Agronegocios

El virus de los huevos de oro

El reloj acusa cualquier hora. Sus manecillas dispares, indiferentes, cargan el tiempo. En un breve espacio, dejan que la realidad se rebase a sí misma: los huevos se van a las nubes en un santiamén. De ser alimento para pobres, se encumbran a viandas de élite, para bolsillos adinerados.

Es como una historia de terror, polemizada: ¿qué fue primero, el virus aviar AH7N3 o la urgente necesidad de aumentar el precio del huevo, pero en serio aumentarlo en 100%, para mantener la cuota de ganancia en la avicultura?

Nada sencillo resulta resolver la incógnita. El virus existe, con variedad y mutaciones, desde hace más de cien años (Italia 1878), y en los últimos 55 (después de la Segunda Guerra Mundial) su presencia se ha manifestado con una mayor recurrencia de epizootias, que han provocado la muerte, en prácticamente todas partes del mundo donde se ha industrializado la producción de pollo y huevo, de -gallinas más, gallinas menos- unos cien millones de aves.

Por otra parte, está la eterna demanda de los productores avícolas de incrementar el precio del pollo y huevo, como consecuencia, siempre es éste el argumento, del aumento de los costos de producción por el encarecimiento de los insumos básicos: sorgo, maíz y pasta de soya. En la actualidad, esto último se esgrime de manera contundente ante el irreversible aumento de los precios de los granos, que arrastran los de todo el sector alimentario.

El caso es que el precio del huevo, ya no retornará a sus niveles de mediados de 2012, y sí, en cambio, se establecerá por encima de los 25 pesos el kilogramo, con miras a estandarizarse con el valor comercial de este alimento en el mercado internacional, que promedia 32 pesos por kilo, equivalente a 50 por ciento de un salario mínimo diario.

Hasta antes de la crisis, en la que se tuvieron que sacrificar alrededor de 22 millones de gallinas, el precio del huevo osciló entre 15 y 17 pesos el kilo (16 huevos en promedio). Todavía era accesible para las familias de bajos ingresos, también conocidas como pobres, que a decir de las estadísticas oficiales suman más de 50 millones de mexicanos y mexicanas.

Con estos números, el índice de desnutrición en México se calcula, de manera conservadora, en menos de 20 por ciento de la población total, es decir, unos 22 millones de personas. Y en el caso de la población infantil, se dice que 1.8 millones de niños menores de cinco años, están desnutridos.

Ya de por sí, hablar de desnutrición, es un tema que lastima la dignidad humana, sobre todo cuando la alimentación es un derecho humano, al que no se puede renunciar, y mucho menos condicionar o negar.

El caso es que en nuestro país, con el aumento del precio del huevo, en la simple lógica del mercado, el consumo de este alimento se reducirá, tal vez no en el mismo porcentaje, porque las familias se aferrarán a este alimento, que como sea sigue siendo el más barato, comparado con los otros de origen animal que proveen de proteína a los seres humanos, como las carnes y la leche; pero si de manera sensible.

Una de las consecuencias de esto, es que a los productores avícolas no le irá muy bien, porque disminuirán las ventas y eso repercutirá de manera dramática en los pequeños y medianos avicultores que dependen de ellas y en su mayoría se endeudaron para poder mantener sus granjas con los altos costos de producción, que aumentaron entre 30 y 35 por ciento.

No será sorpresa que en los próximos meses se hable de la quiebra de esas empresas avícolas medianas y pequeñas, y que el vacío que dejarán será ocupado por las grandes firmas, en una franca monopolización de esta actividad.

A más largo plazo, otro de los efectos de este aumento del precio de los huevos, será que la desnutrición avanzará en la población, sobre todo en la infantil. Las consecuencias de esto, las veremos con niños que no aprenden, porque se quedan dormidos en clase (algo ya sucede, pero empeorará), y porque les será muy difícil poner atención en la clase con el estómago vacío, o medio vacío, para el caso es lo mismo.

Al rezago nutricional, se sumará, como consecuencia, el rezago intelectual y de desarrollo humano. Y así, pues nada más no se puede. Cuándo va a salir México de su atraso, con semejantes situaciones, en las que el gobierno y los empresarios se preocupan más por salvar las gallinas, por un mero asunto coyuntural de ganancias, que por el bienestar de la población, con miras a largo plazo.

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JUAN DANELL SÁNCHEZ

*Reportero mexicano especializado en temas agropecuarios, indígenas, de derechos humanos y desarrollo sostenible. jdanell@hotmail.com

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