Trucha arco iris, buen color acuícola
Los productores de este sitio abastecen gran parte de la trucha que hay en La Marquesa, uno de los sitios más conocidos por los habitantes del centro de México, donde la granja piscícola El Truchón es una de las opciones para degustar esta especie, pero también para practicar la pesca deportiva y realizar otras actividades recreativas.
El biólogo Alfredo Aranda Ocampo, director de acuicultura de la entidad, destaca que de 1999 a 2006 esta actividad en el Estado de México ha tenido una tasa de crecimiento superior a 5.2 por ciento, al pasar de 5,600 a 7,300 toneladas. Este comportamiento, considera, se debe a una mayor participación de los productores en la creación de unidades de producción intensiva. Pero el potencial de crecimiento es grande, pero se requiere lograr la eficiencia de las unidades de producción intensiva por medio de técnicas modernas de enfriamiento de agua y oxigenación.
El valor de la producción primaria es de 300 millones de pesos, pero si se agregan todos los lugares de atención al público, donde hay un valor agregado, la cifra se incrementa al doble. El gobierno de la entidad destina 10 millones de pesos anuales a la promoción de la acuicultura, que con recursos federales suma 17 millones pesos.
Rancho Feshi
Al término de un recorrido por algunas granjas acuícolas del Estado de México, allá en Amanalco, Abraham Arista Pérez, hombre sencillo y directo en su hablar, se disculpa con los visitantes por las travesías que tuvieron que librar para arribar a Rancho Feshi, unidad acuícola orgullo de este campirano y sus socios que crían trucha y ofrecen servicios de restaurante, además de baños de temascal o cabañas para acampar en este frío lugar.
“Nuestra producción es poca, unas 35 toneladas de trucha por ciclo, que son unos diez meses”, explica con voz pausada este hombre que desde hace 20 años trabaja en el lugar, donde no había nada.
“Lo que queremos es que el campesino vea que no necesitamos las grandes extensiones de terrenos, ni los grandes capitales; nosotros empezamos a trabajar con las uñas, sin nada. Todos los árboles de este pequeño vallecito que ven —señala alrededor de los estanques donde se crían las truchas— los sembramos nosotros. Hay un arroyo que no ha sido contaminado. Vemos que la ecología ni siquiera es trabajo lograrla, se lleva nada más con voluntad y un poco de respeto a la naturaleza.”
Para algunos reporteros llegar hasta acá no era necesario, sobre todo por el tiempo —esa prisa capital que nos bruma a los citadinos— y ese sinuoso camino. Pero de la actividad que aquí se desarrolla viven 30 familias, la mitad dueñas de la microempresa. Detrás de una trucha, por ejemplo, a la mantequilla, está el ingreso de la comunidad. Los productores de trucha quieren ir más allá y proyectan emplear hasta 45 personas, “queremos producir empleos”, dice con orgullo Arista Pérez.
Rancho Feshi vende 50 por ciento de su producción a un restaurante de la zona, otro 25 por ciento lo consumen los visitantes a este apartado rincón, rodeado de árboles y donde se respira tranquilidad. El resto de su pescado lo quieren empacar al alto vacío para comercializarlo por medio de las tiendas de autoservicio.
La Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) lo está apoyando con la empacadora al alto vacío para industrializar la trucha y venderla a mejor precio y “ser la punta de lanza para los demás productores que producen trucha; que los intermediarios no ganen más que el productor”. La planta está por operar en más o menos un mes.
El Truchón
El acceso a El Truchón es más sencillo. Está en el kilómetro 15 de la carretera México-Toluca. Juan Juárez Madero, representante de este grupo, una sociedad de solidaridad social, destaca que la comunidad encontró en la cría de trucha una forma de obtener ingreso, combinándola con la pesca deportiva y actividades que ofrecen a los turistas como montar a caballo, caminar por la montaña, rentar cuatrimotos.
La cooperativa está integrada por 15 personas y se benefician otras 75 por los servicios adicionales que aquí se brindan. La actividad ha crecido y mensualmente se obtiene una tonelada de trucha.
Es un buen negocio en el sentido de que hay ventas, las utilidades nos las repartimos con los 15 socios. De cada peso la ganancia es de 50 centavos, asegura Juan Juárez. La inversión en cuatro años suma unos 750 mil pesos.
Los truticultores señalan algunos pendientes que existen para mejorar su actividad, como tecnificar las instalaciones, usar bien el recurso agua y sanear la que se contamine, ya que no cuentan con plantas de tratamiento. Para esto se requieren mayores apoyos gubernamentales.
Planta de procesamiento
Con el propósito de cerrar la cadena de valor de la trucha, existe una planta procesadora de pescado que cuenta con tecnología europea, que deshuesa y procesa el producto. La capacidad de procesamiento es de ocho toneladas por turno.
La planta cuenta con certificado de buenas prácticas de manufactura del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), lo que garantiza un producto inocuo y sano, un prerrequisito para el HACCP (Hazard Analysis Critical Control Point), prerrequisito para exportar hacia Estados Unidos.
Así lo explican Manuel Alazraki, socio de la empresa integradora, y Salvador Escalante Coronel, gerente de operación, quienes apuntan que desde hace cinco meses procesan salchicha de pescado, principalmente de trucha. Destacan que es un producto difícil de encontrar en América Latina, aunque en Asia sí es posible hacerlo. Este producto, además, no necesita refrigeración y tiene una vida de anaquel de seis meses.
La salchicha convencional contiene entre 7 y 8 por ciento de proteína, mientras que la de pescado de 15 a 16 por ciento. En la actualidad se proporciona de manera gratuita, por conducto de Diconsa, a personas vulnerables de la sociedad que no cuentan con una alimentación suficiente. Es un proyecto avalado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Más adelante piensan lanzarla al mercado a bajo costo. Por lo pronto, en Estados Unidos y China hay interesados en el producto.
La materia prima la traen del rancho truchícola El Pedregal, único que tiene un reconocimiento de México Calidad Suprema.
La idea de este tipo de plantas es cerrar la cadena y dar valor agregado al trabajo que realizan los productores en las granjas trutícolas.