reproduce como copia al carbón en nuestro país; uno de cada cinco mexicanos no tiene para comprar los alimentos necesarios para nutrirse.

Precios altos de alimentos engordan multinacionales y adelgazan pobres

Sobre la situación actual del mercado internacional de básicos, el Banco Mundial plantea que cuando el precio de los alimentos es alto, los pobres comen menos o bien sustituyen los alimentos por otros más baratos y de menor calidad o se abstienen de gastar en salud y educación. En el reporte especial del Programa de las Américas, se precisa que de hecho, las crisis alimentarias recurrentes están enriqueciendo a un grupo de inversionistas y corporaciones multinacionales, aún mientras destrozan a los más pobres y ponen al resto del planeta en una situación riesgosa tanto económica como ambientalmente.

En el documento se destaca que tres compañías, Archer Daniels Midlands (ADM), Cargill y Bunge, controlan 90 por ciento del comercio de granos en el mercado global. El gigante de químicos Monsanto, controla una quinta parte de la producción de semillas, mientras que Bayer Crop Science, Syngenta y BASF controlan la mitad del mercado de agroquímicos. “Dado que existe un monopolio muy poderoso en el sistema alimentario, no es sorprendente que los monopolios aumenten sus ingresos con la crisis alimentaria. Las ganancias de ADM se incrementaron 38 por ciento, las de Cargill 128 por ciento y las de Mosaic Fertilizer (un subsidiario de Cargill) 615 por ciento”.

De acuerdo al reporte del Programa de las Américas, los grandes productores y distribuidores de ganado también se están beneficiando de la crisis. El productor y exportador de carne más grande del mundo, JBS S.A, ha incrementado sus ingresos 474.4 por ciento desde 2007. Esto también está relacionado con la expansión del monopolio, pues en marzo de 2008, JBS adquirió las compañías estadounidenses Nacional Beef y Smithfield Beef, así como la Australiana Tasman.

En agosto de 2008, la organización Plataforma Perú Libre de Transgénicos publicó un estudio en el que señala que diez multinacionales dominan 50 por ciento del mercado mundial de semillas: Monsanto y Dupont que tienen su casa matriz en Estados Unidos. Le siguen Syngenta (Suiza), Groupe Limagrain (Francia), KWS AG (Alemania), Land O’ Lakes (Estados Unidos), Sakata (Japón), Bayer Crop Science (Alemania), Taikii (Japón), DLF Trifolium (Dinamarca) y Delta & Pine Land (Estados Unidos).

Y aunque se ha planteado que el cultivo de semillas transgénicas representa una solución a la problemática alimentaria, en los primeros días de septiembre de 2009, los científicos mexicanos que impartieron el Primer Taller Nacional de Formación para Reporteros en Biotecnología y Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados, afirmaron que de ninguna manera la producción de éstos acabará con el hambre en el mundo.

A esto se suma que en las estimaciones de la FAO, cada año se desperdician entre 30 y 35 por ciento de las cosechas, lo que en dólares representa alrededor de 100 mil millones, es decir, 50 veces el monto de los recursos que destina el Banco Mundial para apoyar a los países mayormente afectados por la crisis alimentaria.

Y aquí, vale recordar para qué fue creada la FAO: “El organismo especializado más conocido en la materia es la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que desde su creación tiene como objetivo lograr el acceso de todas las personas, en todo momento, a los alimentos que necesitan para gozar de una vida activa y sana, a través de diversas acciones para aliviar la pobreza y el hambre mediante la promoción del desarrollo agrícola, la mejora de la nutrición y la búsqueda de la seguridad alimentaria”.

El Banco Mundial y la FAO han expresado recientemente que en los países con inseguridad alimentaria es necesario crear instituciones sobre la base de los principios del Derecho a una Alimentación Adecuada.  Estas instituciones deberán promover una mayor transparencia y asignación de responsabilidades, así como potenciar la capacidad de acción de los pobres y su participación en las decisiones que les afectan.

La aplicación de las directrices voluntarias en apoyo de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada a escala nacional constituirá un importante paso en esa dirección. Las crisis económicas han dado lugar a una reducción en la inversión pública destinada para la agricultura, con consecuencias devastadoras en términos de pobreza y hambre. “Las experiencias anteriores y los estudios empíricos nos indican que el apoyo a la agricultura, especialmente en estos momentos, no debería reducirse; de hecho, tiene que fortalecerse”.

La disminución y eventual erradicación de la inseguridad alimentaria y del hambre sólo será posible si los países cuentan con sectores agrícolas y agro-industriales saludables que se articulan a redes sociales eficaces y  economías en crecimiento, afirma Banco Mundial.

Misión imposible ésta, mientras que la distribución de los alimentos en el mundo esté en manos de monopolios, que actúan a su libre albedrío. Los alimentos deben ser patrimonio de la humanidad y, por tanto, su mercado debe ser regulado, a fin de garantizar el acceso a ellos a todas las personas, no sólo a las que tengan para comprarlos.

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JUAN DANELL SÁNCHEZ

*Reportero mexicano especializado en temas agropecuarios, indígenas, de derechos humanos y desarrollo sostenible. jdanell@hotmail.com

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