Pobreza, desigualdad y explotación, detrás de una taza de café mexicano
Estudio revela control de firmas en comercio del aromático

En la cadena productiva del café se acentúa la pobreza y desigualdad en el campo. Un cafetalero mexicano –por ejemplo– tendría que trabajar más de 7 mil años para obtener lo que Brian Niccol, CEO de Starbucks, gana en un mes, es decir, unos 10 millones de dólares.
Desde los cafetales a la cafetería, igual hay un abismo entre quienes trabajan al ras de la tierra y quienes lo expenden al consumidor final. Un cafeticultor mexicano tendría que trabajar 700 años para percibir lo que gana cada mes Laurent Freixe, CEO de Nestlé, un salario que ronda 1 millón de dólares al mes.
En contrasentido, los salarios mensuales promedio de quienes trabajan el cultivo del café en México, 106 dólares promedio, apenas superan la línea de pobreza extrema por ingresos, fijada en 98.80 dólares; y se encuentran 41.5% abajo de la línea de pobreza, que es de 182 dólares.
Lo anterior de acuerdo con los datos de la publicación Explotación y opacidad: La realidad oculta del café mexicano en las cadenas de suministro de Nestlé y Starbucks, que además da cuenta de cómo el sistema de comercialización actual del café perpetua la condición de pobreza y exclusión para los cafeticultores y cafeticultoras –cuyas manos aportan 22% de la producción de café–, que además de cosechar, secan y despulpan el grano en los solares de sus casas.
En México, asevera, 70%de la producción del café la aporta la población indígena, “que enfrentan explotación y pobreza debido a prácticas comerciales injustas y precios bajos impuestos por grandes corporaciones, lo que perpetúa la desigualdad y amenaza tanto su bienestar como la biodiversidad que protegen se enfrentan a un mercado que penaliza la pequeña producción y recompensa la cantidad sobre la calidad”.
La publicación realizada por Coffe Watch, Empower y ProDESC, delinea que “en las montañas de Chiapas y Veracruz, donde el café mexicano crece en abundancia, se oculta una cruda realidad que los consumidores de Nestlé y Starbucks nunca ven en sus elegantes tazas de café. Mientras estas corporaciones globales continúan su expansión bajo el velo de la sostenibilidad y responsabilidad social —una publicidad engañosa que daña a los consumidores–, los caficultores que sostienen sus cadenas de suministro sufren bajo prácticas opacas, violaciones a sus derechos humanos y una marginación sistemática que perpetúa la pobreza en las comunidades rurales”, refiere el documento.
Una de las peores consecuencias de la precariedad de los trabajadores del café es el trabajo infantil, en especial en Veracruz y Chiapas, “que continúa siendo una práctica habitual en el cultivo del café en México. La presencia de niños y niñas en los cafetales responde a que los salarios percibidos por sus padres son insuficientes, por lo que acuden a la mano de obra familiar para incrementarlos”.
El sistema de comercialización ejerce presión sobre los precios del café por parte de las empresas comercializadoras, que suelen fijar precios de compra que no alcanzan a cubrir costos de producción de los pequeños productores y ello exacerba su precariedad económica”.
El análisis puntualiza que “la concentración de poder en manos de unas pocas empresas reduce las opciones de los productores, quienes se ven obligados a aceptar condiciones desfavorables para poder acceder a los mercados globales”.
Nestlé —que adquiere aproximadamente 25% del café mexicano– y Starbucks, apunta, “a través de intermediarios y certificaciones cuestionables, consolidan un sistema que favorece el control corporativo a expensas de los pequeños productores, en estrecha alianza con secretarías e instancias del gobierno mexicano”.
Ambas compañías comparten un aspecto clave de su cadena de suministro, no producen café ni lo adquieren directamente de los productores, sino que compran a grandes empresas multinacionales que operan como intermediarias o “acaparadoras” –almacenan grandes cantidades de producto–, como ECOM Agroindustrial Corp. Limited (ECOM), Neumann Kaffee Gruppe (NKG) y Louis Dreyfus Company B.V. (LDC), “que no sólo dominan el mercado mexicano del café, sino que también ejercen un poder desmedido sobre las condiciones de producción y las vidas de los trabajadores”.
Las acaparadoras garantizan un suministro constante y homogéneo de café en cuanto a cantidad y calidad; establecen mecanismos de venta y “son las encargadas de fijar y negociar los precios de compra a los productores, quienes han denunciado de manera sistemática que estos precios no cubren los costos de producción ni representan un salario digno”.
Café genéticamente modificado sustituye al de alta calidad
El control de la cadena por parte de las grandes transnacionales empieza desde el cafetal, dado que estas empresas han impuesto el cultivo de variedades de arábica y robusta modificadas genéticamente para maximizar el rendimiento y la resistencia a la sequía y la roya, priorizando la producción masiva sobre la calidad y sostenibilidad.
Las empresas “han promovido agresivamente la siembra de café robusta, principalmente utilizado en la producción de café soluble y en mezclas de bajo costo.
A pesar de su mayor rendimiento, el robusta es de calidad inferior y se paga a un precio significativamente menor, perpetuando la precariedad económica de los productores”.
Además, el cultivo de robusta acarrea un mayor costo ambiental: a diferencia del arábica, no se cultiva bajo sombra y requiere más riego, lo que contribuye significativamente a la deforestación y degradación de los ecosistemas locales.
De esta manera, “la deforestación avanza sin control, impulsada por la expansión de cultivos de café más productivos pero ambientalmente destructivos, como el robusta, que Nestlé ha promovido en su búsqueda incesante de café barato para sus productos solubles a costa del ecosistema y de la sostenibilidad”, subraya.
El Plan Nescafé —“iniciativa que ha contado con amplio apoyo económico y político del Estado mexicano, con toques de corrupción”– es la principal impulsada por Nestlé “para supuestamente sostener la producción de café en México y fomentar su sostenibilidad. Sin embargo, esta iniciativa “de apoyo directo a los caficultores”, ha demostrado ser un instrumento más de control corporativo, en donde los beneficios reales se concentran en las manos de unos cuantos, dejando a los pequeños productores en la ruina”, remarca.
El estudio anota que tanto Nestlé como Starbucks han desarrollado certificaciones propias —4C y C.A.F.E. Practices, respectivamente—, en teoría orientadas a garantizar la sostenibilidad, pero que terminan excluyendo a los pequeños productores, quienes no pueden cumplir con requisitos impuestos por las mismas empresas que dominan el mercado.
Hace hincapié en que detrás de la fachada de sostenibilidad o green-washing., “se busca esconder a los caficultores atrapados en un ciclo de deudas, precios injustos y prácticas laborales abusivas, sin posibilidad de vender sus productos fuera de este esquema”
Trasnacionales con fuerte presencia en México
Para Nestlé, México representa un enclave fundamental, tanto como consumidor —es el segundo país en ventas en América Latina—, como por su papel en la cadena de suministro. La firma tiene fábricas para todas sus segmentos de negocios. En 2022, la multinacional abrió en Veracruz una planta de producción de Nescafé, con una inversión de más de 340 millones dólares, “bajo la promesa de que el país se convertiría en su mayor distribuidor del grano”.
Por su parte, Starbucks no cuenta con subsidiarias en el país, ya que sus cafeterías son operadas por Alsea, S.A.B. de C.V., que también elabora alimentos y bebidas procesadas que se distribuyen en ellas. Sin embargo, mantiene el control sobre la compra y el tueste del café vende. “En el caso de México, Starbucks adquiere el café en grano, lo exporta para su tueste en Estados Unidos y luego Alsea lo importa para su venta en las cafeterías. Starbucks también exporta café mexicano para su tueste en Europa y China”, destaca el documento.
Ante el escenario descrito en el estudio, Coffe Watch, Empower y ProDESC consideran “urgente rediseñar el futuro del café mexicano con justicia y equidad, permitiendo que los pequeños productores recuperen el control sobre su producción y se beneficien realmente del fruto de su trabajo. Es hora de que se exija transparencia, justicia y un cambio radical en la forma en que se gestionan las cadenas de suministro del café en México y en el mundo. Nestlé y Starbucks deben rendir cuentas, y los caficultores, junto con sus comunidades, deben ser liberados de un sistema que, hasta ahora, sólo ha servido para explotar y marginarlos”.
_________________________________
Producción de café en México
-
Chiapas concentra 37%; Veracruz, 24% y Puebla, 21%; el 18% restante se distribuye entre otros estados, principalmente Oaxaca y Guerrero
-
95% de cafeticultores son pequeños productores
-
90% posee en promedio 3 hectáreas
-
85% son familias indígenas, en situación de pobreza y con bajo nivel educativo
-
En Chiapas, 28.2% de la población habla una lengua indígena, alrededor de 1.4 millones de personas y Veracruz, 9.4%, cerca de 645 mil habitantes