Sobreviven maíces nativos a pesar de políticas económicas
Los pequeños productores de maíces nativos sobreviven a pesar de las políticas económicas que los han desmotivado desde 1994 –a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio– cuando sólo privaron las ventajas competitivas de ciertos alimentos, aseguró la doctora Alma Piñeyro Nelson, académica de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en el 1er Foro Crisis alimentaria, cambio climático y alternativas de sustentabilidad, indicó que en estas condiciones los campesinos no pueden competir, porque no cuentan con subsidios y “ponen todo de su bolso”, además de que el grano importado está por debajo del costo de producción nacional y es una de las maneras en que Estados Unidos controla geopolíticamente a otros países.
Entonces, “cómo le van a hacer para competir si siguen sembrando por arraigo cultural, aunque operen en déficit, aun cuando el gobierno actual implementó Sembrando Vida”, señaló la investigadora.
Este programa, cuyo objetivo era aumentar el rendimiento de los pequeños agricultores, “está más pensado en arraigar a las comunidades al territorio –pues les da un mínimo de costo para poder sobrevivir y un ingreso de cinco mil pesos mensuales– que en aumentar la producción”.
Quienes lo idearon “tuvieron un problema de diagnóstico, decidieron un paquete que funcionara para todo el territorio nacional, sin importar si hablamos de Tabasco o Chihuahua, ya que es igual para todo el país, lo cual habla de la poca importancia que este gobierno le da a la conservación de lo biológico”.
La investigadora sostuvo además que el producto importado de Estados Unidos es vendido por debajo del costo, factor que incide en los híbridos mexicanos que se siembran en Sinaloa, Jalisco y Tamaulipas.
Otro fenómeno importante que se ha presentado son los huecos generacionales, debido a que un buen porcentaje de campesinos es mayor de 50 años y los jóvenes abandonan el campo para dedicarse a otra actividad, lo que impacta de manera directa en la pérdida del conocimiento en una nación que cuenta con 64 variedades de maíz.
Durante su participación, la doctora Yolanda Massieu Trigo, académica del departamento de Relaciones Sociales de la Unidad Xochimilco, comentó que en tiempos recientes se ha agudizado la brecha entre pequeños y grandes productores y temporaleros, ya que éstos aprovecharon el modelo y la crisis socioambiental –contaminación de suelo, agua y erosión de variedades nativas– lo que hizo evidente que durante la pandemia y la guerra en Ucrania las ganadoras fueran las transnacionales.
No obstante, la especialista refirió que con el programa Producción para el Bienestar se están haciendo esfuerzos para apoyar por primera vez a los campesinos, si bien no con montos suficientes, al menos con la entrega del recurso a tiempo y se está formando a muchos jóvenes como técnicos agrícolas en las escuelas de campo, “con lo que se está sembrando una semillita de tecnología más sustentable”, subrayó.
Al hablar sobre las transformaciones del sistema alimentario y sustentable, el doctor Rafael Calderón Contreras invitó a los futuros agrónomos a no generar políticas públicas que se basen en el dinero, puesto que la transferencia directa de efectivo realizada desde Solidaridad hasta Oportunidades erosionó las motivaciones intrínsecas de conservación.
Entonces, Sembrando Vida no es la excepción, ya que si “agregas dinero a la ecuación estás erosionando las motivaciones de las personas para conservar su maíz, su tierra y sus recursos”, por lo que cuestionó: “¿qué van a hacer cuando lleguen a una toma de decisión, practicar o tratar de diseñar situaciones que no incluyan el dinero?”, enfatizó el investigador del departamento de Ciencias Sociales de la Unidad Cuajimalpa.
El doctor Jesús A. Madera Pacheco, profesor de la Universidad Autónoma de Nayarit, reconoció que desde el gobierno se menospreció a maíces nativos en favor de la introducción de variedades híbridas, transgénicas, cultivos y destinos que no privilegiaban la producción del consumo local.
“Hay situaciones que empiezan a plantearse en esta discusión y no desde la academia, sino desde las propias familias campesinas dedicadas a este cultivo, ya que la superficie para este fin también se ha ido reduciendo”.
El programa Sembrando Vida cuenta con muchos técnicos que no están en el campo, en la práctica, “aunque en el papel se ve muy bonito”, precisó el investigador.