Convierten residuos orgánicos en composta
La composta producida en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, de la UNAM, a partir de residuos orgánicos generados en sus tres campus, ha logrado aceptación y demanda en el mercado para abastecer a los agricultores locales y público en general, con fertilizantes orgánicos a precios accesibles.
A pesar de los desafíos en la gestión de residuos, la secretaria de Posgrado e Investigación, Susana Mendoza Elvira; y el egresado del posgrado en “Ciencias de la Producción y Salud Animal”, Alejandro Vargas Sánchez, lideran la iniciativa.
En entrevista, Mendoza Elvira relató que este proyecto piloto surgió de la inquietud por aprovechar los residuos orgánicos generados: materia fecal de los animales del Centro de Enseñanza Agropecuaria y los restos de poda de los jardines, usualmente considerados basura, pues bajo un enfoque adecuado de tratamiento se vuelven recursos valiosos.
Además, se busca promover una cultura de aprovechamiento responsable y aplicar los principios de la economía circular dentro de la institución.
Hasta ahora han comercializado cinco toneladas: tres de rústica, con ayuda de César Garzón Pérez, académico de la Facultad; y dos de artesanal, con personas que tienen plantaciones de verduras y flores.
Por ello, se trabaja en el registro del sello que llevarán las bolsas del producto, que permitirá ingresos extraordinarios para la primera multidisciplinaria.
Otro de los beneficios es que enriquece la experiencia interdisciplinaria, ya que han participado estudiantes de Ingeniería en Alimentos, Ingeniería, alumnas y alumnos de maestría y doctorado, demostrando el potencial de abordar situaciones complejas mediante enfoques innovadores y colaborativos.
Cerrar un ciclo de vida
El compostaje es una técnica ancestral que ofrece una solución efectiva y sostenible para gestionar los desechos orgánicos en la actualidad (restos de comida, desechos de jardín, heces fecales, incluso organismos en proceso de descomposición), combinando una proporción equilibrada de elementos verdes ricos en nitrógeno y marrones ricos en carbono.
A partir de 2010, Alejando Vargas ha dirigido líneas de investigación pioneras en el proceso de compostaje. Su enfoque se centra en la degradación de materia orgánica para producir compost de alta calidad, el cual es crucial para el mantenimiento y fortalecimiento de las tierras. Estos esfuerzos abordan la gestión de residuos y promueven prácticas sostenibles para la agricultura y el medio ambiente.
En entrevista explicó que actualmente este proceso lo realizan en el Centro de Asimilación Tecnológica de la Facultad, donde seleccionan los materiales que después disponen en capas alternas en un área específica, como una compostera o montón, en el que entran en juego los microorganismos activadores que acelerarán la descomposición.
“La aireación y humedad adecuadas son cruciales para el éxito del compostaje”, ya que voltear periódicamente el montón oxigena los microorganismos, mientras que mantener una humedad constante simula una esponja y se origina un ambiente óptimo para la descomposición, abundó.
Los protagonistas de este método son los microorganismos: bacterias y hongos, que desintegran los materiales orgánicos en compuestos más simples. Esta actividad metabólica genera calor, de tal manera que se eleva la temperatura interna del montón y se acelera la descomposición. Con el tiempo, los materiales se transforman en compost maduro, de aspecto oscuro, aroma terroso y textura similar a la tierra.
El producto composta final es un recurso valioso que enriquece el suelo de jardines, huertos y áreas verdes, porta nutrientes esenciales, mejora la estructura del suelo, aumenta su capacidad para retener agua y promueve el crecimiento saludable de las plantas.
“El compostaje cierra el ciclo de vida de los materiales orgánicos, reduce los desechos y contribuye a la salud del medio ambiente de manera significativa. Es una práctica que nos conecta con la tierra y nos muestra el poder de la naturaleza para regenerarse a sí misma”, apuntó el experto.
Acción urgente y coordinada
La gestión de residuos sólidos representa un desafío ineludible en México. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2022 se generaron, en promedio, 145 mil 160 toneladas de basura cada día y, de manera alarmante, 8 por ciento de los municipios carecen de servicio formal de recolección de desechos, déficit que conduce a prácticas inadecuadas de disposición, razón por la cual los tiraderos a cielo abierto son la opción predominante.
Este escenario plantea, además de riesgos ambientales y de salud pública, desafíos socioeconómicos significativos, por lo que enfrentar esta problemática exige una acción urgente y coordinada que abarque desde políticas públicas efectivas hasta la sensibilización y participación de la comunidad.
De manera particular, es importante señalar que la acumulación de basura orgánica afecta la estética del entorno y desencadena una serie de impactos ambientales y de salud:
La descomposición de materia orgánica en vertederos emite gases como metano y dióxido de carbono, lo que intensifica el efecto invernadero y la contaminación atmosférica; los lixiviados liberados pueden contaminar las fuentes de agua potable cercanas, poniendo en riesgo la salud pública; la presencia de plagas, como moscas y roedores amplifica el problema, junto con los desagradables olores; además de que la biodiversidad se ve amenazada con la alteración de hábitats y la contaminación de suelos y cuerpos del vital líquido.
Alternativa ecoamigable
En un futuro, los académicos tienen el objetivo de explorar el compostaje de cadáveres de animales como una oportunidad de gran impacto; sin embargo, están conscientes de que este desafío requiere de investigación y del desarrollo de descomposición controlada, debido a que la seguridad sanitaria y la gestión adecuada de olores y lixiviados son aspectos críticos que deben abordarse de manera óptima.
Es importante señalar que esta iniciativa, además de buscar la generación de ingresos adicionales, demuestra los beneficios de esta práctica sostenible, ya que el compost resultante, de alta calidad y lleno de nutrientes, es una alternativa ecoamigable a los fertilizantes químicos, promoviendo así la salud del suelo y el crecimiento de plantas vigorosas.
Fuente: UNAM/DGCS