AgronegociosGalería principal

Con árboles de Navidad regeneran y resguardan bosque en Tlalpan

Silvicultores resaltan la importancia de mantener uno de los últimos pulmones de aire de la CDMX

  • Ofrecen de 500 a 2000 por metro cuadrado de tierra, en área comunal o ejidal

En los parajes de Las Ratas y la Magdalena, en la parte alta de la alcaldía Tlalpan, en la Ciudad de México, donde aún subsiste área boscosa, Salvador y Don Pedro son dos guardabosques que representan sendos bastiones contra el inexorable crecimiento de la mancha urbana. Ambos cultivan árboles de Navidad de especies como oyamel o ayacahuite –árbol nativo mejor conocido como Vikingo–, que tras seis u ocho años de cuidados ofrecen para la época decembrina a los compradores, quienes se acercan a pie de carretera o llegan a sus unidades de producción.

Herederos de padres y abuelos, estos productores agrícolas y forestales –cada uno en su tierra, caracterizada por pendientes prolongadas de hasta 45 grados– aportan su trabajo para llevar un “pedazo de bosque” a los hogares en temporada navideña y, al mismo tiempo, mantener y regenerar el ecosistema, en uno de los últimos “pulmones de aire” y zona de recarga de agua en la capital del país.

En el paraje Las Ratas –ubicado en San Miguel Topilejo, a unos 2,500 metros de altura sobre el nivel del mar– , además de la producción de avena forrajera, Salvador Villaseca Romero, tiene la tarea titánica de cuidar un bosque de 8 hectáreas, donde estima habitan de 30 mil a 40 mil árboles –si se consideran 5 mil por hectárea-, incluidos los que prepara para la Navidad y los de cedro blanco que sirven como cortina natural para reguardar el lugar.

Pero en este paraíso verde, rodeado de cultivos de avena, no obstante lo rentable que puede ser la venta de árboles por estar en una de las urbes más pobladas del mundo, la Ciudad de México, Salvador es uno de los dos productores de árboles navideños que quedan, de los 25 que iniciaron hace 20 años, cuando programas de gobierno ofrecieron apoyos, que se “erosionaron” con el tiempo, lo cual desanimó a los silvicultores.

Gobiernos anteriores les dijeron que se les apoyaría de un peso por árbol, “pero nos dieron un año y después dijeron que ya no había presupuesto”. Fueron a tocar puertas en las oficinas de la Conafor (Comisión Nacional Forestal), pero no hubo respuesta y “muchos compañeros tiraron la toalla”. En un momento Villaseca también pensó en arrancar los árboles y mejor seguir con sus otras actividades.

Y es que en promedio un árbol de 2 a 3 metros de altura requiere de seis a ocho años de labores, a partir de que se planta, para alcanzar un tamaño comercial y poder ofrecerlo a los compradores, algunos de los cuales prefieren los productos artificiales.

En un recorrido entre plantaciones de oyameles y ayuacahuites, Salvador plática que ha mantenido sus precios y que un árbol natural de Navidad cuesta de 500 pesos en adelante, el cual considera accesible por todo el trabajo que implica, cafeteo, chapoteo y cuando hay plagas hay que fumigar.

Mucha gente piensa que porque cortamos el árbol estamos talando, en realidad no, porque nosotros lo plantamos y cuidamos”.

Buscan más difusión y otras estrategias comerciales

Durante la temporada, que va del 22 noviembre al 22 de diciembre, el silvicultor  vende de 200 a 300 árboles. Sin embargo, considera falta difusión para que la gente conozca los árboles que se producen en la Ciudad de México, porque muchos se va a Amecameca, en el Estado de México.

Hace un tiempo –recuerda– se realizó una feria del árbol en la explanada del paraje Las Maravillas, pero solo fue uno o dos años, porque con los cambios en la alcaldía se vuelve a ”atorar” y no le dan la difusión, lamenta Salvador, quien para completar sus ingresos siembra avena, maíz cacahuacintle y maguey.

Para colocar más árboles en los hogares de los capitalinos y zonas aledañas, una opción que quiere explorar es rentar árboles en macetas, donde la persona deja un depósito y al terminar la temporada se recoge el árbol y se devuelve al bosque, solo se paga la renta.  Unos vecinos del lugar ya lo han implementado.

Reconoce que en la presente administración, la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corenadr) ha hecho spots, “pero siento que ha faltado un poco más de difusión”, expresa el silvicultor, quien aprovecha para invitar a los capitalinos “a comprar árboles y conocer la parte sur de la Ciudad de México, que es un pulmón y nosotros mantenemos esta área de preservación ecológica, donde seguimos trabajando.

Ya somos pocas las personas pero nos seguimos aferrando y manteniendo esta parte ecológica, porque la mancha urbana va creciendo”.

En la actualidad recibe apoyo de Corendr para jornales de trabajo y herramienta. “Ha habido apoyo, pero luego sí se ha recortado el propuesto, lo que te apoyan es poco para preservar el bosque. Sí sería recomendable más apoyos para comprar más equipo e implementos”.

En San Miguel Topilejo hay 430 comuneros inscritos y 230 ejidatarios, legalmente no esta permitido fraccionar en zonas comunales o ecológicas, pero allá abajo –señala con su dedo Salvador– ya hay muchas casas. Platica que en la parte comunal no hay un título que te certifique, tienes derecho a explotar el terreno, pero solo eres un poseedor de la tierra; en ejido tienes certificado parcelario que te avala como poseedor. Esta condición también ha limitado el apoyo, manifiesta.

En los bosques de esta zona de Tlalpan, la presión sobre la tierra es fuerte, ya que en Magdalena Petlacalco se ofrecen 500 pesos por metro cuadrado y en áreas de San Miguel Topilejo hasta 2000 pesos.

Alta sobrevivencia de árboles con manejo agroecológico

En Magdalena Petlacalco, desde hace 18 años Pedro Avila Monterde incursionó en la silvicultura. Hoy en las 1.5 hectáreas de su unidad productiva El Encinal, cuenta con 1,200 árboles de Navidad, los cuales en cinco años alcanzaron dos metros de altura y pueden comercializarse en 600 pesos o el de 2.5 metros en 750 pesos; aunque ha vendido de hasta 4.5 metros en 1,500 pesos.

Foto: ERNESTO PEREA

Este guardabosque de 71 años de edad, nativo de esta zona –donde antes se sembró mucho maíz, haba y chícharo–, en una temporada ha vendido 400 árboles, sobre todo de oyamel, ya que el ayacahuite “no tiene mercado”. La mayoría lo coloca entre comerciantes y compradores individuales de la Ciudad de México.

Don Pedro, quien a su edad sube y baja la ladera de su unidad productiva sin problemas, hace énfasis en que cuida la calidad de sus árboles, es decir que tengan forma, amplitud y que sus ramas sean cerradas, “no conviene vender sin calidad”.

Con los apoyos que recibe de la Corenadr –que les otorga un apoyo monetario y les dan la semilla– y los árboles que vende, el productor asegura que sus plantaciones “ya son un negocio”; aunque matiza, “sí hay ganancia, no alta porque es poca superficie, una hectárea y media, nada más”. Esta unidad productiva genera ingresos para su familia. Sus hijos fueron tres hombres y tres mujeres, expresa.

La siembra la realiza en los meses de julio y con el manejo que realizado este cuidador de los bosques ha logrado un porcentaje de sobrevivencia del 90 por ciento en su plantación. Aun cuando la tuza de la zona contribuye a la merma, ya que cada año se come 500 de árboles.

Don Pedro observa que la gente cada vez compra más árboles naturales en relación con los artificiales,

“es mejor lo natural que no contamina, y el plástico sí lo hace”.

En el recorrido, Víctor Alfonso Martínez Andrade, egresado en agroecología de la Universidad Autónoma Chapingo y hoy técnico productivo de Corenadr, explica que con el trabajo que realizan en esta zona se trata de que la mancha urbana se detenga, regenerando el ecosistema natural, ya sea con especies de árboles que se introducen o las nativas.

“Lo que queremos –subraya– es proteger los recursos naturales y evitar que la gente venda. Tal vez no estamos llegando a lo que serían pagos por servicios de carbono o captación de agua de lluvia, sin embargo los productores son conscientes de que el árbol se siembra y hay un manejo, saben que vivirá seis años pero generando energía, regenerando el suelo; en ese tiempo se quita pero se vuelve a sembrar y se gana un poco de economía”.

Con un incentivo a través de Bienestar para el Bosque es como estamos protegiendo nuestro suelo de conservación. Se da el apoyo directo y los técnicos acompañan a los productores, quienes tienen conocimiento de su predio, asevera.

Foto: ERNESTO PEREA

Al final del recorrido por el bosque que resguarda en Topilejo, Salvador Villaseca anota que el año pasado hubo un incendio, en la época de secas por el mes de marzo y se afectó una hectárea, aproximamente. La Corenadr y gente de Tlalpan los apoyó a a apagar incendio. “Así es la vida del campo hay veces que te da y a veces te tocan heladas y secas en maíz o avena…Está uno a la voluntad de Dios”.

En el pueblo de Topilejo cuando Salvador era niño había mucha zona rural, “pero ya ha crecido bastante la urbanización. Esto –dice señalando el bosque– es lo poco que va quedando de la zona rural en el sur de la ciudad”.

—————————————–

Para adquirir árboles de Navidad directamente con los productores en la CDMX:

  • Paraje Las Ratas, acceso por el paraje Las Maravillas, km 36.5 de la Carretera federal a México-Cuernavaca.

  • El Encinal, km 25 de la Carretera México-Cuernavaca, a 3 kilómetros del Oxxo de La Magdalena.

Mostrar más

Articulos Recientes

Back to top button