¿Porqué celebrar el Día Nacional del maíz?
Por Cristina Barros
El maíz ha sido por milenios el principal sustento de los mexicanos. Las tortillas preparadas con este grano considerado sagrado por su vital importancia en muchas comunidades de nuestro país, nos han acompañado a lo largo de la historia.
El ciclo agrícola gira alrededor del maíz y del lugar donde se cultiva que es la milpa. Desde hace centurias, año con año se renueva la unión entre el maíz y los hombres y mujeres de esta tierra. Si el maíz es nuestro alimento y por él existimos, nosotros a cambio desgranamos la mazorca y sembramos las semillas para que pueda crecer. A lo largo de nueve meses limpiamos la tierra y sembramos en los surcos chile, calabaza y frijol, entre otras muchas plantas comestibles, medicinales, de ornato y útiles como cercas, para formar terrazas o para elaborar diversas artesanías.
La manera de ver el mundo de los pueblos originarios propició que en torno del maíz se llevaran a cabo diversas celebraciones religiosas. Los dioses vinculados con la lluvia, el sol, el viento, el fuego y los mantenimientos tenían fiestas especiales en las distintas culturas: raramuri, huasteca, cora, huichola, nahua, purépecha, maya, tzotzil, zapoteca, mixteca, y otras más que han poblado este territorio.
Tienen celebraciones específicas la elección del lugar para la milpa que es un espacio sagrado, pues cada una de sus esquinas corresponde a los cuatro rumbos; la siembra por mayo que es otro momento especial, y antes de la siembra la petición para que el viento permita que lleguen las nubes cargadas de agua desde los cerros que además albergan los manantiales, y para que no caiga el granizo ni las heladas que destruyen. A medio ciclo, hacia fines de junio, se renueva la petición de las lluvias; vendrán luego los primeros elotes y finalmente la cosecha.
A los antiguos dioses se superpusieron los santos católicos. Aunque varía en las distintas poblaciones, estados y regiones del país, suelen estar asociados con el ciclo agrícola, la Santa Cruz, san Isidro Labrador, san Juan Bautista, la Virgen María, san Miguel Arcángel, y para agradecer la cosecha, los Fieles Difuntos, lo que conocemos como el día de Muertos, celebración en la que se ofrenda comida a los que ya no están con nosotros, pero que de algún modo hicieron posible que hubiera maíz.
En muchos lugares los primeros elotes suelen cortarse a fines de septiembre y por ello se elije el día de san Miguel, que se celebra el 29 de ese mes, para hacer diversas ceremonias. En el centro de México suele recolectarse para ese momento la flor del pericón, una variedad del cempasúchil, también ceremonial; con ramos de esta flor amarilla, luminosa, se forma una cruz que protege las cuatro esquinas de la milpa, las casas, los lugares de trabajo y aun los vehículos en que se transporta la gente del campo. En la región centro-Montaña de Guerrero se dice que así ahuyentan al Mayantle, que es la
hambruna, de manera tal que al colocar las cruces de pericón se espanta el hambre.
San Miguel lucha contra el mal ese día; hombres y mujeres colaboran con él. Con su espada, identificada con el rayo y por tanto con la lluvia, protege a la milpa para que la cosecha llegue a buen término y tengamos alimento suficiente. Para que podamos disfrutar de las sabrosas tortillas, de los tacos, de las quesadillas, de las chalupas, enchiladas, chacales, bocoles, polkanes, tlaxcales, tamales de diversos tamaños, envolturas, rellenos y sabores, así como pinole, tesgüino, chicha, atoles y tantas preparaciones más.
Nuestro maíz necesita hoy como nunca del trabajo de todos nosotros y de nuestra protección. Está en riesgo la autonomía de los campesinos que tienen que seguir siendo dueños de sus semillas para sustentarse.
Están en riesgo las variedades de maíz que hacen posible las palomitas, el pozole, los atoles ceremoniales, las tortillas blancas, rosadas, azules, los ponteduros y otras delicadezas.
No podemos permitir que el maíz, patrimonio de México y de la humanidad, herencia que nos dejaron los hombres y mujeres de Mesoamérica, se convierta en mercancía y quede en manos de empresas y funcionarios voraces que sólo creen en las ganancias económicas y atentan contra los alimentos básicos, domesticados gracias al trabajo de cientos de generaciones de hombres y mujeres del campo en todos los rumbos de la Tierra.
Es hora de formar una comunidad amplia y combativa que con alegría y creatividad, y al mismo tiempo con fuerza y gran conciencia, se una para declarar el 29 de septiembre Día del Maíz, y a partir de ese momento, convertirse, junto con los campesinos y campesinas, en guardiana de los granos blancos, amarillos, negros, rojos que nos entregaron los dioses como alimento. Esta celebración tendría que traspasar nuestras fronteras para abarcar a todos los Pueblos de Maíz: Guatemala, Honduras, Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela, Colombia… Todos los que compartimos la cultura del maíz tenemos que honrar a quienes hicieron posible nuestro alimento primordial y ser dignos herederos de nuestros abuelos.
La celebración del 29 de septiembre crea una oportunidad simbólica para unir en un abrazo, como dijera Eduardo Galeano, el ayer con el hoy, en la construcción del futuro.
¡Viva el Maíz