Ecoturismo

Chiapas, riqueza y magia natural

Los chiapanecos dicen que su tierra es el jardín de México, tal vez son demasiado modestos y la única forma de saberlo es visitando cualquiera de los ocho proyectos ecoturísticos que han desarrollado en medio la selva, en el seno de comunidades indígenas y campesinas, en el corazón de Chiapas.

Hace más de una década comunidades indígenas y campesinas, pequeños empresarios y el gobierno estatal iniciaron el impulso del ecoturismo, con el turismo de aventura como complemento, con miras a avanzar en el combate a la pobreza que aqueja a estos sectores, así como para trabajar en la conservación y revaloración del patrimonio natural y cultural.

La magia de viajar a Chiapas no radica en el lujo y comodidad de hoteles o resorts, en grandes almacenes o fastuosos espectáculos. Aquí la oferta es más amplia y sorprendente ya que se trata de vivir algunos días en reservas de la biosfera como la Selva El Ocote, Montes Azules, Lacantún, La Sepultura, El Triunfo, La Encrucijada y Volcán Tacaná.

Visitar parques nacionales como el Cañón del Sumidero, Lagunas de Montebello o Palenque; monumentos como Bonampak o Yaxchilán, y áreas de protección de flora y fauna como Cascadas de Agua Azul, Chan-Kin, Metzabok o Nahá.

Estas maravillas de la naturaleza y la cultura maya se han organizado en ocho proyectos para poder ser comercializados como productos turísticos: Nahá-Metzabok, Nueva Palestina, Lacanjá Chansayab, Frontera Corozal, Ixcán-Las Guacamayas, Las Nubes, El Chiflón-Tziscao y El Ocote-Sima de las Cotorras.

Cada uno es esplendoroso y ello hace más difícil recomendar a uno sobre otro, y más complejo aún debido a que en todos ellos hay indígenas, campesinos y guías cálidos, lo que se suma una cómoda infraestructura para el hospedaje, y una rica gastronomía.

Chiapas ha fincado su fama en el esplendor de la cultura maya, las comunidades indígenas, sus tradiciones, historia y en el incipiente conocimiento de su riqueza natural, ya que lo hasta ahora conocido es apenas una muestra.



Pocos mexicanos y menos extranjeros han llegado hasta La Sima de las Cotorras, un santuario para observación de aves y una aventura por vivir en un campamento ecoturístico.

En las inmediaciones de la reserva de la biosfera El Ocote se ubica una cavidad de 180 metros de diámetro y 125 de profundidad con paredes blancas de roca caliza que visten 33 pinturas rupestres en color rojo, y donde cada noche anidan alrededor de 1,500 cotorras, que al amanecer emprenden el vuelo en grupos, espectáculo que se puede disfrutar desde la orilla de la sima desayunando un buen caldo de gallina de rancho acompañado con tortillas recién salidas del comal.

Las Guacamayas es otro campamento creado para la observación de esta ave escarlata que se concentra en la comunidad de Reforma Agraria, en la reserva de la biosfera de Montes Azules, por donde atraviesa el río Lacantún de 150 metros de ancho y por el que rondan los ruidosos monos saraguatos y cocodrilos.

Aquí como en todos los campamentos, se organizan paseos por la selva donde con un poco de suerte se pueden ver tucanes, tapires, jaguares, venados cola blanca y orquídeas. El padre de los ríos, el Usumacinta, se puede observar desde el campamento Frontera Corozal; en el Lacanjá Chansayab se puede aprender del pueblo lacandón al convivir con su gente.

En Nueva Palestina está la poza P’oop Ch’an y la cascada de Las Golondrinas; en la cañada El Chiflón se encuentra la cascada Velo de Novia, una de las más grandes del país; en Lago Tziscao se concentra la belleza del parque nacional Lagunas de Montebello; en el campamento Las Nubes se aprecian la fuerza del río Santo Domingo y los linderos de la Selva Lacandona.

Para ser sustentables todos estos proyectos cuidan la convivencia con la naturaleza, por eso sólo cuentan con 15 o 20 cabañas con todos los servicios y diseñadas para disfrutar la naturaleza sin extrañar la comodidad del hogar, a precios moderados y con prácticas como kayak, tirolesa, rapel, descenso en cascada, camping, senderismo, entre otros.

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