En ríos de la frontera sur no existen acuerdos de cooperación para su gestión compartida

Parte de las fronteras en el sur de México están atravesadas por tres grandes ríos: el Usumacinta, el Hondo y el Suchiate, cuyas corrientes cambian, crecen, desaparecen y regresan, y no solo cruzan la selva, sino que marcan la división con Belice y Guatemala y sus tratados solo determinan los límites territoriales entre un país y otro.
A diferencia de aquellos del norte del país estos afluentes dividen países y, aunque existen acuerdos que fijan sus límites, como el Tratado Herrera Mariscal, suscrito en 1882 con Guatemala, y el Tratado Spencer Mariscal de 1893 con Belice, no hay pactos de cooperación para su gestión compartida.
Los investigadores Edith Françoise Kauffer Michel, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Sureste y Antonino García, docente de la Universidad Autónoma Chapingo en su sede de San Cristóbal de las Casas, también señalaron que los tratados vigentes son bilaterales, pero no regulan el uso, conservación ni distribución equitativa del agua entre naciones vecinas.
En las fronteras con Guatemala y con Belice se tienen problemáticas e historias particulares, con impactos diferenciados por cómo los países se relacionan en torno al agua en esa región, señaló la doctora Kauffer Michel.
“Cuando hablamos de la frontera sur desde una visión mexicana, administrativamente nos referimos a los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, y en esta región hay muchísima agua, que no necesariamente se refleja en la disponibilidad que tienen por habitante, problemática que tiene que ver más con cuestiones de política pública”, recalcó.
Es una pena la falta de acuerdos entre los países fronterizos del sur, ya que cuando suceden accidentes o desgracias nadie se hace responsable.
La especialista citó el caso del derrame de palma de aceite de un ingenio guatemalteco en el río La Pasión, cuyo cauce desemboca en el Usumacinta. En ese caso toda la contaminación fluyó hacia México y nadie se hizo responsable ni hubo consecuencias políticas o económicas.
En la relación entre ambos países no hay tratados ni acuerdos que regulen las aguas compartidas, entre otras razones porque una parte conservadora de guatemaltecos considera que nuestro país le robó una parte de su territorio y, por lo tanto, es un elemento que históricamente hace que cada vez que hablamos de frontera se tensen las relaciones. Si bien no es un conflicto abierto, sí está latente.
“Hay que recordar que, en particular, en la proporción de la frontera entre México y Guatemala de casi mil kilómetros tenemos dos ríos internacionales que forman la frontera: el Suchiate y el Usumacinta, y en este último caso son más de 300 kilómetros, lo que conforma una parte importante de esta división territorial; por eso hablamos de fronteras de agua”, subrayó la especialista en temas políticos relacionados con el agua en el sur de México y en Centroamérica.
Se debe considerar que, en estas condiciones, es muy difícil negociar un tratado, además que Guatemala siempre ha tenido una posición –no solamente con México, sino con todos sus vecinos en materia hídrica, es decir, con Belice, con Honduras y con El Salvador– de no querer firmar acuerdos. Se cree que esto obedece a que se encuentra en una posición ventajosa, porque está en la parte alta de todas las fronteras con respecto a los cuatro países vecinos.
En el Usumacinta hay una escena que se repite todos los días; mujeres guatemaltecas lavan la ropa, se bañan, y recogen agua directamente del río. Del lado mexicano, el agua llega por tubería hasta las casas. Una misma fuente, dos accesos muy distintos.
En el río Hondo, que traza la frontera con Belice, el agua separa, pero también une. Su cauce atraviesa zonas rurales donde el líquido es parte de la rutina, ya que se usa para sembrar, para cocinar, para la vida cotidiana.
En algunos tramos, las personas cruzan de un lado a otro de la frontera, sin puentes ni vigilancia. En el río Suchiate, que divide a Chiapas de Guatemala, la frontera es tan móvil como el torrente que la demarca. El cauce cambia con cada temporada. En la época seca, se estrecha, durante las lluvias se desborda y arrastra con fuerza. Cuando el río crece, interrumpe actividades agrícolas, comerciales y de paso. Las inundaciones afectan a quienes viven en sus márgenes y a quienes están de paso.
Las actividades que desarrollan las comunidades en las zonas ribereñas son parte de su cosmovisión, de cómo perciben el agua. “Por ello necesitamos hablar de las aguas desde un enfoque mucho más integral, donde la cuenca nos permite hacer esa integración de elementos naturales de suelo, flora, fauna, actividades humanas en general, y un componente político”, precisó Jonathan Gómora Alarcón, estudiante de doctorado en Relaciones Internacionales por la UNAM, al participar en el programa AguaCERO, que transmite UAM Radio 94.1 FM.
La Comisión Internacional de Límites y Aguas es el organismo encargado de buscar acuerdos, sin embargo, solo se ha logrado ciertas negociaciones que no alcanzan la categoría de acuerdos ni mucho menos tratados para determinar responsabilidad sobre los cuerpos de agua entre México y Guatemala, mientras las poblaciones locales intercambian cultura y vivencias alrededor de estos afluentes, puntualizó.
Fuente: UAM