Agronegocios

Lanzan MILPAIZ, marca colectiva para promover alimentos de la milpa

Tras un proceso de año y medio de gestiones ante el IMPI (Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial), organizaciones civiles mexicanas, con el respaldo de reconocidos expertos en medio ambiente y biodiversidad, obtuvieron el registro de su marca colectiva MILPAIZ que permitirá a pequeños agricultores, en especial indígenas, comercializar en mejores condiciones, incluso en forma directa, productos asociados a la milpa, como maíz, frijol, calabaza, chile, amaranto, quelites y diversas hortalizas.

La marca es un esfuerzo de la asociación civil Promaíz Nativo, que encabeza Amanda Gálvez Mariscal, quien expresó que  con la marca queremos poner nuestro “granito de arena” para mejorar la forma en que llegan los maíces al consumidor, dado que estos pequeños productores no tienen los medios para poder llevar sus productos a mejores mercados y obtener precios más justos. Los agricultores con frecuencia tienen que trabajar con acopiadores que mezclan todo y que no le dan una diferenciación a su producto. Esta distinción es lo trata de promover con la marca.

Durante su participación en la Expo Restaurantes –realizada del 12 al 14 de junio en el WTC–, donde se presentó la marca colectiva MILPAIZ, la también investigadora de la UNAM, destacó que se trata de revalorizar las plantas nativas asociadas a la milpa, que son muy importantes para la buena nutrición y salud de las personas, porque en un mundo global hoy comemos menos fibras y verduras; pero además de la alimentación, los cultivos nativos también son importantes para  afrontar problemas como el cambio climático –dada su adaptación a condiciones ambientales locales, se producen bajo condiciones adversas de baja fertilidad, suelos pobres y poca lluvia.

El objetivo de la asociación –recalcó Gálvez Mariscal– con este distintivo es que el circuito de comercio se haga más corto entre pequeños agricultores organizados y sus compradores. La marca MILPAIZ aplica a productos hortícolas, granos y semillas en bruto, productos agrícolas sin procesar como maíz, frijol, calabaza, chile, amaranto quelites y hortalizas.

Los maíces de colores que se cultivan en forma milenaria en México, tienen diferentes texturas, sabores y usos alimenticios, cada uno tiene sus especialidades, lo que les da un valor económico que debe llegar al productor, resaltó la experta Enriqueta Molina. “Como consumidores debemos valorar la labor de agricultor, de conservar y seleccionar de manera tradicional sus materiales por generaciones”.

Matizó que este tipo de maíces implica volúmenes pequeños de producción, pero se debe buscar que el productor organizado se apropie de mayor valor económico, ya que un maíz convencional cuesta 4 pesos; pero los maíces nativos, que no entran en el marketing global porque tiene características completamente diferentes, en campo se pagan de 10 y 12 pesos por kilo, pero a un restaurantero se lo venden hasta en 20 pesos.

La también asesora de Santamarina+Steta consideró que “se debe provechar que la cocina tradicional mexicana esta de moda y que se reconozca que un platillo se prepara con ingredientes que tiene un valor detrás, que se produce por pequeños agricultores en una zona que es centro de origen y biodiversidad, con calidad y características especiales”.

Producir calidad, no kilos por hectárea

El doctor José Sarukhán, quien estuvo presente en el acto, sugirió abrir esta información a toda la gente, hay que ir a los mercados, con quienes venden estos alimentos para que le digan a sus marchantes; porque aquí se puede “atascar” el propósito de esta asociación. Hay que conseguir los contactos, las formas, la plataforma que ayude a dar a conocer realmente de manera muy amplia este asunto.

Ante la inquietud de los presentes de que nuestro país es un importador de maíz amarillo, el experto Mauricio Bellon expuso que Estados Unidos nos vende maíz barato para uso industrial, que no vale la pena producirlo en México; “mejor que los costos ambientales de producirlo los paguen ellos y no nosotros”. No hay que preocuparnos tanto sobre el maíz que se importa, sino por seguir produciendo el que realmente es bueno para la alimentación.

En ese sentido, los expertos presentes coincidieron que se debe poner atención a los maíces de calidad y no solo a contar kilos por hectárea. Señalaron que el papel que se esperaría de instancias gubernamentales es seguir promoviendo proyectos de investigación en conservación y aprovechamiento de maíces nativos.

En el estudio de maíces nativos no esta todo dicho, es una “mina de diamantes” que tienen mucho potencial, porque finalmente los híbridos se obtienen de éstos. Esto nos tiene que importar por la conservación del medio ambiente, el cambio climático, e incluso desde el punto de vista de mejoramiento son la base y productividad. Sin embargo, no hay apoyos institucionales, expuso Enriqueta Molina.

La obtención de la marca MILPAIZ no fue un proceso fácil, ya que hubo oposición de las dos principales firmas de harina de maíz,  Minsa y Maseca, pero ahora los agricultores de pequeña escala contarán con un respaldo para comercializar mejor sus productos asociados a la milpa.

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De acuerdo con el IMPI “el uso de las marcas colectivas otorga a las asociaciones o sociedades que la solicitan no sólo la posibilidad de identificar sus productos o servicios en el mercado frente a los de su misma especie, sino da ventajas y beneficios a una colectividad organizada como:

  • Acceso a mercados de mayor demanda de productos con mejor calidad.
  • Son útiles para obtener financiamiento y apoyo del sistema gubernamental o privado ya que los productores están organizados.
  • Adecuadas para ser usadas por grupos de pequeños productores debidamente organizados.
  • Más competencia en el mercado para obtener el reconocimiento y preferencia de los consumidores.
  • Mejora la calidad de servicios y productos.
  • Medios de desarrollo de las comunidades y sociedades.
  • La marca colectiva identifica a la organización titular de ella y los productos o servicios de sus miembros.
  • Utilizadas bajo el control de la colectividad (autorregulación).
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