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Manipulación transgénica y de la verdad en EU

  • La FDA miente a su población sobre los riesgos de esta tecnología, afirma Steven M. Druker al presentar su libro en México, Genes alterados, verdad adulterada
  • Los científicos aceptan cada vez más posible riesgo para la salud y el ambiente del uso de transgénicos
  • La contaminación transgénica ya estaría ocurriendo en territorio mexicano, aunque de manera ilegal, afirma Druker

La manipulación genética, del conocimiento y de la ciencia en beneficio de un interés comercial puede resultar dañino para el medio ambiente y la salud. Es una conclusión a la que se llega cuando se revisa el libro Genes alterados, verdad adulterada, escrito por Steven M. Druker, premio Luxemburgo de la Paz.

El abogado afirma que el gobierno de los Estados Unidos, la Administración de Medicamentos y Alimentos​​ (FDA, por sus siglas en inglés) y científicos “connotados” actúan de manera inadecuada para que las trasnacionales oculten los riesgos a la salud que implican los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) y con su actuación contribuyen al “fraude más grande en la historia de la ciencia”.


Respecto a México donde la siembra experimental, piloto y comercial de maíz trangénico no esta autorizada, el experto señala que como lo denuncian muchos científicos de este país, la contaminación de los transgénicos ya estaría ocurriendo en territorio mexicano, aunque de manera ilegal.

El presidente estadounidense Donald Trump habla de riesgos en la frontera con México, pero “el verdadero riesgo cruza hacia México en forma transgénica, a través de semillas de maíz o de soya”.

Al ser consultado por www.imagenagropecuaria.com sobre la percepción de los estadounidenses en cuanto a los transgénicos, Steven M. Druker, expresa: “la FDA miente a su población en la medida que dicen que no hay ninguna diferencia entre alimentos transgénicos y los alimentos de la agricultura convencional. Sin embargo, desde 1992 hay una mentira respecto a este tema de parte de administración pública, los científicos vienen aceptando cada vez más sobre la presencia de los transgénicos y su posible riesgo para la salud y el ambiente”.

Señala que uno de los argumentos fundamentales de la comunidad científica para oponerse a esta tecnología es que la ingeniería genética implica modificar genéticamente un organismo vivo y esto puede llevar sustancias tóxicas o alergénicas y esto es un riesgo, porque se genera una recombinación genética.

La mayoría de los estadounidenses –asegura Druker– hasta hace unos cinco o seis años desconocían los riesgos e incluso la presencia de OGM en los alimentos, pero desde ese entonces empezó una concientización del alcance que estos pueden tener en los alimentos.

Durante una visita a México para presentar su libro en español, el científico afirmó que durante más de 25 años, “el gobierno de los Estados Unidos ha engañado al mundo sobre los riesgos de los alimentos genéticamente modificados; no sólo ha encubierto una gran cantidad de evidencia sustancial, también ha emitido declaraciones falsas y tergiversado muchos hechos clave. Esos engaños han sido esenciales para permitir que los alimentos transgénicos entren y permanezcan en el mercado. Si el gobierno hubiera dicho la verdad, la empresa de alimentos genéticamente modificados seguramente habría colapsado”.

“Hay un comportamiento irresponsable de la comunidad científica y de los reguladores gubernamentales”, subraya.

Hay tres conclusiones “convincentes” a las que Druker asegura haber llegado: la política biotecnológica de la FDA no se ha basado en la ciencia sino en ignorar la ciencia y como rutina, en tergiversar la verdad; la FDA se ha dedicado más a proteger la imagen de los alimentos GM que a proteger la salud de la población; la historia de la empresa de alimentos GM habría sido drásticamente diferente y probablemente muy corta si la FDA se hubiera comportado de manera responsable en vez de fraudulenta

Transgénicos conllevan riesgos anormales

En la reseña del libro que difundieron científicos y organizaciones civiles de México en este marco, se refiere que la FDA emitió una declaración de política sobre los alimentos transgénicos en 1992, mucho antes de que alguno estuviera listo para el mercado y también antes de que los reguladores en otras naciones tomaran posiciones oficiales. Esta declaración allanó el camino para la comercialización de estos productos al afirmar que había un consenso abrumador entre los científicos de que son tan seguros que se pueden comercializar sin ninguna prueba. (Druker, 2018: 160-163).

Sin embargo, agregan, la FDA encubrió el hecho crucial que sus propios científicos habían llegado a una conclusión opuesta. La opinión de sus expertos fue (a) que los alimentos transgénicos conllevan riesgos anormales, especialmente su potencial de efectos secundarios dañinos no intencionales que son difíciles de detectar y (b) que ninguno puede considerarse seguro a menos que haya pasado las pruebas capaces de detectar esos efectos, y está escrita en una serie de memorandos, (Druker, 2018: 153-156).

La existencia de las inquietudes del personal científico de la FDA está avalada por un memorando de la responsable de Normatividad que protestó porque la Agencia estaba “tratando de hacer pasar un cubo por un agujero redondo… al tratar de forzar la conclusión de que no hay diferencia entre alimentos modificados por ingeniería genética y alimentos modificados por prácticas de cruza tradicional”. Ella declaró: “Los procesos de ingeniería genética y de selección y cruza tradicional son diferentes, y según los expertos técnicos de la Agencia, conllevan riesgos diferentes” (Druker, 2018: 156), citan los científicos.

Según la publicación, los funcionarios de la FDA sabían que tampoco había consenso sobre la seguridad de los alimentos GM entre los científicos ajenos a la agencia, y esta falta fue reconocida por su Coordinador de Biotecnología en una carta a un funcionario de salud canadiense, donde admitió además que “la cuestión de la posibilidad de que algunas sustancias causen reacciones alérgicas es particularmente difícil de predecir”. (Druker, 2018: 161)

Sin embargo, en su declaración de política, la FDA expresó que “no tenía conocimiento de ninguna información” que demostrara que los alimentos transgénicos difirieran de los demás alimentos “de manera significativa”. (Druker, 2018: 160). A pesar del hecho de que en los años siguientes la agencia recibió amplia información adicional que demuestra las diferencias significativas, continúa afirmando la declaración manifiestamente falsa de que no tiene conocimiento de ninguna, indica la reseña.

En la presentación del libro, el doctor Antonio Turrent, reveló que “en la dieta en México el maíz provee 53% de calorías y 29 % de proteínas. Hay evidencia de que una fracción (no declarada por la industria nacional) de las 12 millones de toneladas importadas de maíz transgénico es añadida al maíz mexicano-no transgénico para producir harina de maíz que se consume como tortilla. La población urbana es la más expuesta a este riesgo, que no consideran Trump ni el gobierno mexicano.”

La dirigente de Semillas de Vida, Adelita San Vicente Tello, señaló que “En México se ha logrado detener la siembra de transgénicos para el consumo humano: tanto el cultivo de maíz geneticamente modificado, como el cultivo de soya transgénica se han suspendido en México por acciones juridícas impulsadas por la sociedad mexicana -sobretodo de las y los campesinos- que se han negado a que en el territorio se siembren estos cultivos; el algodón que, básicamente, se usa como fibra es el único cultivo transgénico a nivel comercial en nuestro país.

Considera que los datos de Steve Drucker “nos da los elementos para el siguiente paso: suspender las importaciones de cultivos transgénicos, en particular de nuestro alimento básico, el maíz, que se autoriza con los engaños que se documentan en el libro.”

 

 

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