Palma de aceite deja estela de contaminación en Chiapas
Es un “engaño” porque su cultivo y transformación en “biocombustible” implica graves daños ecológicos y a la salud…
El cultivo de palma africana o palma aceitera fomentado por autoridades federales y estatales en Chiapas para la obtención de “biocombustible” sólo ha dejado contaminación en el suelo, agua, aire y efectos negativos en la salud de los campesinos que usan agroquímicos sin ningún cuidado.
Esta plantación comercial no sólo ha desplazado cultivos tradicionales como el maíz y el frijol, sino ocupa terrenos (acahuales) que regeneran la selva. En los últimos años su crecimiento ha sido exponencial al pasar de 16 mil hectáreas (has) a 50 mil has en tierra chiapaneca.
La meta del ex gobernador Juan Sabines, quien impulsó el cultivo, desde el inicio de su gestión (2006), era llegar a 100 mil has y el actual gobernador impulsado por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Manuel Velasco Coello, que está “verde” y se dice “ecologista” ha continuado con este proyecto, aunque con bajo perfil, expresa el coordinador general de Maderas del Pueblo del Sureste, AC, Miguel Ángel García.
“Este tipo de cultivos no son biocombustibles, sino agrocombustibles –afirma en entrevista con www.imagenagropecuaria.com–, porque no tienen nada de biológico, en realidad es un engaño a la opinión pública, porque su cultivo y expansión y transformación implica graves daños ecológicos”.
Y es que el cultivo de palma africana, como toda plantación comercial, requiere de una enorme cantidad de fertilizantes, herbicidas y plaguicidas químicos, lo que implica envenenar suelos y agua, además de los graves daños a la salud de las personas que lo cultivan, quienes no toman ninguna medida de seguridad a la hora de aplicar agroquímicos, los indígenas de la zona no usan mascarillas, ni equipo adecuado, expone el responsable del organismo fundado hace 23 años, que apoya a las comunidades con asesoría técnica y jurídica.
En Chiapas –detalla Miguel Ángel García– hay ocho plantas productoras de aceite de palma africana, quienes a diferencia de lo que sucede en otros países rentan tierras hasta por 25 años, tiempo que de vida del cultivo, el cual empieza a producir a los tres años y después cada tres meses se cosecha el fruto. Al final de su ciclo productivo sólo queda un suelo envenenado, salinizado y compactado, ya que la raíz es muy fibrosa y resistente. Pero esto no lo explican a los campesinos quienes promueven los “biocombustibles”.
Llama la atención sobre el hecho de que las compañías han creado “verdaderos feudos”, ya que existe un acuerdo tácito entre ellas para que los productores de zonas aledañas a sus plantas sólo puedan vender su producto a determinada empresa; si un productor quiere comercializar con otra planta se enfrenta a un boicot.
Al referirse al precio del cultivo, explica que éste depende del mercado internacional, por lo que debido a la alta producción en Indonesia los precios empiezan a declinar, cuando hace dos años superaba en cinco veces el de un producto básico, pero aun así sigue siendo atractivo. El problema es que el maíz es sustento del pueblo mexicano y ha sido abandonado bajo la lógica de que sembrar un producto comercial dará para comprar maíz.
En Chiapas hay un riesgo ambiental latente, ya que las plantaciones de palma aceitera están establecidas en los límites de zonas de “altísima biodiversidad”, decretadas como Áreas Naturales Protegidas: las Reservas de Biosfera de Montes Azules, Lacantún, la Encrucijada y el Triunfo; los Monumento Naturales de Bonampak y Yaxchilán; el Parque Nacional de Palenque y los Refugios de Flora y fauna de Chan Kin, Nahá y Metzabok.
Gran potencial chiapaneco
En este boom que se ha dado por los biocombustibles, Juan Sabines promovió también el cultivo de piñon con sus “ecobuses”. Incluso durante la Cumbre climática en Cancún manejo una unidad, junto con visitantes internacionales, pero fue sólo un “show demagógico”, porque no había ni semilla ni biodiesel, asegura Miguel Ángel García.
“Chiapas –remarca– no usa este cultivo ni los usará para producir biodiesel, sino para toda la industria agroalimentaria que tiene un gran déficit de aceite vegetal”, comenta.
El proyecto con piñon fue un fracaso total, porque la meta era cultivar 10 mil hectáreas para el trópico seco, en Tuxtla y Cintalapa, y se compraron millones de toneladas de semilla de la India, pero en los tres pŕimeros años del gobierno de Sabines sólo germinó el 1 por ciento y no se produjo un sólo litro de biodiesel. Se dijo que se empleaba para la turbosina de los aviones, pero sólo hubo un vuelo inaugurar con el ex gobernador, resalta.
Recuerda que debido a que de la semilla de la palma sirve como insumo para producir cosméticos la empresa Avon realizó un acuerdo con otro ex gobernador, Pablo Salazar, para instalar una planta extractora, la cual no se instaló. Otra planta, Palma Tica, de Costa Rica, ubicada en Palenque, según observaciones de Miguel Ángel García, opera sin control y genera contaminación del agua, porque el líquido se va a los arroyos y no hay ningún control.
En su estudio Territorios Indígenas y Agrocombustibles en Chiapas, México: a las puertas del ecocidio y el despojo social, Miguel Ángel García, recuerda que en su primer decreto, emitido el mismo día en que toma posesión, Juan Sabines creó la “Comisión de Bioenergéticos del estado de Chiapas” (hoy convertido en “Instituto de Bioenergéticos”) el cual señalaba que en el estado existe un potencial de 900 mil hectáreas aptas para el cultivo de palma africana, sobre todo en las regiones Selva (zonas Palenque y Marqués de Comillas) y Soconusco–Costa. La meta trazada entonces fue de elevar entre 2006 y 2012, de 17 mil a 100 mil hectáreas las plantaciones de palma: 60 mil en la región Selva y 40 mil en el Soconusco.
De acuerdo con la investigación, datos oficiales refieren que con tan sólo con dedicar 500 mil hectáreas se podría producir 160 millones de litros de biodiesel por año, sin descuidar que este aceite y los subproductos del proceso pueden dedicarse al consumo alimenticio humano y animal (8,000 litros de aceite por hectárea).
En el caso del piñón –añade– se decía que era susceptible de cultivarse en al menos 1 millón de hectáreas y con un programa de 500 mil hectáreas podría obtenerse cerca de 900 millones de litros de biodiesel.
La higuerilla –estimaban las proyecciones oficiales– “un programa de 50,000 hectáreas, puede generar al menos 50 mil litros al año de aceite y la caña de azúcar, en los 4 distritos de riego con que se cuenta podrían cultivarse al menos 20 mil de las 56 mil hectáreas y producir 160 millones de litros de bioetanol por año)”.
El coordinador general de Maderas del Pueblo del Sureste subraya que la propuesta de su organización “es hacer caso a lo que dicen los ancianos: no hay que poner los huevos en una sola canasta. Lo primero es garantizar la soberanía alimentaria local y regional con el cultivo de maíz y frijol, y luego destinar una parte de la superficie a cultivos de tipo comercial. Bajo ciertas condiciones se puede tener palma en forma sustentable, que es una palabra prostituida, pervertida, porque hoy los políticos a todo lo llaman sustentable”.
No pensamos en la contaminación de largo plazo, que es la genética, pero es silenciosa, lenta e irreversible,porque una especie exótica generará cambios en el ecosistema de largo plazo. En la actualidad se habla de “desiertos verdes”, porque donde se siembra un monocultivo casi no hay aves ni insectos, porque tener una sola especie altera el ecosistema y la biodiversidad. La palma de aceite está generando un ecocidio terrible y no tiene nada de biocombustible, subraya Miguel Ángel García.