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Alianzas de pequeños productores rurales para influir en los poderosos

Mónica Maureira M.*

ESPECIAL PARA www.imagenagropecuaria.com

Requieren alianzas para a acceder a mercados y reducir vulnerabilidades, experto.

Santiago de Chile.-Pavel Isa, investigador del proyecto Alianzas para el Empoderamiento Económico, investigador sostiene que con alianzas estratégicas, los pequeños productores pueden acceder a mercados externos de forma sostenible, ser más eficientes en atender la volatilidad de los precios de los alimentos, enfrentar entornos internacionales inestables, protegiendo a la población en condiciones de más vulnerabilidad.

Reflexionar sobre los entornos donde se insertan las pequeñas unidades productivas rurales, es el reciente desafío del proyecto Alianzas para el Empoderamiento Económico (AEE) de Rimisp. Se trata de analizar qué normas e instituciones impiden a estas unidades económicas explotar mejor sus potencialidades, aprovechando factores como las economías de escala en colectivo, acceder a créditos, aprender y lograr mejoras tecnológicas, y más acceso a agua y tierras. Algunos de estos elementos son críticos para incrementar los rendimientos productivos y mejorar los vínculos con mercados. En este contexto, son los pequeños productores los llamados a conocer estas realidades para influir en ellas, estableciendo estrategias de alianzas para potenciar y desarrollar capacidades de negociación e incidencia y así incidir en las tomas de decisiones, en los entornos inmediatos, externos y ampliados http://www.rimisp.org/noticia/dime-cual-es-tu-entorno-y-te-dire-que-tan-lejos-puedes-llegar/

Para el investigador del proyecto AEE Pavel Isa, además de conocer sus entornos, las pequeñas unidades productivas rurales deberían considerar los aprendizajes que dejan otras experiencias de empoderamiento económico. Sostiene que estos son vitales para las estrategias de cambio. Las alianzas se configuran con el objetivo de impulsar el diseño y la implementación de políticas públicas, que facilitan los procesos de transformación, que promueven asociatividad y que generan un ambiente amigable para cambiar las formas de hacer negocios y relacionarse con el sector privado.

No obstante, Isa advierte que es mucho más efectivo avanzar en las transformaciones cuando se parte de una experiencia concreta, donde los cambios internos en las pequeñas unidades productivas rurales ya son tangibles al igual que en el entorno inmediato. “Es decir, cuando ya los colectivos de pequeñas unidades productivas han demostrado capacidad y compromiso con el cambio, cuando pueden presentar resultados concretos e innovaciones en su plataforma tecnológica, vinculación a nuevos y más dinámicos mercados. Cuando hay evidencia de fortalecimiento organizacional y un giro ventajoso en la forma de relacionarse con sus socios directos, sean estos clientes o proveedores”.

El investigador hace énfasis en el rol crucial que tienen las alianzas con otros actores fuera del entorno rural. Se refiere de aquellas que procuran la promoción de políticas macroeconómicas (entorno ampliado) que favorecen el crecimiento por sobre temas como la estabilidad de precios. Se trata de alianzas que al mismo tiempo den seguridad en el acceso a mercados externos de forma sostenible, contribuyendo a amortiguar los efectos de un entorno internacional inestable, a proteger a la población en condiciones de más vulnerabilidad y a “disciplinar a los más poderosos. En entornos amplios, el papel de las alianzas es articular la diversidad de actores que comparten objetivos comunes. Se trata de impulsar una agenda de mayor alcance, lo que supone un esfuerzo de similar calibre. El sector manufacturero y el sector laboral, por ejemplo, serían potenciales aliados en esa agenda”, explica Isa.

Protagonismo, pero con límites

Cómo llegar a que la pequeña producción sea agente y protagonista de transformaciones en las economías rurales es todo un reto y uno de los centros de atención del Proyecto Alianzas para el Empoderamiento Económico. Pavel Isa sostiene que para que esto sea factible debe haber un proceso de convicción interna de que las transformaciones son posibles; viables incluso en un ambiente hostil. “Cuando eso sucede, cuando los cambios empiezan a ocurrir y se empieza a mover el engranaje, cuando se rompe la inercia y se puede mostrar innovación, se abren las posibilidades de transformar los entornos, y por lo tanto, la economía rural en su conjunto; el escenario que se abre es más promisorio. Lo que sigue es construir poder colectivo; alianzas que impacten las políticas públicas y la cultura de negocios”.

En el proceso de transformación y configuración de alianzas, junto a las pequeñas unidades productivas rurales, el papel del Estado es muy relevante. Por su liderazgo “natural”, el poder que ostenta y las acciones que implementa; todas de gran alcance e impacto en el largo plazo. Lo anterior no significa restar méritos a las iniciativas económicas rurales de menor tamaño y la de otros actores. Por el contrario. “Las propias organizaciones de pequeña producción rural (agrícola y no agrícola) deben también jugar un papel protagónico porque son sus integrantes quienes aprenden y cambian, transforman sus prácticas productivas, comerciales, de gestión, de organización y sus prácticas políticas. Finalmente, son ellas las que ejercen liderazgos locales e incluso nacionales. A su vez, las ONG tienen un rol accesorio, de apoyo, y pueden ejercer liderazgos en iniciativas concretas de innovación así como en la articulación de apoyos externos, locales o internacionales”, explica Pavel Isa.

Pequeños productores para grandes incentivos

El investigador del proyecto AEE, Pavel Isa dice que hay información suficiente que evidencia cómo los procesos de cambio de las pequeñas unidades productivas rurales les permiten ser agentes confiables para el abastecimiento de alimentos de forma oportuna y con calidad. Ello prueba que deberían ser “atractivas” para las grandes empresas, insertas en una economía más globalizada. Si la demanda mundial de alimentos y commodities crece (tal y como se proyecta) articularse con la pequeña producción se convierte en una alternativa viable que le permitiría a las grandes empresas procesadoras y/o comercializadoras de alimentos, asegurarse una fuente de abastecimiento.

Todos ganan. Isa sostiene que si las grandes empresas advierten esos cambios y se comprometen a participar en ellos también ganarían. Se pregunta sobre cuál es el modelo más adecuado para que las grandes empresas y la pequeña producción se vinculen, compartiendo los beneficios de manera justa en la cadena de valor. “El incentivo para la pequeña producción sería el aseguramiento de mercado a través de contratos estables y potencialmente mejores precios. Por su parte, además de asegurarse de proveedores confiables de productos convencionales, otro incentivo para las grandes empresas es abastecer el creciente (aunque todavía limitado) mercado de productos orgánicos, agroecológicos y de comercio justo. La pequeña producción parece tener ventajas en este tipo de producción”, ejemplifica Isa.

No hay recetas únicas

Respecto de cuál es el mejor modelo de negocio que pueden adoptar las pequeñas unidades productivas rurales, Pavel Isa es enfático y aclara que no hay un patrón único. Para ello recuerda las experiencias sistematizadas por el proyecto AEE, explicando que esas iniciativas económicas tomaron modelos ad hoc a la naturaleza de sus actividades, de sus entornos inmediatos, todos distintos y cambiantes. Sin embargo, detalló algunos elementos comunes que comparten y que son fundamentales.

A su juicio, el más relevante se refiere a las experiencias asociativas: de grupos de unidades productivas que se asocian para la provisión/recepción de asistencia técnica por parte de un tercero, para compra (o producción para la autoprovisión) de insumos y para el establecimiento de compromisos (contratos) con compradores que participan en mercados más amplios que aquellos a los que tradicionalmente se vinculaban o para la comercialización directa de su producción por sus propios medios.

Isa detalla que la asistencia técnica – por ejemplo – implica un cambio relevante en las formas de producir. Se adoptan Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), se emigra hacia la producción orgánica o agroecológica, mejora la calidad de los productos y aumenta la productividad. También se optimizó el manejo post cosecha y la etapa de procesamiento. Y a raíz de las experiencias recogidas por el proyecto, Isa recuerda que en número importante de casos, los compradores se involucraron activamente en el proceso de cambio productivo, organizativo y de gestión.

Otra dimensión importante a considerar es el cambio que se debe promover al modelo de negocios del sector privado. “La vinculación con el sector privado no es la única vía para que la pequeña producción se vincule a mercados más amplios y dinámicos, pero es una vía relevante”. Pavel Isa explica que para lograrla, se requiere de un sector privado que se involucre en el proceso de cambio y se interese en asegurar socios confiables a mediano y largo plazo, ofreciendo estímulos adecuados más que obteniendo beneficios de corto plazo. Esto implica participar proactivamente en el cambio pero también transmitir de forma oportuna las señales de mercado a sus proveedores para que reaccionen apropiadamente.

*Periodista

maureira.monica@gmail.com

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