Casos de éxito

Belleza de las cactáceas propician su extracción

Las cactáceas (Cactaceae) son endémicas del continente Americano, se ha diversificado tanto que se distribuyen en diversos hábitats, sin embargo, el 70 por ciento de las especies se encuentran en regiones áridas y semiáridas.

De las mil 400 especies de cactáceas que existen en el mundo, 669 especies son mexicanas y 518 son endémicas de nuestro país.

En México, el Valle de Tehuacán – Cuicatlán en Puebla y Oaxaca, el altiplano potosíno y sur de Nuevo León, los valles de Hidalgo y Querétaro son regiones con alta diversidad de cactáceas.

Estas plantas han sido utilizadas en México desde antes de la llegada de los españoles. Por ejemplo, para alimentación, usamos los nopales, tunas, pitayas, tunillos, teteches, garambuchos y xoconoxtles. También son utilizados con fines divinos para ceremonias religiosas como es el caso del peyote (Lophophora williamsii) por los huicholes, tarahumaras, coras y tepehuanes.

El uso más sobresaliente de las cactáceas es como plantas ornamentales debido a su belleza excepcional. Esto ha provocado que sean extraídas de su hábitat natural de una manera desmedida para su venta lo cual afecta a las poblaciones naturales de las especies y por ende las coloca en alguna categoría de riesgo.

Las cactáceas han desarrollado impresionantes adaptaciones para sobrevivir en zonas áridas.

Su forma globosa les permite almacenar agua y reduce la superficie de la planta expuesta al sol. Las espinas son hojas modificadas que los protege contra depredadores y disminuye la perdida de agua en comparación con las hojas. Y su tallo esta modificado de tal manera que a través de él realiza la fotosíntesis.

Peligrosamente hermosas

Antes de la conquista española, Europa no conocía a las cactáceas, a los colonizadores les parecieron tan singulares que comenzaron a sacarlas del país. Lo primero que se llevaron fueron los nopales, a los que llamaban “higos chumbos”. De ahí se popularizaron en todo el mundo.

Se consideran de las más bellas plantas por la peculiar forma de sus tallos, el color y forma de sus flores y las espinas.

Además, son muy admiradas por ser plantas altamente evolucionadas, tanto que han logrado adaptarse a los climas más extremos y para defenderse de depredadores desarrollaron espinas en lugar de hojas, son longevas, de lento crecimiento, pero la característica principal es su capacidad de sobrevivir largos periodos sin una sola gota de agua, tanto que algunas de ellas son capaces de vivir seis meses con la raíz fuera de la tierra.

Pero tanta belleza le ha resultado contraproducente a esta familia de plantas.

Las espinas que las caracterizan no han sido impedimento para ser constantemente extraídas de su hábitat natural, al grado que están en alto riesgo incluyendo varias especies endémicas como en Coahuila la Echinocereus nivosus o la Mammillaria lenta, en Nuevo León la Ariocarpus scaphirostris, en San Luis Potosí las Aricocarpus bravoanus, Pelecyphoro aselliformis y Turbinicarpus lophophoroides, en Oaxaca la Mammillaria herdandezii y Ortegocactus macdougalli y en Hidalgo los conocidos como “viejitos” (Cephaolcereus senilis).

El saqueo de cactáceas de su hábitat natural afecta directamente a gente que las produce legal y sustentablemente, empobrece la biodiversidad nacional y se considera, además, un robo a la nación.

La Comisión Nacional Forestal (Conafor) dentro de sus programas tiene como objetivo que los ejidos y comunidades de zonas áridas y semiáridas realicen trabajos productivos sustentables y con ello se proteja su hábitat.

Algunas estrategias encaminadas a la preservación de las cactáceas son la protección de germoplasma, la reforestación y la propagación y cultivo de cactus en viveros.

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