Cooperativas de cafeticultores, alternativas para superar pobreza rural*
Los productores de baja escala enfrentan abusos por parte de coyotes e intermediarios que les compran sus cosechas a precios sumamente bajos, pero ante la falta de infraestructura de almacenaje y de canales apropiados de comercialización, se ven en la necesidad de venderles.
Los cafeticultores son un claro ejemplo de este problema, sin embargo, la Asociación de cooperativas de pequeños productores de café de Nicaragua (Cafenica) ha logrado abatir este problema a través de una mejor integración de la cadena de comercialización del café en ese país.
Esta organización de los cafeticultores permitió que en los últimos 20 años las cooperativas de café en Nicaragua incrementarán su participación en las exportaciones totales del aromático, al pasar del uno por ciento en 1990 al 20 por ciento en 2011.
Invirtieron en la construcción de beneficios secos, centros de acopio y laboratorios de catación; desarrollaron la producción orgánica, redefinieron la asistencia técnica y organizaron servicios de crédito para garantizar el acopio del café. Este empuje hacia la calidad es refrendado por los precios, ya que las cooperativas perciben un sobreprecio por su café de entre 15 y 20 dólares, con respecto al precio promedio del país.
La celebración de alianzas estratégicas entre organizaciones de productores de primer nivel o de baja escala, permitieron la creación de cooperativas de segundo nivel. El siguiente salto fue la constitución de organizaciones de tercer nivel, siendo la más emblemática Cafenica, que emerge no como un gremio, sino como una entidad “facilitadora de procesos”, aglutinando a la mayor parte de las cooperativas de segundo nivel.
En la actualidad esta asociación reúne al 30 por ciento de todos los pequeños productores de café del país, explica Martha Estela Gutiérrez, integrante de la Cafenica.
A la par de los cambios organizacionales, se replantearon las nuevas metas de los productores. Pues en los años ochenta se hablaba sólo de producir; en los años noventa el foco estaba en exportar y procesar, y en el presente se habla de perfiles de taza, eventos promocionales, representatividad e incidencia política del sector, refiere Martha Estela.
En su evolución, las cooperativas fueron dejando atrás la lógica del café como algo estándar y tomaron la ruta de la calidad y diferenciación del producto, tanto en sus atributos (aroma, fragancia, dulzura, limpieza, etc.), como en su procesamiento y comercialización.
El desafío, asegura, es seguir abriendo caminos y trabajando un nuevo pensamiento hacia adentro, hacia otras cooperativas, hacia el sector privado y hacia el Estado, promoviendo que las instituciones y organizaciones del país funcionen a favor de los pequeños productores e incidiendo a nivel del mercado internacional, en temas relacionados con el comercio justo, negociaciones de precios y calidad, así como el establecimiento de vínculos entre café y cambio climático.
Además del fomento de la diversificación desde las fincas hasta las exportaciones, para reducir la pobreza y la vulnerabilidad de las familias de pequeños productores que viven del café.
*Colaboración especial del Rimisp–Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural
Contacto: mmaureira@rimisp.org