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Aplicación científica y organización productiva, alternativas para combatir el hambre

Con motivo de la Conmemoración del 50 aniversario de la entrega del Premio Nobel de la Paz al doctor Norman Borlaug, Agricultura para la Paz, publicamos el siguiente texto basado en una entrevista exclusiva que sostuvimos hace unos años con el “padre de la Revolución Verde”.

Al finalizar el milenio, el mundo registra una sobreproducción de alimentos. Empero, millones de sereshumanos de países pobres no consumen lo necesario para su desarrollo y, en el peor de los casos, ni siquiera tienen acceso a ellos.

La sociedad de consumo tolera y otorga el derecho a miles de seres miserables –los “condenados de la tierra”– de ver los alimentos en los aparadores de las grandes tiendas comerciales, pero sin poder comprarlos.

Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) la desnutrición en los países más pobres afecta a más de 800 millones de personas. El mundo tiene hambre. Paradojas de la postmodernidad.

Las teorías malthusianas planteaban que el acelerado crecimiento demográfico generaría problemas para abastecer de alimentos a la población, ya que la producción no crecería al mismo ritmo que ésta. Sin embargo, muchos países han reducido su tasa demográfica e incrementado su producción; no obstante, siguen contando a sus miserables en los suburbios o en el  campo, quienes apenas subsisten o, en el peor de los casos, mueren de hambre.

Un ejemplo: “la India tiene almacenado entre 25 y 30 millones de toneladas de granos, pero hay mucha gente que apenas puede comprar algo para sobrevivir. No tiene alimentación adecuada por falta de plata”, expresa Norman Borlaug, premio Nobel de la Paz en 1970 e impulsor de la llamada “Revolución Verde” –por sus investigaciones aplicadas de híbridos de trigo que salvaron la vida a miles de seres humanos en  los años 70.

Y es que el principal problema subraya –en entrevista con quien esto escribe– no es la producción, sino la distribución de alimentos.

-¿Produce el mundo los alimentos que consume?

Existe sobreproducción de alimentos en el mundo –responde Norman Borlaug–, pero en algunos países, los más pobres, no hay acceso a éstos. Hay almacenes con muchas reservas, pero una gran parte de la población compra apenas para subsistir, no lo que realmente necesita.

Para solucionar el problema de la alimentación, en primer lugar, se requiere de una producción suficiente de productos básicos, lo cual es difícil tomando en cuenta que somos 6 mil millones de habitantes en el mundo. El segundo problema, quizá más complicado, es la distribución equitativa de esos alimentos.

La inadecuada distribución y la sobreproducción mundial provoca que los precios de cereales estén muy bajos, lo cual, a su vez, genera problemas para los productores de Canadá, Estados Unidos, Australia y Francia.

La democracia de la pobreza

Por otra parte, en extremo del dispendio capitalista, un ejemplo de la disparidad postmoderna: 200 personajes poseen 41 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial.

La caída de las utopías socialistas, que derivaron en totalitarismos,  dejaron abierto el camino para que las nuevas tendencias neoliberales acentuaran las diferencias entre las únicas clases sociales –sin ser un planteamiento necesariamente Marxiano–, que por siempre han existido: los ricos y los pobres.

Y así “descubrimos” que todos los países tienen a sus pobres, la democracia globaliza todo. En Rusia, otrora centro la poderosa Unión Soviética –la dictadura burocrática del proletariado–, los problemas de abastecimiento de alimentos se hicieron evidentes, las grandes filas en las tiendas para obtener apenas algo para sobrevivir volvieron patética aquella sociedad que soñaba con la igualdad entre los hombres.

Uno de los desastres hoy día -comenta Borlaug– es precisamente el de la ex Unión Soviética, “todo su mercado está destruido, la producción ha bajado mucho y hay mucha hambre”.

Para los próximos 10 ó 15 años, los problema más grandes de alimentación se presentarán en los países del sur del Sahara, en Africa, donde Norman Borlaug trabaja actualmente con especialistas del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y Trigo (Cimmyt).

Y es que en esta región, la mayoría de las naciones no tienen dinero para comprar alimentos, a pesar de la abundancia en el mercado y los bajos precios de los  granos básicos a nivel internacional.

Aun cuando fuera posible la importación, “estos países no podrían distribuir los alimentos entre sus habitantes, ya que alrededor del 85 por ciento de éstos viven en zonas rurales, donde no existen caminos. Ahí cultivan a mano una hectárea y media, no hay animales de tracción, ni tractores; puro azadón y machete”, dice Norman Borlaug.

La producción de hambrientos

Del otro lado del mundo, la arrogante democracia de los Estados Unidos deja ver en sus calles a sus miserables con hambre, mientras que en sus grandes ciudades, Las Vegas por ejemplo, se apuesta al dispendio.

Los países pobres continuaron incrementando su producción de hambrientos. Las constantes imágenes de niños esqueléticos en Africa nos hacen ver este problema como una nota más en los medios de difusión. Este sistema deshumaniza y genera amnesia histórica.

Vinieron los planteamientos de que la cuarta guerra mundial sería por alimentos, pero la biotecnología, la segunda Revolución Verde, vino a echar abajo, parcialmente, esta hipótesis. La producción de alimentos se multiplicó -como los panes bíblicos- exponencialmente, pero otra vez, constante de la postmodernidad, las grandes potencias acapararon el conocimiento y los alimentos.

La oferta mundial de alimentos es suficiente para abastecer a todas las poblaciones del mundo, pero sólo unos cuantos tienen acceso a éstos, señala Norman Burloaug, Premio Nobel de la Paz.

Los saqueos a trenes con alimentos en países donde nunca antes había sucedido son significativos para observar la desesperación que genera en los pueblos el hambre. Y ante la falta de poder adquisitivo para comprar comida, “qué debemos hacer si alguien roba comida y después da la vida? ¿Hasta donde debemos practicar las verdades? –pregunta el cantante cubano Silvio Rodríguez en una de sus canciones– ¿Y cuál es la alternativa ante este mundo tan polarizado para superar el problema de la pobreza y el hambre?

Que la historia nos enseñe

Hace 30 años los problema más serios de escasez de alimentos y hambrunas se presentaron en la India, Pakistán e Indonesia, en el sur de Asia y en China.

Sin embargo, esos países importaron trigo y arroz mejorado y desde hace tres décadas no han tenido problemas de hambrunas, lo cual no significa que la gente no necesite más alimentos.

Una posible solución es el desarrollo de la investigación y su aplicación en problemas alimentarios y de productividad. Así los pequeños agricultores obtendría lo suficiente para su familia y tendrían un excedente para vender y mejorar su ingreso.

Uno de los problemas será el difícil acceso a las lejanas poblaciones, por la ausencia de caminos rurales.

Si continúa el desarrollo de la investigación y las políticas económicas de los gobiernos son realistas -dice Norman Borlaug– se pueden producir los alimentos necesarios para alimentar a los 8.3 mil millones de habitantes que poblarán la tierra en el año 2025, de acuerdo con las proyecciones de crecimiento.

Hay que mencionar que organismos internacionales como la FAO realizan esfuerzos para mitigar el hambre en el mundo, por lo que aplica el Programa Especial para la Seguridad Alimentaria que tiene como meta conseguir un incremento de la productividad y de la producción alimentaria sobre bases sostenibles desde el punto de vista económico y del medio ambiente.

El objetivo de este programa es apoyar a 83 países de bajos ingresos -cuya renta neta es menor a 1.505 dólares anuales por persona– y con déficit de alimentos.

Actualmente opera en 30 países, incluyendo Albania y Bosnia-Herzegovina y esta en vías de propuesta en otros 40.

La Revolución Verde continúa

La llamada Revolución Verde sigue prosperando en países como la India, Turquía y China, donde los rendimientos en trigo están aumentando. “Hay todavía potencial, por esto digo que con la tecnología de la primera Revolución Verde que se dio en muchos países en los 60, 70 y 80 y sigue teniendo efectos positivos en los 90”, afirma Norman Borlaug.

Los trabajos que realiza el Premio Nobel, un programa de divulgación de extensión agrícola en doce países africanos, están financiados con recursos japoneses. Ahí en parcelas de demostración de apenas media o un cuarto de hectárea se ha logrado duplicar, triplicar y hasta cuadruplicar la producción que se obtiene normalmente.

Lo anterior es posible utilizando mejores variedades y fertilizantes, sembrando en fechas adecuadas, controlando malezas y tomando en cuenta la densidad de semilla por hectárea.

En los últimos doce años en los países mencionados se ha trabajado en 900,000 parcelas y 60 por ciento son de maíz y la respuesta es mejor que en cualquier otro cultivo.

¿Mitos de la biotecnología?

Una alternativa para coadyuvar a resolver los problemas de alimentación que en los últimos años viene ganando terreno es la aplicación de la tecnología. Sin embargo, nuevamente son los grandes consorcios quienes tienen en sus manos la investigación.

Monsanto invierte 500 millones de dólares en investigación. Y en todo el mundo la iniciativa privada invierte 10 mil millones de dólares en tecnología. Todos los gobiernos del mundo destinan a este fin apenas 500 millones de dólares.

¿La biotecnología puede salvar todavía muchas vidas? Se le pregunta a Borlaug,

Va a ser otra ayuda a los métodos que se han usado –apunta. Hay métodos para producir clones, por ejemplo en células de tejido de madre de borrega para criar un animal idéntico; pero esto llega en muchos años a ser comercial, porque hay muchas fallas para producir un clon, pero nos indica que hay cosas que son potencialmente de valor en el largo plazo. Se podría hacer esto en tejidos de vacas que producen más leche por día, comparado con el promedio actual, y  aumentar mucho la producción con un menor costo, porque se requieren menos animales, alimento y área cultivada. Pero esto no va a pasar de un día a otro, ni en una década.

¿Se abrió el debate de que la siembra de maíz mejorado genéticamente podría contaminar los campos y crear problemas ecológicos a los países?

Esas son exageraciones. Hoy día de acuerdo con mi modo de ver y habiendo trabajando por 55 años en muchos países, no lo creo. Cuando se importaron los trigos mexicanos a India, Pakistán, Turquía y China, había uno que otro en la prensa o radio diciendo: `es peligroso.

Puede ser que se afecte la fertilidad del ganado o las mujeres’. Toda clase de propaganda negativa; pero la gente estaba con hambre y lo aceptaba. Hoy día en los países con más presencia del movimiento de los “verdes”, hay una élite que cree lo mismo, gente bien gorda, que nunca le ha faltado una comida y que ve como filosofía bonita no usar fertilizantes, insecticidas o herbicidas.

En pueblos como Estados Unidos, sólo 2 por ciento de la población total está en el campo, los demás han perdido el contacto con la agricultura. Entonces cuando empiezan a hacer propaganda por radio, televisión o prensa; pero hay un criterio, se aceptan muchas cosas que son basadas en emociones, no en datos científicos. No sólo en Estados Unidos hay estos movimientos, sino también en el norte de Europa.

El maíz mejorado

En el obscuro escenario actual en torno al problema del hambre, la aplicación de la investigación junto con nuevas técnicas de cultivo es una alternativa que comienza a obtener algunos, aunque pequeños, logros.

El maíz QPM (Quality Protein Maíz) es una semilla mejorada que lograron obtener los científicos y que rinde igual que los mejores híbridos, tiene más valor nutritivo, se produce con métodos convencionales, pero se usan algunas técnicas nuevas de biotecnología para identificar las plantas de maíz que tienen esas características para mejorarlos.

En México el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), a pesar de su reducido presupuesto -unos 500 millones de pesos–, desarrolla variedades de maíz, cuya característica fundamental es elevar la productividad por hectárea. Su  aplicación comienza a tener efectos importantes y se ha logrado duplicar la producción.

Jorge Kondo López, director en jefe del (INIFAP) comenta que los trabajos del organismo están encaminados a una investigación que revolucionará y “trastocará” la alimentación y la salud de los mexicanos, mismo que estará dirigido principalmente a los productores de maíz para autoconsumo.

El organismo realiza los trabajos necesarios para introducir semilla de maíz QPM, de alto nivel nutritivo, el cual tendrá el mismo valor proteico que un litro de leche.

La tortilla elaborada con la variedad de maíz QPM será ciento por ciento más rica en proteína –sobre todo en triptófano y lisina, aminoácidos esenciales para que los niños crezcan sanos- que la actual, explica Kondo.

En noviembre del año pasado se sembraron las primeras semillas originales para cultivar 350 hectáreas y obtener 520 toneladas, que permitirán a su vez cultivar 24 mil hectáreas al finalizar 1998. Con ello, en el año 2000 se producirán 60 000 toneladas de semilla para sembrar 2 400 mil hectáreas.

Paralelamente Inifap trabaja con el Cimmyt y el Instituto Frances Oxton para lograr un maíz apomíxtico, que sin ser híbrido se pueda volver a sembrar conservando las mejores características de productividad.

Otro programa es el de Kilo por kilo, que aplica la  Secretaría De Agricultura, donde cambia semilla mejorada por criolla, con el propósito de aumentar la productividad, pero la limitante es la producción del grano.

Actualmente sólo 15 por ciento de la superficie cultivada en México se siembra con semilla mejorada, es decir, 85 por ciento es maíz criollo.

En busca de la autosuficiencia

En San Juan Tabaá, una población enclavada en la Sierra Juárez Oaxaca, México, donde antes las poblaciones tenían fuertes conflictos por la tierra, indígenas organizados producen con riego en laderas –que alcanzan pendientes de hasta 70 grados– y han logrado incrementar su productividad hasta 300 por ciento. La comunidad busca la autosuficiencia alimentaria como una meta alcanzable en la región.

Con el empleo de riego en ladera, cuyos aspersores funcionan por la presión que alcanza el agua al bajar de las partes más alta de la sierra –a través de tubo y canales, algunos elaborados con grandes hojas de los árboles de la región- han logrado incrementar su productividad de 900 kilos por hectárea a tres o cuatro toneladas en la misma superficie.

Esta técnica, según datos de la Secretaría de Agricultura, se aplica en más de mil hectáreas de la Sierra Juárez y logró detener la vieja práctica de roza -tumba-quema al “sedentarizar” el suelo. Sin embargo, existe potencial para aplicar el sistema de riego en ladera en 10 mil hectáreas más de la región. En la actualidad sólo 27 comunidades emplean esta forma de cultivo.

En este caso, lo más importante fue la organización de la comunidad, pero también el apoyo técnico que brindaron instituciones de gobierno.

En Atoyac, Guerrero, México, los campesinos sembraban maíz con la tradicional técnica de tumba-roza-quema, que generó deterioro sobre el medio ambiente, y apenas se alcanzaban volúmenes ínfimos para el autoconsumo; la reconversión de cultivos fue la opción, en lugar de maíz ahora cultivan café, los ingresos aumentaron y los problemas para comprar alimentos disminuyeron.

La otra posibilidad para combatir el flagelo de la pobreza y la falta de acceso a los alimentos es el otorgamiento de crédito a proyectos productivos viables, para que los acreditados desarrollen sus potencialidades y generen una fuente de trabajo e ingreso.

El ejemplo más claro, sólo por mencionarlo, es el que se aplicó en Bangladesh, donde la llamada “banca de los pobres” sorprendió al mundo al demostrar que, lejos de lo que se pensaba, los pobres si son “pagadores” y saben manejar pequeñas empresas.

Si el problema es la distribución de alimentos y la incapacidad de acceder a ellos la única salida es que los pobres generen sus propios alimentos, para lo cual se necesita la investigación aplicada y/o el otorgamiento de créditos para desarrollar empresas autogestivas. Es decir, no basta con dar de comer  a la gente que lo necesita, sino que es necesario enseñarla a “pescar”.

De otra manera y en este mundo de disparidades, dejamos ahí una pregunta: ¿sumaremos otro milenio de pobreza y hambre en el mundo?

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ERNESTO PEREA

Periodista especializado en temas agropecuarios y agroalimentarios. Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, otorgado por el CONACYT. En la actualidad director del portal web www.imagenagropecuaria.com Autor del libro Voces y vivencias del movimiento orgánico Ha colaborado con las revistas editadas por el Grupo Expansión. Ha sido consultor de la FAO. Brinda servicios de comunicación, información, análisis y consultoría para diversas empresas e instituciones. Correo electrónico: editor@imagenagropecuaria.com

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