Ciencia y Tecnología

Políticas públicas deben considerar deformaciones del suelo y subsuelo

Las deformaciones del suelo en superficie y subsuelo deben ser monitoreadas por la comunidad científica para ayudar a impulsar políticas públicas que utilicen ese conocimiento y lo transformen en acciones de prevención y planeación en beneficio de la sociedad, consideró Dora Celia Carreón Freire, investigadora del Centro de Geociencias UNAM.

La organizadora del “Segundo Foro Nacional de las Geociencias”, que en esta ocasión tuvo como tema principal “Subsidencia del terreno en México, hacia una visión integral”, destacó: mediante el trabajo conjunto con tomadores de decisiones es posible impulsar que el conocimiento sea integrado en las políticas públicas, en reglamentos de construcción, planes de desarrollo urbano y en la modificación de la Ley de Aguas.

Carreón Freire reflexionó: “El paradigma de la gestión del agua subterránea radica en que no es posible seguir extrayendo agua del subsuelo de manera indiscriminada, la urbanización sin planeación, se impermeabilizan las zonas de recarga y se incrementa la concentración de agua urbana. Entonces no podemos seguir apostando a extraer cada vez más agua del subsuelo. Debemos cambiar de mentalidad y tener un nuevo concepto de gestión de agua”.

La especialista del Laboratorio de Mecánica de Geosistemas recordó que a partir de 2012 la mayoría de las personas viven en zonas urbanas, y se extrae sin medida el agua subterránea para que las ciudades crezcan. Sin embargo, el agua dulce es poca, toda vez que representa solo tres por ciento del líquido en la Tierra; de ella dos por ciento está en ríos, 11 por ciento en pantanos y 87 por ciento en lagos. Es decir, siete de cada diez vasos que bebemos proviene del agua subterránea en México.

Reportes de la Comisión Nacional del Agua indican que las cuencas del noroeste y el sistema Lerma-Chapala son de las que tienen mayor estrés hídrico en México, que se mide generalmente en porcentajes. Sin embargo, la cuenca del Valle de México tiene uno de los más altos que hay en el mundo, con 139 por ciento.

En su charla “Paradigma de la gestión del agua subterránea en México: la subsidencia vs el crecimiento de áreas urbanas”, apuntó que a pesar de que la mayor parte del consumo del agua subterránea es para la agricultura (76 por ciento), el abastecimiento público es menor (15 por ciento), el dedicado a la energía eléctrica es de cinco por ciento y la industria ocupa el cuatro por ciento; es decir, estamos cambiando de ser un país de población rural a netamente urbana.

Ejemplos de las afectaciones a la población, precisó, se aprecian en la Ciudad de México, Querétaro, Celaya, Toluca, Abasolo, Morelia y Salamanca, entre otras urbes, por lo que es necesario realizar estudios de estatigrafía superficial y cartografía en áreas afectadas por hundimientos y fracturas para la planeación de infraestructura urbana.

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