¡Sacan jugo a naranja orgánica!
- El cítrico se paga 50% más respecto a la fruta convencional
- Las jugueras quieren comprar más; pero no hay producción
- Académicos y productores impulsan una “revolución agroecológica”.
El Naranjal, Veracruz.- Las aguas que corren por el río Tecolutla mojan la tierra y riegan en forma natural los naranjos de la parcela de la familia Gómez Cruz, que desde hace una década apostó por la producción de naranja orgánica y que hoy recoge los frutos de este emprendimiento, dado que el precio del cítrico se ubica hasta 50 por ciento arriba del que tiene el fruto convencional.
El doctor Manuel Ángel Gómez Cruz, quien encabeza este desarrollo agroecológico, es una espécimen sui generis, ya que es de esos académicos que, junto con su equipo, aplica sus conocimientos teóricos a su parcela, donde contra la creencia de quienes promueven la agricultura industrial –basada en uso de agroquímicos, con las consecuencias que esto tiene en la salud humana y el medio ambiente–, produce hasta 40 toneladas por hectárea de naranja orgánica contra la media de entre 10 y 12 toneladas que alcanza el cítrico que se cultiva con el sistema tradicional.
Durante un recorrido por los naranjos del académico-agricultor –quien trabaja con 16 hectáreas, la mitad herencia de su padre que inició con este cultivo en 1960–, que hoy impulsa una “revolución agroecológica”, explica a productores, legisladores y expertos presentes que los beneficios de la producción orgánica no sólo son económicos, sino ambientales y sociales.
El beneficio económico para el citricultor orgánico es notable si se considera que hoy los precios de la naranja, en general, son los más altos en la historia y que el fruto orgánico tiene un sobreprecio en los mercados nacional e internacional. El resultado es que las jugueras quieren comprar más volumen de cítrico orgánico; pero simplemente no lo hay.
Al empezar la cosecha de este año, en la zona citrícola de Veracruz la tonelada de naranja convencional se pagó en 2 mil 200 y se estima llegará a 4 mil pesos. La naranja en “transición” a lo orgánico está de 4 mil 200 a 4 mil 350 pesos y la orgánica certificada en 4 mil 800 pesos por tonelada.
Y es que en épocas de alta demanda todo se vende, hasta la que se recoge de la tierra. “Este año como hay poca, la naranja, va a valer; hasta la caída, la que esta tirada en el suelo, la están pagando en mil 800 pesos, pero está buena”, dice con convicción Manuel Ángel.
“En la zona hay una fiebre por cultivar naranja”, subraya el también coordinador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias para el Desarrollo Rural Integral (CIIDRI), quien comenta que el costo de producción en su parcela es de 20 mil pesos por hectárea contra los 25 mil pesos de la zona.
Como resultado de años de trabajo, esta finca vende su cosecha a Citrex, una agroindustria localizada en Martínez de la Torre, que exporta jugo de naranja a Suiza. El problema es que la firma tiene pedidos pero no con la capacidad de abastecimiento, porque no hay naranja orgánica.
Un problema al que se enfrentan los citricultores es que la industria incumple sus contratos y busca abaratar la materia prima. Hicieron un contrato con los compradores de Suiza con ciertos precios, los del año pasado, porque pensaron que la naranja no iba a tener precio y resulta que va a valer más de lo pensado, expone Gómez Cruz.
Para abastecer a las dos agroindustrias de la zona, IQCitrus de Álamo y Citrex hay apenas mil 400 hectáreas, para la primera 600 y para la segunda 800 hectáreas. Sólo en El Naranjal hay 160 mil hectáreas de naranja entre convencional y orgánica, cuya superficie “no pinta”; en toda la zona de 45 mil productores, sólo 50 son productores orgánicos.
Manuel Ángel manifiesta que la agroindustria tiene que ser seria; nosotros tenemos que trabajar en lo orgánico a largo plazo y tener un trato que nos convenga a ambos; que den créditos sin intereses como lo habían ofrecido; seguir con apoyo para composta; fijar un precio de garantía, que opera incluso cuando el precio este bajo; y, sobre todo, respetar el precio.
El especialista señala que los productores pueden abastecer el volumen que requiera la industria siempre y cuando la gente tenga garantías. Los Gómez pueden producir 3 mil toneladas; los citricultores de Tuxpan, 5 mil; los de Álamo entre 2 mil 500 y 3 mil y otro grupo 2 mil, es decir, cerca de 10 mil toneladas, pero necesitamos seriedad de parte de la industria, porque cómo se van a hacer orgánicos si al final cuando sale la cosecha no tienen mercado o se le echan para atrás, y lo tiene que vender como convencional.
Productores y expertos en la zona acotan que las dos jugueras tienen su línea orgánica que venden en mercados internacionales. Por eso ofrecen paquetes tecnológicos que cuestan de 15 a 20 mil pesos. Dan crédito a los citricultores, “como la tienda de raya”; por eso los productores tampoco quieren entrar a lo orgánico. Otro problema, añaden, es la certificación orgánica que cuesta hasta 50 mil pesos, pero si vamos en grupo este precio se reduce.
Es curioso que aunque la naranja orgánica alcanza un sobreprecio en el mercado, los productores se resisten a cambiar su sistema convencional, expresa Gumersindo León, investigador en agroecología. La gente luego dice que su fruta no tiene precio, pero se resisten a cambiar su sistema, que además contamina el medio ambiente, por el uso excesivo de agroquímicos. “Esto –considera– sucede por atavismos o pendejismo”.
Sin embargo, aventura, tendrán que cambiar por los efectos del cambio climático y la exigencia de calidad en el mercado.
Al respecto, Osiel Rodríguez, quien brinda capacitación a los citricultores en el manejo de los huertos, resalta que una ventaja es que con prácticas orgánicas el cultivo es más tolerante a la sequía, ya que en el ciclo pasado se presentó una en la zona citrícola de Veracruz y desde Álamo a Gutiérrez Zamora la producción bajo 38 por ciento; mientras que en las que tiene manejo orgánico no pegó tanto y la afectación fue de entre 15 y 20 por ciento.
“Este proceso implica más trabajo para el agricultor, por lo que su adopción ha sido lenta, pero poco a poco se van convenciendo”, recalca.
En la parcela de los Gómez Cruz hace tres años el río Tecolutla inundó los árboles de naranja y observaron que el árbol cucho es el que “aguanta más las inundaciones”, ya que está adaptado a la zona, donde la primer plantación data del año 1875.
Osiel Rodríguez señala que dentro del sistema orgánico el rendimiento que se alcance depende del número de prácticas agroecológicas que se implementen, las cuales mínimo son seis y máximo hasta 30. Un productor sin este manejo obtiene de ocho a diez toneladas por hectárea y con manejo un agroecológico básico unas 15 toneladas, pero si lo hace de forma integral puede alcanzar hasta 41 toneladas. Tan sólo un árbol en El Naranjal con manejo agroecológico da 250 kilos promedio.
Cuando los investigadores llegaron, en 2008, hicieron un diagnóstico y encontraron que la producción convencional afecta al suelo y el rendimiento estaba estancado en 12 toneladas por hectárea desde 1921; el sistema de producción era convencional con uso de insumos de síntesis química que contaminan suelo, agua y planta, con un incremento constante de costos de éstos.
La conclusión fue que esta forma de producción es nociva para la salud de los trabajadores, productores y consumidores. En este sentido, Gómez Cruz a anota que el gobierno está un poco confundido porque promueve la agricultura industrial y eso es lo que incentiva, a pesar de sus costos ambientales, económicos y en la salud humana.
En materia de comercialización, los productores estaban atrapados por “coyotes”, quienes compran a bajo precio la naranja. También existía una falta de asesoría de técnicos formados con orientación agroecológica, acorde a las capacidades económicas y sociales del pequeño productor.
Beneficios ecológicos
El doctor Gómez Cruz recuerda que en su parcela se logró rescatar una hectárea de tierra, que estaba amarilla porque el suelo estaban altamente contaminado por los desechos químicos que arrojó PEMEX y que arrastró el caudal del río Tecolutla.
Lo anterior se logró mediante el sistema orgánico y el uso de plantas fijadoras de Nitrógeno, leguminosas con las que se sustituye el glifosato, que se usa para controlar malezas, pero asociado con problemas de contaminación ambiental y de salud de los productores.
Para hacer un manejo agroecológico de plagas y enfermedades, los citricultores utilizan plantas que mantienen un equilibrio, como la mucuna –conocida como nescafé en la zona sur-sureste del país–, que “limpia” los suelos de hongos y le alcanza para nutrir al naranjo. Esta se siembra en medio de los naranjales y fija hasta 400 unidades de nitrógeno, cuando en condiciones normales una planta requiere 250 unidades. Otra alternativa es la crotalaria que también es fijadora o el chícharo verde y la titonia.
Otra práctica agroecológica es el mantenimiento de arvenses para preservar microorganismos, que sirven para mejorar suelo y fertilidad, y que hoy las empresas venden de 100 hasta 2 mil pesos por litro; pero si se produce en la zona cuesta sólo 10 pesos.
En este manejo también esta el uso de composta, elaborado con estiércol de vaca, leche y minerales permitidos por la normatividad orgánica; el uso de homeopáticos para los cítricos, que en tres meses acaban con una plaga.
“Aquí lo importante es que tenemos que convivir con el pulgón, la hormiga, bacterias u hongos, porque ellos llegaron primero al mundo y tienen tanto derecho a vivir como nosotros”, asevera Gómez Cruz.
Uno de los productores que asistió al recorrido expresó que “al gobierno le vale, ya que cada seis años hay cambio de gobierno y eso nos afecta mucho. Tenemos que organizarnos como productores, porque si los recursos vienen del gobierno ya nos llevó el carajo”.
El presidente de la Comisión de Autosuficiencia Agroalimentaria del Senado mexicano, Isidro Pedraza, quien también asistió al recorrido, habló de la vocación productiva de la zona, de los problemas de desorganización de los productores y de la necesidad de contar con asesoría técnica. Dijo que debe aprovecharse este potencial y propuso crear un centro de acopio para luego industrializar la naranja, transformarla en jugo y exportarla. En esto, añadió, “tienen el apoyo de la Universidad Autónoma Chapingo y “hay que sacarle jugo”.
Manuel Ángel sentencia: “quien quiera dedicarse al cultivo de la naranja debe pensar en un ciclo de 100 años, porque los beneficios no los van a ver ustedes ni sus hijos, hay que pensar en los nietos”.