Apoyo al campo, Quasimodo del veinte veinte
Una parrafada de 56 líneas que amarran en su entraña poco más de mil palabras comunes, y números que acusan novedad sorprendente; dibuja con optimismo la conclusión de un año agropecuario satisfactorio, el 2019, con cuasi inéditos logros, dignos resultados de trabajo tesonero y comprometido, acorde a la coreografía gramatical y aritmética de un informe a priori de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader).
Directo, sin protocolo alguno el comunicado de la dependencia exalta: “El secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos Arámbula, señaló que durante el tercer trimestre de 2019 crecieron los sectores primario 5.4%, y el agroalimentario 3.6%, así como el Producto Interno Bruto agroindustrial 2.6%, y de enero a octubre la balanza comercial registró un superávit de 7,654 millones de dólares, lo que significa un aumento del 46%.”, dicho esto en conferencia de prensa para dar a conocer avances y perspectivas en la política de rescate al campo, consignado en el comunicado B528 de fecha 16 de diciembre de 2019.
Cierto es el rezago del medio rural. Quién podría sostener una defensa, aún a ultranza, de que históricamente al campo los gobiernos lo han proscrito y para los campesinos el engaño es el pan de la demagogia institucional que corroe la realidad de los más pobres de los pobres, que sobreviven sin salario y con esperanzas condicionadas, ingredientes éstos de su existencia cotidiana. Por ello, los números y porcentajes alientan. La aritmética, no tanto.
En las últimas líneas del comunicado se presume el anuncio de los dineros para el 2020, o sea el próximo año, expuesto por Víctor Suárez Carrera, subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria, en referencia al Programa Producción para el Bienestar: “se aplicarán un presupuesto para el programa de 11 millones de pesos, en beneficio de más de 2.1 millones de productores pequeños”, dice.
Dejémoslo en dos millones cien mil labriegos, beneficiados durante el veinte veinte, y de acuerdo con el texto se trata de los más pobres entre los pobres, los que detentan menos de dos y media hectáreas de cultivo.
Cuando esa masa campesina reciba la regalía, o apoyo; como se le quiera ver, sin duda alguna su rostro sufrirá una transformación que en su vida pudo imaginar. Alguien tocará a su puerta de tablas desnudas y desarticuladas para anunciarle que debe pasar a la sucursal bancaria más próxima a su comunidad (por aquello de la modalidad de entrega directa de los dineros a los beneficiarios), quizás a 20 kilómetros de distancia o más, para insertar en el cajero automático la tarjeta plástica que le entregarán, y la máquina en respuesta le vomitará, por concepto del apoyo anunciado, cinco pesos con 23 centavos mexicanos, que es lo que le corresponde. Seguramente para esta operación las instituciones de la banca cargarán esos aparatos con morralla de baja denominación, en el entendido que el cliente es primero y se trata de más de dos millones cien mil operaciones financieras.
Resuelta esa etapa del programa, los labriegos acudirán cada uno de ellos a comprar con los recursos recibidos un promedio de 200 semillas de maíz en su variedad Trucha Plano Medio, que es de buena calidad propia para temporal y sembradíos en lomas y pendientes, y es el equivalente del apoyo monetario en materia prima para cultivar la tierra. Con esa cantidad de grano podrán cubrir, con técnicas modernas desde luego, 20 metros cuadrados (en el que levantarán una cosecha de seis kilos del cereal) de su parcela que en teoría debe tener 25 mil metros cuadrados, es decir, dos y media hectáreas porque son las superficies a las que está destinado el Programa Producción para el Bienestar, y en las que necesitarían poco más de 200 mil semillas para cultivarlas.
Ahora bien, en la citada conferencia de prensa cuyo objetivo fue el de “dar a conocer avances y perspectivas en la política de rescate al campo”, el secretario Villalobos fue contundente al afirmar que desde 1993 no se habían alcanzado los porcentajes de crecimiento mencionados al inicio de este texto. Sobre todo, por la manera en que se logró y que fue “a través de una nueva forma de atender a todos los productores, en especial a los pequeños, a los campesinos y a las comunidades indígenas”.
Y de la parrafada en cuestión, las siguientes líneas se reproducen como aparecen en la pantalla original, por la importancia que revisten. El decir del titular de Sader:
“Indicó que el primer año de Gobierno cierra positivamente, con la operación de los cuatro programas prioritarios para el campo: Producción para el Bienestar, Precios de Garantía, Crédito Ganadero a la Palabra y Fertilizantes, con el objetivo de incrementar la productividad, garantizar la seguridad alimentaria y disminuir las importaciones en granos básicos y leche.
“Apuntó que hubo cambios importantes en las políticas públicas en el sistema agroalimentario del país, como dar los apoyos directos a los campesinos, cuya actividad productiva debe generarles mejores ingresos y, de este modo, impactar en la reducción de la pobreza en el medio rural.
“Precisó que hay un apoyo focalizado en zonas que más lo necesitan (población de alta y muy alta marginación y comunidades indígenas), padrones de beneficiarios con mayor transparencia, concurrencia con programas sociales y mayor proporción del presupuesto a productores de pequeña y mediana escala, que en el 2020 se canalizarán 23 mil 310 millones de pesos (68 por ciento del presupuesto)”.
Un dato que adereza esta información, también contenido en el comunicado, es que del campo viven y dependen por su trabajo 25 millones de personas en números redondos, por lo que de ese presupuesto que representa 68% del total destinado al sector agropecuario, a los labriegos les corresponderá per cápita un apoyo de 932 pesos con 40 centavos, algo así como dos pesos con 50 centavos diarios, para cubrir sus necesidades productivas en el veinte veinte.
Y aquí llega a la memoria que hace algunos días, también en conferencia de prensa, el Movimiento Campesino, Indígena, Afroamericano Plan de Ayala Siglo XXI puso en claro que el dinero regalado procedente del gobierno, a través de subsidios o regalías, no sirve de nada. Todo indica que la razón les asiste.