Pendiente igualdad de ingresos para las mujeres rurales

La brecha que existe entre el trabajo remunerado y no remunerado de las mujeres en el campo mexicano, debe atenderse para una incorporación efectiva de las mujeres al desarrollo en condiciones de igualdad. De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria (2017), reporta que sólo tres de cada 10 mujeres que laboran en el campo reciben un pago por su trabajo, mientras que seis de cada 10 hombres reciben un pago. Los trabajos no remunerados, invisibles pero imprescindibles, proporcionan al hogar recursos básicos como agua, combustible, cuidado de enfermos y niños, transmisión de la cultura y la lengua, así como producción de alimentos a nivel del traspatio, milpa y solar.
Lo anterior de acuerdo con el estudio realzado por la FAO “Cerrar las brechas”, y señala que las mujeres rurales representan 18.1 por ciento de la mano de obra dedicada a actividades agrícolas y 15.8 por ciento a actividades pecuarias. La mayor parte de ellas no recibe remuneración por su trabajo.
En relación con la propiedad de la tierra, el número de mujeres propietarias ha crecido en los últimos treinta años, de alcanzar un punto porcentual y ahora representan cerca de 18 por ciento. Existen 764 mil ejidatarias, 286 mil comuneras, 198 mil posesionarias y 614 mil propietarias privadas, es decir, un millón 865 mil mujeres actualmente son dueñas de la tierra.
En el 2015 en el medio rural habitaban cerca de 3.6 millones de mujeres indígenas de acuerdo con datos retomados de la Comisión Nacional para del Desarrollo de los Pueblos Indígenas, quienes son consideradas como depositarias ancestrales de la seguridad alimentaria, representan un sector estratégico para el desarrollo del campo, tanto por sus contribuciones como productoras, emprendedoras, jornaleras, artesanas y por el papel en la reproducción social en clave intercultural.
La aportación que hacen las mujeres rurales e indígenas a la producción de alimentos, a la seguridad alimentaria, y al desarrollo de emprendimientos rurales es muy significativa. El principal cultivo en el que las mujeres participan es maíz grano. Las mujeres rurales cultivan 95 mil hectáreas de hortalizas dedicadas a chile verde, elote, tomate verde y jitomate y a la producción de frutales destinan 150 mil hectáreas principalmente en mango, naranja, aguacate, limón, fresa y sandía. En la producción de cereales el aporte económico a la producción asciende a 18 mil millones de pesos y representan el 15 por ciento del total de productores a nivel nacional.
Señala que es clave alcanzar una visión integral del desarrollo en el campo mexicano que permita atender las brechas de desigualdad mediante una política que articule las metas nacionales de producción de alimentos y sostenibilidad ambiental con las metas de reducción de brechas de género, atendiendo al fenómeno de feminización del campo mexicano.