El maíz en Oaxaca: riesgos y perspectivas
Cuando en 2001 se informó la propagación de maíz genéticamente modificado en los valles altos de Oaxaca, la controversia en torno a los transgénicos se impuso en el país. Recientemente, investigaciones científicas confirmaron la presencia de organismos transgénicos en los maizales de la Sierra Norte y otras regiones. ¿Es seguro el maíz transgénico? ¿Qué impacto tiene su propagación en razas nativas- y tal vez en sus parientes silvestres-, tanto en la diversidad genética de México como a nivel mundial? Este artículo busca aclarar estas dudas.
Imagine la vida sin maíz: sin tortillas, tamales, atole, tacos, totopos, memelas, esquites, empanadas….Estamos tan habituados al maíz que casi nadie piensa en su importancia, y el peligro que enfrenta en la actualidad.
Para los pueblos indígenas el maíz es su sangre, sus huesos, su carne. Hace diez mil años, los habitantes de lo que hoy es Mesoamérica (entre México y Nicaragua) encontraron una planta silvestre, origen del maíz domesticado, que comenzaron a sembrar. Se hallan evidencias en las cuevas de los valles de Oaxaca (Guilá Naquitz) y Tehuacán. Gracias a diversos pueblos indígenas existe una gran diversidad de maíces que se han adaptado a cada ecosistema, desde selvas tropicales hasta bosques y zonas semiáridas.
A mediados del siglo XX, descubrimientos científicos ocasionaron la revolución verde: elevar la producción de alimentos mediante el uso de semillas híbridas, agroquímicos (fertilizantes, herbicidas, insecticidas), maquinaria, sistemas de riego y monocultivos, llegando hasta los transgénicos, a que las plantas tengan capacidades inusitadas como la de matar insectos, o que sus semillas no puedan reproducirse, es decir, tienen candados químicos. Es la creación de variedades de alimentos que no existen en la naturaleza.
En el país había una moratoria que impedía la siembra de semillas transgénicas (eliminada a fines de 2003). Sin embargo, en 2001 fue descubierta la contaminación de maíz en la Sierra Juárez. Ante la falta de atención por parte del gobierno, organizaciones no gubernamentales (ONG) e instituciones a favor del campo y del medio ambiente realizaron muestreos en regiones indígenas de Puebla, Veracruz, Chihuahua, San Luis Potosí, Estado de México, Morelos, Oaxaca y Durango.
Los resultados revelaron contaminación en diferentes niveles, en todos los estados. En Oaxaca hubo plantas de maíz criollo que dieron positivo a la presencia de transgénicos, y mostraron características físicas muy distintas a las plantas nativas. La respuesta del gobierno se notó hasta 2005, al publicar Ausencia de transgenes detectables en las variedades campesinas locales de maíz en Oaxaca, México (2003-2004), que menciona “la desaparición de la contaminación” en la Sierra Juárez. Las ONG no conformes tomaron otras muestras en 2006, que volvieron a dar positivo a transgénicos. Se sospecha que la industria biotecnológica ha perdido el control sobre las modificaciones genéticas hechas al maíz.
El maíz es un cereal muy utilizado para elaborar alimentos. En Estados Unidos más del 50 por ciento del maíz producido es transgénico, y varias compañías mexicanas lo importan. Ha crecido, obviamente, el número de alimentos que lo contienen. Así, es muy probable que sean de maíz transgénico las harinas Maseca y Minsa, los cereales de caja, el aceite y miel de maíz, las frituras (nachos, doritos, totopitos).
A las transacciones les interesa que sólo compremos sus alimentos industrializados. Para convencernos invierten millones de pesos en publicidad. Empero, los nuevos organismos transgénicos han generado efectos indeseados en los consumidores: la producción de alergias o la resistencia a los antibióticos. Los organismos genéticamente modificados provocan la muerte de insectos benéficos, o contaminación por polinización de otras especies nativas de maíz.
Por último, debemos reflexionar sobre lo que pasa y ha pasado en nuestras comunidades, y lo que queremos para el futuro. Se ha preguntado alguna vez si la calidad de vida de nuestros abuelos era mejor o peor que la nuestra. Pensemos si vale la pena que las autoridades y maestros pidan despensas con alimentos transgénicos; si vale la pena aceptar programas de gobierno asistencialistas; o comprar alimentos en las grandes cadenas comerciales que destruyen los pequeños mercados; si vale la engancharse al modelo de consumo y destrucción que nos proponen desde fuera- con cara bonita-, aunque se ponga en riesgo la producción agrícola y la salud de la humanidad.
*Miembro de la Unión de Organizaciones de la Sierra de Juárez Oaxaca (UNOSJO)