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Bajar precio de tortilla implica eliminar reparto que propician harineras

Para colocar más producto, las empresas harineras ofrecen al industrial de la masa y la tortilla un precio preferencial, pero lo condicionan al desplazamiento de mayor volumen, por lo que las tortillerías recurren al reparto en tiendas y diversos establecimientos, lo cual encarece el precio de este alimento hasta en 4 pesos por kilogramo, que se distribuye entre los actores que intervienen.

Bajo este mecanismo, los dueños de tortillerías se ven en la necesidad de reducir su precio para dar un margen de ganancia al repartidor quien, a su vez, deja otro tanto para el vendedor final. El gobierno busca el precio de la tortilla baje en 10 por ciento y “la única forma en que podría darse es atendiendo el tema del reparto”.

La presidenta de la Red de Maíz de la Ciudad de México, Blanca Mejía Castillo, explica que para el industrial de la masa y la tortilla la manera de vender más es abaratar su producto, “pero ni siquiera es un abaratamiento hacia el consumidor, sino hacia un intermediario que se ofrece a llevar la tortilla a otros puntos de distribución, tiendas, farmacias, recauderías, carnicerías y hasta lugares donde se vende petróleo y carbón, ya que no existe un esquema de vigilancia. El reparto está encareciendo este alimento en 4 pesos y habría que eliminarlo para que los negocios incrementen la venta en mostrador”.

Bajo este esquema el beneficio no es para las tortillerías ya que si, por ejemplo, el margen de utilidad es de 5 pesos, 2 pesos son para el repartidor, otros 2 pesos para el tendero, y un peso para el industrial de la masa y la tortilla, “quien llega a ganar menos que el mismo repartidor”.

Otra desventaja para las tortillerías, en su relación con las harineras, es que si no cumplen con el volumen que acuerdan, al final del año tienen que pagar el equivalente al descuento que obtuvieron por tener un precio preferencial.

Blanca Mejía comenta que las harineras señalan que dominan 40% del mercado; pero 90% de las tortillerías utilizan harina en diferentes porcentajes, porque hacen mixteo –combinan masa nixtamalizada y harina de maíz — en su proceso de producción.

Subsidio directo al consumidor

La empresaria también plantea que otra forma de apoyar esta meta de reducción del costo en el precio de la tortilla es que a través de las tarjetas del Bienestar se destine una cantidad de dinero específica en beneficio del consumidor final y que éste decidan qué cantidad va a comprar y que no existan intermediarios.

El pago en tortillerías, sugiere, podría hacerse con terminales magnéticas para estas tarjetas, en los siete mil establecimientos que hay en la Ciudad de México, por ejemplo.

Bajo este mecanismo de apoyo directo al consumidor, la disminución en el precio de la tortilla del 10% –que equivale a 2.00-2.20 pesos por kilo— puede ser de manera inmediata.

La presidenta de la Red de Maíz expone que el gobierno argumenta que los precios del maíz han estado a la baja y, sin embargo el precio de la tortilla se ha elevado, lo cual denota un desconocimiento del mercado, porque las tortillerías se abastecen de masa nixtamalizada y de harina de maíz y quienes controlan el mercado de precios son las harineras, que cada año ajustan su precio, de acuerdo a los índices inflacionarios.

Hace hincapié en que lo que el gobierno debió hacer primero es establecer el diálogo con los actoras de esta industria y después determinar la factibilidad de reducir cierto porcentaje, porque el acuerdo tiene que hacerse de manera conjunta, sobre todo por la diversidad de voces que hay en la industria de la masa y la tortilla.

También anota que se necesita establecer una política, lo cual platicamos con funcionarios de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), para establecer precios nacionales y desligar el maíz de consumo humano de los precios internacionales, con un precio referente y que los precios de este insumo se establezcan conforme a costos de producción.

Por último, comenta que el consumo de tortilla ha disminuido debido a la introducción de “comida chatarra”, hamburguesas, pizzas, sopas instantáneas, por lo que el índice de consumo per cápita en 2013 era de 220 gramos en la Ciudad de México, llegó a registrar hasta 50 gramos antes de la pandemia por Covid-19, pero se recuperó, porque que la gente comenzó a comer en casa, y ahora esta en alrededor de 190 gramos.

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