Chicle orgánico maya deleita paladares europeos y beneficia comunidades chicleras
Una porción de la selva tropical mexicana mueve las mandíbulas de miles de europeos. Calma sus ansias, estimula su creatividad y mejora su digestión. El Consorcio Chiclero consolida su marca Chicza (chicle de zapote), una goma de mascar cien por ciento natural y certificada como orgánica.
El lanzamiento de este producto al mercado inició hace tres años, se comenzó a vender el producto en Europa, principalmente en Alemania, que es el país con mayor consumo de productos orgánicos, refiere David Aldrete, responsable de la comercialización del organismo, conformado por 56 cooperativas, que agremian a 2 mil chicleros.
En entrevista con Imagen Agropecuaria explicó que el consorcio cuenta con más de 1.3 millones de áreas certificadas por Certimex para la extracción del chicle orgánico en la región de la selva tropical de los estados de Quintana Roo y Campeche.
El árbol de chicozapote (Manilkara zapota ), del cual se obtiene el látex para hacer la goma de mascar, se extendía por toda la selva de las entidades antes mencionadas, además de Chiapas, Tabasco y Veracruz; pero debido al crecimiento urbano y la apertura de la frontera agrícola, hoy día sólo se produce la resina sólo en ciertas zonas del territorio mexicano, además de Guatemala.
Sin embargo, subraya Aldrete, el chicle que hoy se extrae en territorio guatemalteco es de mala calidad; la mejor resina se obtiene en los cultivos de Quintana Roo y Campeche. Esto en gran medida debido a la incorporación de buenas prácticas y manejo sustentable de las áreas de extracción.
Por eso, presume que la alta calidad y cualidades orgánicas del Chicza los sitúa en la cima del mercado de los productos de esa clase, sin competencia alguna.
Elevan ingreso con transformación del chicle
Antes los chicleros vendían sólo la materia prima, pero con la decisión de transformar el chicle en goma de mascar y comercializarlo en paquetes de cartón –en sabores como menta, limón y hierbabuena– significa un ingreso seis veces mayor para un chiclero.
El Consorcio Chiclero –que administra producción, logística, finanzas y comercio de esta goma de mascar– procesa más de 150 mil unidades –un contenedor– de chicle cada seis meses, de las cuales100 mil se exportan al mercado europeo. Su principal destino es Alemania, donde se colocan alrededor de 40 mil unidades cada mes, España e Inglaterra consume más o menos la mitad y otro poco se envía a Italia.
Además, cada seis meses se manda un contenedor con 100 mil unidades de chicle a Inglaterra, donde se encuentra su centro de logística, y desde ese punto se surten todos los pedidos de la eurozona.
En el mercado nacional apenas se venden 20 mil unidades por año. Esto tiene que ver, apunta el responsable de área de comercialización de Chicza, con que en México no está muy desarrollada la conciencia o cultura de los productos orgánicos y no se paga ese valor agregado.
El consorcio sigue trabajando en la apertura de nuevos mercados, como el de Estados Unidos. Ahí se encuentran realizando pruebas comerciales, tanto en la costa Este, como en la del Pacífico. No obstante, el producto ya se puede comprar en varios establecimientos de los estados costeros de la Unión Americana.
Impacto ecológico y social
Una gran diferencia entre el chicle natural que el consorcio chiclero produce y uno sintético de las grandes empresas chicleras globales es la sustentabilidad y la conservación de la selva y bosques mexicanos; así como la generación de empleo para la población rural de la zona maya. Además, el segundo se produce a base de polímeros a base de petróleo y no es biodegradable.
Las personas que se dedican a la extracción del chicle tienen la responsabilidad de cuidar la selva y preservar los arboles, porque son su fuente de trabajo, expresa David Aldrete.
La empresa apoya a las mujeres de las zonas ejidales aledañas al centro de producción, ya que se les contrata para que empaquen el producto de forma manual y, de esa forma, mejoren sus ingresos.
Cada temporada se llegan a registrar con la compañía hasta dos mil personas que se dedican a la extracción de la resina de chicle. Cada chiclero es un socio, y junto con otros inversionistas se conforma la sociedad cooperativa.
Tradición ancestral maya
De acuerdo con el sitio web del consorcio, el cultivo del chicozapote en las selvas tropicales del sureste mexicano es tradición viva de la cultura maya. La goma base natural continúa obteniéndose como lo hacían nuestros ancestros al hervir el látex del árbol de chicozapote.
Explica que la savia se extrae de árboles de chicozapote –que llegan a medir más de 30 metros de altura–, haciendo cortes superficiales en forma de Z sobre la corteza para que el líquido escurra hasta una bolsa colocada en la base. Cada árbol rinde de tres a cinco kilos por cosecha y, si bien esta práctica no los daña –algunos pueden vivir hasta más de 300 años-, es necesario dejarlos descansar de seis a siete años antes de volver a extraer la savia.
Luego, el látex líquido se hierve para deshidratarlo y obtener una pasta pegajosa que se estira, amasa y moldea en marquetas, que se solidifican al enfriarse. Cada marqueta lleva la marca chiclero que la elaboró, dado que el manejo sustentable de la selva tropical está certificado por el FCS (Forest Stewardship Council ) y estas marcas contienen información relevante que va desde la identidad del chiclero hasta la ubicación exacta del árbol cosechado.
El chicle se derrite junto con ceras naturales antes de convertirse en la goma base. Aún caliente, se endulza con productos orgánicos como el jarabe de agave, muy sano por su bajo índice glicémico, y se le añaden sabores naturales, luego se compacta y moldea en tiras de goma de mascar.
Así los productores de chicle natural maya biodegradable sobreviven en un mundo donde predomina lo sintético.