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Los huracanes son inevitables, las catástrofes no

El huracán Beryl, el más potente registrado en junio en el Atlántico, fue un poderoso recordatorio de cómo un solo ciclón tropical que toca tierra puede hacer retroceder años de desarrollo. Este huracán se vio impulsado por las cálidas temperaturas de los océanos y se intensificó rápidamente, un fenómeno cada vez más frecuente como consecuencia del cambio climático.

Pero entre la catástrofe también emergen algunos éxitos: se perdieron menos vidas a causa de Beryl en comparación con huracanes anteriores, como el huracán María en 2017. Este fue el resultado de años de inversión en el fortalecimiento de los sistemas de alerta temprana por parte de las naciones del Caribe y del apoyo de organismos regionales e internacionales.

En un artículo de opinión publicado en el periodico Trinidad & Tobago Guardian, Kamal Kishore, de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, Elizabeth Riley, de la Agencia Caribeña de Gestión de Emergencias por Desastres (CDEMA), y Celeste Saulo, de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), hacen un llamamiento para continuar los esfuerzos para fortalecer los sistemas de alerta temprana de riesgos múltiples en el Caribe, y alcanzar así los objetivos de la iniciativa Alertas Tempranas para Todos para 2027.

Debemos seguir reforzando los sistemas de alerta temprana de riesgos múltiples en el Caribe, a través de esfuerzos como el recientemente anunciado proyecto de Sistemas de Alerta Temprana de Riesgos Climáticos (CREWS, por sus siglas en Ingles) Caribe 2.0, si queremos alcanzar los objetivos de la iniciativa Alertas Tempranas para Todos a finales del año 2027.

Sin embargo, aunque las muertes por catástrofes siguen una tendencia a la baja, el coste de esto desastres naturales es cada vez mayor. El aumento de los costes sociales y económicos es un problema al que se enfrentan todos los países, pero que se deja sentir con mayor intensidad en los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID).

Un estudio del Global Center on Adaptation ha demostrado que las infraestructuras resilientes pueden generar hasta 12 dólares por cada dólar invertido.

A pesar de este gran rendimiento de la inversión, la financiación, incluida la de la recuperación resiliente, es una carga para muchos países en desarrollo, especialmente los citados estados insulares, que ya están cargados con grandes deudas y tienen un espacio fiscal limitado.

Por ello, los países desarrollados deben cumplir las promesas que hicieron de duplicar la financiación para la adaptación al clima hasta al menos 40,000 millones de dólares anuales para 2025 y capitalizar adecuadamente el Fondo de Pérdidas y Daños.

Esto es justo teniendo en cuenta que países como los del Caribe son los que menos han contribuido a crear la crisis climática, pero siguen pagando los mayores costos.

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