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Gran aporte de pequeña agricultura al medio ambiente

Usa menos fertilizantes o emplea los orgánicos, además su consumo es más en mercados locales, lo cual indica que su efecto sobre el calentamiento global es menor.

En el contexto de serios problemas mundiales y de México, como son el cambio climático y la escasez y contaminación del agua, nuestro país enfrenta el reto urgente de redefinir su producción agrícola, y la mejor opción está en el impulso a las unidades de pequeña escala, afirma Fernando Rello Espinoza, profesor-investigador de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En entrevista, el especialista en temas rurales –con múltiples publicaciones sobre el desarrollo rural- explica que los dos principales problemas medioambientales que sufre el planeta son el calentamiento global y la contaminación y el agotamiento de los mantos freáticos (en 1975 en México sumaban 32 los mantos sobreexplotados y hoy son 104 de un total de 653, además de que 69 se acercan a sus niveles máximos de uso, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua).

“Conviene hacer una comparación: la gran agricultura hace un uso muy intensivo de energía fósil, pues utiliza grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas y además gasta fuertes cantidades de energía para la movilización de los productos –granos, frutas y verduras- para atender al mercado nacional al cual está enfocada. La agricultura en pequeño usa mucho menos fertilizantes o usa de tipo orgánico y además su consumo es más en mercados locales, lo cual indica que su efecto sobre el calentamiento global es menor.

“Entonces, considerando que el calentamiento global es una situación muy grave, pues para la sobrevivencia de la humanidad necesitamos impedir que la temperatura suba más allá de dos grados, y que debemos limitarnos a emitir una equis cantidad de toneladas de CO2 –o gases de efecto invernadero-, es prioritario reorganizar nuestra forma de producir, y esto aplica no sólo para la agricultura, sino también para la industria y la vida en las ciudades”, señala Rello.

El académico destaca que las soluciones a la carencia y contaminación del agua también pasan por reestructurar nuestra producción agrícola, pues –igual que en todo el mundo- entre 70 y 80 por ciento del agua dulce en México se ocupa en este sector productivo, y por supuesto que la gran agricultura es la principal consumidora; la producción de alimentos de pequeña escala depende generalmente del temporal, de las lluvias.

Rello Espinoza -autor del estudio Inercia estructural y globalización: la agricultura y los campesinos, más allá del TLCAN, publicado por la Universidad de Tufts en 2008- explica que “los críticos de la pequeña agricultura dicen que es ineficiente en términos de la productividad por hombre o por unidad de tierra. Pero otra forma de medir la productividad es ver cuánta energía usa cada tipo de agricultura por unidad de tonelada de biomasa (maíz o cualquier otro producto). Si hacemos ese cálculo, podemos demostrar que la pequeña agricultura es muy eficiente, usa mucho menos energía que la agricultura industrializada, y esto en un contexto de cambio climático tan grave como el que vivimos, es muy valioso.

Comenta además que en la comparación de las dos agriculturas en términos medioambientales, debe considerarse que los productores grandes están interesados en la tecnología transgénica, la cual es un arma de dos filos, pues puede aumentar la productividad, poco según se ha comprobado, pero también tiene efectos nocivos sobre las variedades locales de varios cultivos -es capaz de erosionarlas genéticamente luego de que se han preservado por miles de años- y también se sabe de posibles riesgos a la salud por el consumo de alimentos transgénicos. Aquí hay otro punto más a favor de la pequeña agricultura.

-¿Qué hace el gobierno para apoyar a la agricultura de pequeña escala?

-Puede haber algunas declaraciones en el sentido de la importancia de la agricultura familiar, pero no veo que haya programas que de manera masiva estén comenzando a sostener a esta agricultura, a darle mayores espacios y crearle incentivos, para aumentar sus rendimientos. Y eso es una lástima, porque la agricultura familiar tiene un gran potencial de crecimiento, porque precisamente sus rendimientos todavía son relativamente bajos. Es en este tipo de agricultura donde están los mayores potenciales para elevar la productividad y la producción de alimentos.

“En cambio, la agricultura industrializada, que usa una gran cantidad de insumos, paquetes tecnológicos intensivos en energía, semillas mejoradas… que aplica una gran cantidad de agroquímicos, ha llegado prácticamente a sus límites de productividad. Hay estudios que indican en maíz, por ejemplo, que la gran agricultura no va a poder aumentar más allá de un 10 por ciento su productividad en México, mientras que la pequeña agricultura tiene potencial para elevarlo en 50 por ciento o más”.

El potencial de la agricultura familiar, aclara Rello, no está en buscar su intensificación energética, sino en hacer más eficientes sus técnicas tradicionales, como el policultivo, la utilización de variedades criollas mejoradas y adecuadas a las condiciones agroecológicas de las localidades o regiones y el uso de fertilizantes orgánicos. Hay un movimiento hacia lo orgánico, pero no ha avanzado mucho; hay que apoyarlo con recursos y políticas públicas.

Rello señala que la pequeña agricultura es heterogénea. Implica a productores que tienen muy poca tierra y con mala calidad. Y eso les resulta insuficiente para vivir del agro; entonces ellos obtienen una buena parte de sus ingresos de fuentes ajenas a la agricultura, y lo que se requiere son políticas públicas que generen empleos para los hijos de esos campesinos. Pero hay agricultores que tienen más recursos, con dos o tres hectáreas, y tienen buen temporal; con ellos hay posibilidades de aumentar los rendimientos de manera sustancial y habría que poner en marcha programas públicos que los ayuden a mejorar su productividad manteniendo prácticas sustentables con el medio ambiente.

Cabe mencionar que de los 4 millones 69 mil 938 unidades productivas rurales que hay en el país (con 112 millones 349 mil 110 hectáreas), 27.6 por ciento cuentan con una hectárea o menos, otro 40.2 por ciento son predios de una a cinco hectáreas, según datos del Censo Agrícola Ganadero de 2007. Estas unidades (que en términos de hectáreas representan sólo ocho por ciento del total) pueden considerarse las de agricultura familiar. Los demás datos son: 14.52 por ciento de las unidades tienen entre cinco y diez hectáreas; 8.57 por ciento, entre diez y 20; 5.34 por ciento, entre 20 y 50; 1.92 por ciento de las unidades entre 50 y cien; 1.54 por ciento, entre cien y mil, y 0.16 por ciento de las unidades más de mil hectáreas cada una.

*Fernando Rello es miembro del Grupo Diálogo Rural México (GDR), iniciativa de Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, que congrega a representantes de la sociedad (de organizaciones sociales y campesinas, empresariales, aparato público, políticos y académicos). Este grupo genera diálogo e intercambio entre sus miembros a fin de derivar en propuestas de política pública rural con capacidad de incidir sobre los tomadores de decisiones. Rello considera que este grupo puede ser importante en la elaboración de alternativas y sobre todo en el marco actual, en que se espera que el gobierno cumpla su promesa de una reforma del campo en los próximos meses. Este grupo puede hacer propuestas al respecto, así como en el tema de presupuesto base cero, en el de pobreza rural y en otros tan importantes como la Ley de Aguas, dice.

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