Medio Ambiente

Aumenta en verano presencia de amibas en cuerpos de agua naturales y artificiales

Cuerpos de agua naturales o artificiales con deficiente mantenimiento, y que son utilizados por vacacionistas, podrían tener amibas potencialmente dañinas, cuya proliferación es mayor durante temporadas calurosas, como el verano, revelan estudios encabezados por Elvia Manuela Gallegos Neyra, investigadora de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, de la UNAM.

La responsable del Laboratorio de Investigación en Patógenos Emergentes de dicha unidad académica explicó que esos microorganismos son termófilos (soportan temperaturas relativamente elevadas) y se multiplican durante el verano. Debido al cambio climático, pueden invadir nuevos hábitats y aumentar su distribución en el planeta.

Gallegos Neyra estudia desde hace más de 30 años las amibas de vida libre (AVL), un grupo de protozoos de importancia ecológica y médica, algunas con la capacidad de vivir en diversos ambientes (agua y suelo) o como parásitos, siendo perjudiciales para el humano y los animales.

Es necesario ser más cuidadosos cuando se visitan parques acuáticos y balnearios, especialmente en época de verano, pues en ciertas zonas del país rebasan los 40 grados, recomendó.

También se debe verificar que esos espacios cumplan con un estudio microbiológico de calidad, a fin de garantizar la seguridad de los usuarios toda vez que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, es necesario cuando se utilizan para actividades recreativas como deportes acuáticos, natación o buceo.

Las AVL tienen una amplia distribución en la biósfera, sobre todo las exponencialmente patógenas. Se han encontrado en redes públicas, albercas, estanques, ríos, lagos, aguas termales naturales o calentadas artificialmente, de desecho industrial y marina, suelo, canales de riego, unidades dentales, así como en cenotes; en urbes como Monterrey, Mexicali, Oaxaca, Yucatán y la Ciudad de México y sus alrededores, entre otras, precisó.

Las más agresivas

Dentro de las especies patógenas, Gallegos Neyra mencionó a Naegleria fowleri, también conocida como “comecerebros”, relacionada con la meningoencefalitis amebiana primaria (MEAP), que afecta al sistema nervioso central; al entrar por aspiración de agua contaminada a través de la nariz llega rápidamente al encéfalo y puede causar la muerte en un periodo de tres a siete días después de la incubación.

Otra, Acanthamoeba, es un parásito oportunista que provoca encefalitis amebiana de tipo granulomatosa (EAG), ingresa por una lesión primaria y entra al sistema nervioso central. También puede lastimar ojos, oído, piel; órganos como pulmón, hígado, bazo, próstata; músculos y huesos.

Las personas más afectadas son las inmunosuprimidas que padecen cáncer, VIH, lupus, neumonía, con úlceras en la piel o a quienes se les practica diálisis renal, precisó la investigadora.

El peligro de estas amibas en ciertos medios acuáticos radica en que no existe tratamiento adecuado para combatirlas, aunado al hecho de que el personal médico y en laboratorio rara vez las tienen presentes como causantes de enfermedades, por lo que en muchos casos pasan desapercibidas.

Factores de riesgo

De acuerdo con la especialista, los principales factores de riesgo para adquirir AVL son: nadar sin protección en época de verano en espacios naturales (presas, manantiales termales, lagos, ríos, pozas o agua estancada), incluso artificiales no clorados como jacuzzis; jugar con aspersores; usar lentes de contacto al nadar; y tener una lesión o estar inmunodeprimido.

Gallegos Neyra comentó que las personas deben ser muy cuidadosas para preservar su salud. Las albercas que se limpian y se desinfectan de forma adecuada no contienen AVL. “Los usuarios deben informarse si los sitios recreativos cuentan con las medidas de mantenimiento adecuadas, pues la Norma Oficial Mexicana NOM-245-SSA1-2010 indica que las albercas deben cumplir con ciertos requisitos físicos, químicos (como la cloración) y microbiológicos”.

Finalmente, recomendó usar pinzas nasales al saltar o sumergirse, no nadar con lentes de contacto, evitar que entre agua por la nariz y que los niños jueguen con mangueras o rociadores sin supervisión de un adulto, porque pueden aspirar el líquido.

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