Autorizar experimentos transgénicos a trasnacionales hace a México más dependiente: Cibiogem
El secretario ejecutivo de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), Ariel Álvarez Morales, reconoció que autorizar siembras de transgénicos a compañías transnacionales sí hace a México más dependiente, pero acotó que países como Brasil, China o India están desarrollando su propia tecnología y esto debería hacer nuestro país para resolver sus necesidades en producción de alimentos.
Hasta el momento se han presentado 76 solicitudes para liberar maíz transgénico en México, de las cuales 17 son para fase piloto –cuatro no fueron autorizadas– y 59 de tipo experimental.
Al referirse a los permisos otorgados a Monsanto para sembrar maíz transgénico en fase piloto, señaló que una vez en manos de la compañía los resultados de éstas tardarán entre 6 y 7 meses, por lo que estarán disponibles a finales del año. Con este calendario, es probable que la siembra comercial no se concrete en este sexenio, aunque matizó, “eso lo tienen que determinar las autoridades, en función de la información y resultados que tienen”.
En entrevista con Imagen Agropecuaria, afirmó que México va en contra de lo que se está haciendo en Europa, que está abandonando a los transgénicos, pero en contraste países emergentes, como Brasil, China o India, no los están dejando y nos parecemos más a éstos últimos, por lo que “habría que preguntarse si no estamos haciendo lo incorrecto al retrasar los avances en biotecnología”.
Ariel Álvarez reconoció que “autorizar siembras a compañías transnacionales sí nos hace más dependientes, pero eso no es lo que está haciendo la India, que está desarrollando su propia tecnología; lo hace Brasil con su empresa Embrasa, y China también hace lo suyo, no va a pagar por otra tecnología”.
México –remarcó– tiene la capacidad para desarrollar su propia tecnología y no lo ha hecho porque la moratoria de 10 años para organismos genéticamente modificados no permitió avanzar, ya que era imposible salir a experimentar a campo y los investigadores decidieron abandonar esta tecnología y se pusieron a desarrollar ciencia básica y a hacer publicaciones.
Cuando ya se contó con un marco regulatorio completo, son las grandes compañías quienes tenían el dossier lleno productos, “porque no nos están dando nada nuevo, nos están vendiendo productos que ya se comercializan en otras partes del mundo”.
No he dicho –aclara– que estar dando permisos a empresas va a resolver nuestros problemas, pero lo vamos a tener que hacer en los nichos en donde no tengamos acceso.
Avance lento
El secretario ejecutivo de la Cibiogem comentó que los productores comerciales consideran que en materia de OGM vamos lento, pero estamos avanzando de manera cautelosa, como lo requiere el país para preservar sus materiales nativos.
Detalla que no hay un tiempo fijo de cuanto se va a experimentar, las decisiones de pasar de una fase a otra están cimentadas en resultados certeros. Puede ser que la experimentación se lleve en 3 o 6 años, todo depende de qué tipo y calidad de resultados se obtenga con los experimentos.
Al abundar sobre las dos solicitudes autorizadas para experimentar con maíz en fase piloto en Sinaloa, dijo que los permisos para 63 hectáreas siguen siendo muy pocos, pero no se puede pasar súbitamente de una extensión pequeña a una muy extensa, ya que será en función de las pruebas como la autoridad irá determinando la superficie que se autorice.
Hay quienes argumentan –asevera– que sembrar transgénicos traerá como consecuencia que desaparezcan los criollos ¿Pero, dónde está la evidencia de ello? Quienes demandan materiales transgénicos son los grandes compradores que siempre han sembrado híbridos en los distritos de riego. Si estos materiales los llevamos a más de mil 200 metros en la sierra no van a funcionar, no están hechos para esa zona.
Otros grupos dicen que no hay ningún riesgo para los otros materiales, pero ninguno presenta datos. No hay evidencia y no la hay porque no se ha experimentado. Hay que conocer más a estos cultivos. Esos datos son los que tiene que generar la autoridad, explica.
La discusión sobre biotecnología –acepta– tiene un trasfondo político, aunque también hace falta generar más información. La mayor parte de los investigadores, creo que pueden admitir que esta tecnología la debe de tener México dentro de su repertorio de posibilidades para producir.
Centros de origen
Sobre la postura de científicos y organizaciones civiles de que todo el país es centro de origen del maíz, Ariel Álvarez expone que este concepto es un “criterio histórico” y como no se tiene la certeza de en qué lugares específicos se ubican, pues se argumenta que todo el territorio es centro de origen. Pero la ley los define como aquella área geográfica donde se llevó a cabo el proceso de domesticación y “encontrar eso es muy complicado”.
El experto en biotecnología considera que lo que se tiene que respaldar no es el centro de origen, sino los centros de diversidad genética, que se definen “como un área geográfica donde existen variedades morfológicas o genéticas o ambas de la especie, que se caracteriza por albergar parientes silvestres y que constituyen una reserva genética”.
“Hay que salvaguardar los centros de diversidad genética que constituyen una reserva genética. Para eso sí se están haciendo estudios, se requiere un poco más de tiempo, porque no podemos decir, simplemente, en México no se siembra maíz transgénico, que es una postura que muchos quisieran…”
Tampoco se trata de excluir a la región norte –donde se han presentado las solicitudes para sembrar maíces transgénicos– como lugar donde no hay reservas genéticas, pero hay muy pocas, y si encontramos una población que representa un área de diversidad genética importante se preservará. Pero tampoco vamos a decir que por una pequeña presencia excluiremos la biotecnología de todo el estado de Sonora, por ejemplo o de todo el estado de Chihuahua porque haya un pequeño grupo que utiliza materiales criollos, puntualiza.
Ya sabemos –continúa– donde se encuentran todas las zonas con variedades criollas, lo que aún falta por completar es determinar su variedad genética, para identificar si hay otras reservas de esos materiales en otra región o si son únicos.
Argumenta que los criollos han coexistido con los híbridos por más de 50 o 60 años sin que haya barreras de flujo y decir que si hay dos o tres genes más va a haber consecuencias desastrosas, es donde uno dice: ¿por qué?. Si metemos los híbridos en los campos tenemos cierto control en las áreas de riego, podemos controlar el flujo de genes vía polen; pero el flujo de genes también se da cuando alguien se lleva semilla. Si alguien está trabajando en Estados unidos, y encuentra una variedad de maíz que le guste para mi siembra, la va a traer y los productores vecinos la van a querer conseguir.
Es muy complicado –añade– controlar la siembra o no de maíz transgénico, seguramente está pasando este tipo de materiales por la frontera y por desconocimiento o porque no saben que hay tener un permiso. “Para controlar este problema, la autoridad tiene dos opciones, querer cambiar las costumbres de cientos de años de los productores y amoldarlas a una ley, o cambiar la ley para ajustarla a la realidad”.
Algo que tenemos que saber con certeza es que si los transgénicos representan un peligro por el flujo de genes. Al final de cuentas, estamos hablando de materiales híbridos que vienen de las grandes compañías y esto para las organizaciones no gubernamentales es el verdadero problema, porque piensan que se a apropiarán de los materiales o si tienen patentes o no.
Reflexiona sobre el hecho de que ninguna de las tecnologías por si misma resolverá el problema, por lo que en unas regiones se trabajará con orgánicos, en otros estados con criollos o en cultivos extensivos con híbridos. “Lo que no podemos hacer es decir: ahorita no queremos a los transgénicos; porque quiero ver dentro de 10 años si vamos a seguir siendo autosuficientes, cómo va a cambiar el clima, el año pasado se perdieron cosechas por la helada en Sinaloa, cómo vamos a arreglar eso”.
Repensar los OGM
Algo que tenemos que hacer –resalta Ariel Álvarez– es repensar como hemos hecho las cosas. Nos hemos enfocado tanto al maíz y a las grandes compañías y nos hemos olvidado de otros temas y problemas, y quizá las cosas habrían sido muy distintas, porque podrían haberse ya resuelto problemas de maduración del plátano o de virosis en papaya.
Hay que darle oportunidad a la tecnología para que demuestre que puede resolver problemas. “Cuando a mi me dicen que defiendo mucho a los transgénicos, es así porque la Cibiogem se encarga de regular a los organismos genéticamente modificados, si no hubiéramos querido a los transgénicos pues no habríamos hecho una ley para regularlos”.
De lo contrario, habríamos dicho, México es un país que no quiere transgénicos y ya, pero hicimos la ley para tener la oportunidad de probar, pero conforme a ésta.
En este contexto, la Cibiogem se está avocando a promover la experimentación de las investigaciones de instituciones públicas, porque también se puede desarrollar una industria nacional en biotecnología, afirma el secretario ejecutivo del organismo.
Comenta que hay quienes están experimentando con maíz resistente a estrés hídrico o en variedades de frijol resistentes a enfermedades por hongos, otros trabajan en control biológico de plagas a través de virus.
Uno de los lineamientos de la Cibiogem es fomentar la investigación en biotecnología y en bioseguridad, así como probar estas tecnologías para resolver problemas nacionales, destaca.