Truticultura, bastión contra tala que deja cultivo de “oro verde” en Michoacán
REPORTAJE ESPECIAL.- Ernesto Perea, enviado
Zitácuaro, Michoacán.- Las truchas son salmónidos y nadan a contracorriente. Los biólogos Manuel y Citlali también. El agua fresca que escurre de los cerros cercanos, desde la zona de Reserva de la Mariposa Monarca, fue propicia para que ambos decidieran instalar una pequeña granja de trucha, cuyo entorno boscoso contrasta con el árido paisaje que deja la tala inmoderada de árboles endémicos que son sustituidos por plantaciones intensivas de aguacate que generan millonarias ganancias a empresarios mexicanos, quienes deslumbrados por la “fiebre del oro verde” ocasionan un impacto irreversible en el medio ambiente.
En una breve incursión por la zona se observan árboles derribados en las laderas y como los encinos arden entre las llamas para hacer carbón. Estas especies ni siquiera son aprovechadas por los lugareños como producto maderable, porque resulta poco atractivo, desde el punto de vista económico, frente a los altos precios del aguacate en el mercado de Estados Unidos y Asia. Hay una preocupación mayor para productores y gobierno mexicano: ¡Hay que satisfacer el paladar de los aficionados al Super Bawl –que demanda 100 mil toneladas del fruto*– y diversificar las exportaciones hacia Japón y China.
La presión por invadir más y más territorio con árboles de aguacate es tal que en los últimos cinco años el valor de una hectárea de tierra en este municipio se elevó de 200 mil pesos por hectárea a un millón de pesos, según habitantes consultados.
El atractivo por producir aguacate Hass no es menor: un solo árbol en producción genera mil pesos de utilidad y se plantan hasta 250 mil árboles por hectárea.
Pero hay quienes nadan a contracorriente, como el ahora truticultor Alfredo Hinojosa Narváez, dueño de la granja El Pozo, quien reconoce que antes se dedicaba a la tala de árboles, “mi papa vivió cuarenta años talando bosques”, pero cuando inició el cultivo de trucha estuvimos reforestando durante diez años y “ahora hay truchas en vez de talamontes”.
Durante un recorrido por Rincón del ahorcado, ubicado en Zitácuaro, municipio que colinda con el Estado de México, un área a pie de montaña donde se ubica la Reserva de la Mariposa Monarca, el acuacultor remarca que en el cultivo de trucha hallaron una forma tener ingreso y ahora cuidan los bosques. Incluso en el ejido San Andrés, donde brota el agua que sostiene la producción de trucha, los habitantes “nos apoyan con vigilancia del bosque”.
Alfredo, quien apenas terminó la educación primaria, expresa que con talar el monte obtienes dinero que ganas rápido, pero no te ayuda mucho; y con la trucha no ganas el gran dineral, pero es constante el dinero que llega de la producción.
Detalla que en su granja –que tiene ocho estanques, en apenas doce metros de largo– produce 12 toneladas al año.
El productor cuida otra granja de donde obtiene un ingreso adicional, que lo ayuda a mantener a su familia y enviar a su hijo a la preparatoria y “así no le batalle; hay que darle lo que nosotros no tuvimos para que estudie con ganas y no con hambre, porque como dice el dicho: las letras no entran cuando se tiene hambre”.
Granjas de trucha, la última resistencia contra la tala
Las granjas de trucha son el último bastión de resistencia contra la tala que se ha extendido por la fiebre del “oro verde” en este municipio, en especial en la parte baja de esta localidad.
Zitácuaro tiene 46 granjas en total, las cuales generan empleos directos e indirectos, es una actividad importante desde los ámbitos económico y social, además que el nivel nutricional de la población ha mejorado, resalta el biólogo Manuel Sarmiento, quien plática que las granjas de trucha surgieron hace 30 años con un programa de gobierno para sacar a los talamontes y darles una ocupación, una forma de vida y no le “pegaran” al bosque y funcionó en la parte que colinda con la zona de la Reserva de la Mariposa Monarca.
Solo en esta cuenca, detalla, existen 16 granjas y todos los truticultores fueron talamontes; y hoy cuidan el bosque. “Si hay un incendio lo combaten, porque su negocio depende del agua y sí no hay bosque no hay agua y las truchas no tienen un ambiente para vivir”.
Argumenta que hacen un uso sustentable del agua que se utiliza en las granjas, ya que no se consume, se regresa al medio ambiente y se va a regadíos agrícolas; además se cuida que el recurso este limpio, que no haya ningún tipo de contaminación porque “la trucha es el chillón de los pescados, porque no tolera pesticidas, fertilizantes, ninguna sustancia; sí los hay, se muere”.
Incluso, añade, para poder realizar su actividad cuentan con un no requerimiento de impacto ambiental que otorgan las autoridades y están avalados en buenas prácticas por el Senasica (Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria), que implica manejo de bienestar animal y manejo de residuos.
El biólogo considera este tipo de granjas es difícil de replicar porque el agua es un recurso muy competido y esta zona esta al límite de lo que naturalmente puedes producir. Puede tecnificarse con motores o aireaciones artificial, pero es más caro y aquí las personas son de escasos recursos.
Bastión de resistencia ecológica
Otro factor por lo que las granjas no han crecido es porque los lugareños no tienen interés y prefieren cultivar aguacate, en especial en Aputzio de Juárez, donde este cultivo ha crecido en forma exponencial durante los últimos cinco años, tiempo en el que se ha deforestado 90 por ciento de los bosques, estiman los especialistas consultados. Los árboles nativos son sustituidos por los de aguacate, que demanda uso intensivo de agroquímicos.
En este lugar se ubica el rancho piscícola Nemi, que crearon los biólogos Manuel Sarmiento y Citlali Gómez Lepe, quienes en apenas 10 hectáreas mantiene una superficie arbolada, que se maneja de forma sustentable y que fue reconocida por las autoridades como Área Natural Protegida Voluntaria. Es un pequeño bastión de resistencia contra la deforestación.
Dentro de esta área en un pequeño espacio se albergan los estanques donde se produce trucha. Cuenta con una sala de incubación para 250 y 300 mil huevos al año. A falta de insumo nacional, el material genético se importa de Dinamarca.
En el rancho también hay un pequeño invernadero con estanques donde se cultiva la rana-toro y se plantan árboles frutales, incluído el aguacate, que a diferencia del resto de los agricultores de la zona se cultiva en forma sustentable.
Especialistas consideran que si bien la tendencia de cultivar aguacate no se puede detener, sí podrían implementarse prácticas más amigables con el medio ambiente, porque incluso a los mismos industriales no les conviene que la opinión pública se ponga en su contra.
El biólogo Alfredo expone que otro problema es hay competencia del agua en esta región, que es el corazón del Sistema Cutzamala, de tal manera que se compite con la demanda por el vital líquido de la Ciudad de México, con los aguaceros y guayaberos. En el aspecto legal se exige una concesión pero la autoridad no la puede otorgar porque la cuenca tiene veda. Es decir, hay esta exigencia pero no te la dan, por ahora no cierran las granjas porque la ley tiene un vacío. “Hay una contradicción absurda”.
De acuerdo con datos del Gobierno del Estado de Michoacán algunos efectos directos e inmediatos que causa la remoción de la cobertura boscosa y el cambio de uso de suelo son: destrucción de microclima, erosión, sedimentación, mayor evapotranspiración, reducción de hábitat de una gran variedad de especies de flora y fauna, fragmentación de ecosistemas y contaminación por agroquímicos.
El consumo de agua –indica– en una huerta de aguacate es de 700 m3 al día por hectárea, mientras que en la producción de bosque se requiere 350 m3, es decir, el cultivo de esta fruta requiere el doble de recarga.
Marca colectiva de trucha
Una de las dificultades que enfrentan en comercialización de trucha es que las granjas son relativamente pequeñas, porque producen de 10 a 12 toneladas al año, volumen que no pueden vender a un supermercado. Por ello los productores crearon una asociación y cuentan con una marca colectiva, “Michin” (que significa pescado en náhuatl), y venden en conjunto a tiendas como Costco, a restaurantes y cuentan con distribuidores. Al año colocan entre 250 y 300 toneladas.
Manuel Sarmiento señala que la trucha es un mercado de alta calidad, es para cierto nivel socioeconómico y estamos desplazando al salmón. Esto tiene un punto a favor, porque se vende a buen precio y en forma directa y la mayor utilidad se queda en el productor no en el intermediario. Además, la trucha se abastece con menos de 24 horas de ser sacada del estanque.
En España –comenta– la trucha es más valiosa que el salmón, dado que en términos proteínicos es mejor y al ser de acuacultura no hay manera de contaminación como en el mar. Además estamos a 140 kilómetros de la Ciudad de México, por lo cual la huella de carbono es menor a la que genera traer salmón importado.
Alfredo Hinojosa manifiesta que iniciar el cultivo de trucha fue difícil, porque quienes no tienen granjas “seguían talando monte y les valía madre”.
En los caminos de terracería de este municipio aún escuchamos el eco de las voces de quienes expresaron: “talar bosques es un suicidio”.
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Aguacate crecimiento exponencial
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México alcanzó una producción histórica de un millón 997 mil 629 toneladas en 2017 y se consolidó como el principal productor en el mundo.
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De enero a noviembre del año pasado el valor de la exportación fue de dos mil 710 millones de dólares hacia EU, Europa, Asia, Australia, así como América Latina.
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El volumen que exportó ascendió a 894 mil 824 toneladas de aguacate a todo el mundo en la temporada 2016-2017, 42 mil 941 de las cuales se dirigieron a Japón. El país nipón es el tercer país más grande importador de aguacates de México.