Realizan estudios para evitar la pudrición blanca del ajo
El ajo es un cultivo que se usa en infinidad de platillos, además de sus aplicaciones en la medicina. En México, el ajo se produce principalmente en Zacatecas, Guanajuato, Baja California y Sonora, y concentran el 83 por ciento de la producción nacional.
Uno de los patógenos que atacan a este cultivo es el hongo Sclerotium cepivorum Berk, agente causal de la pudrición blanca o “algodoncillo”, presente en la mayoría de las zonas productoras.
La densidad de sus esclerocios al momento de la siembra, repercute de manera directa en la incidencia y severidad del cultivo. Pueden permanecer viables en el suelo durante varios años y diseminarse dentro del mismo lote o de un campo a otro agravando la problemática.
La mayoría de los productores tratan de resolver el problema con aplicaciones recurrentes de fungicidas e incluso, con fumigantes de suelo; éstas además de no ser siempre efectivas, incrementan los costos de producción, promueven resistencia en el patógeno y deterioro ambiental. El “saneamiento”, la solarización, aplicación de disulfuro de alilo, rotación de cultivos e incorporación de crucíferas son alternativas que, a pesar de ofrecer resultados alentadores, no aseguran la eliminación de los esclerocios.
Investigación para erradicar al hongo
Ante esta problemática y con la necesidad de abordar el problema de la pudrición blanca de manera integrada, Ronald Ferrera-Cerratola y María Encarnación Lara Hernández, investigadores del Área de Microbiología del Posgrado de Edafología, Campus Montecillo del Colegio de Postgraduados, implementaron un proyecto de investigación en el estado de Guanajuato con la Asociación de Exportadores de Ajo del Centro, A.C.
El estudio inició con el muestreo y análisis de suelo, así como de evaluación de muestras tomadas de calzado, llantas y de implementos agrícolas para demostrar el potencial de dispersión de esclerocios a través del suelo, en tres lotes con historial de siembra de ajo. Se encontró que, aunque todas las muestras los contenían, cuando éstas se obtuvieron a mayor profundidad, mayor fue el número encontrados por kilogramo de suelo. Algunas medidas tendientes a disminuir su dispersión tales como: colocación de tapetes sanitarios, iniciar labores de suelo en lotes o sectores menos contaminados, asepsia total de maquinaria, entre otros.
También se detectó la presencia de esclerocios en bulbos de ajo tomados al azar al momento del moche, sobre todo en los que retuvieron suelo en sus catáfilas. Sin embargo, el número de esclerocios retenidos en los “dientes” de ajo fue mínimo, debido principalmente a dos razones: ausencia de suelo como consecuencia de la eliminación de catáfilas y por su desprendimiento durante la embebición de los bulbillos en el tratamiento pre-siembra aplicado por los productores para prevenir enfermedades.
Al analizar el manejo, se concluyó que independientemente del tipo de riego, su intervalo y duración, este se decide en función de un programa preestablecido, o bien, por la disponibilidad de agua, sin considerar tipo de suelo, etapa fenológica y condiciones ambientales, situación que favorece la incidencia y severidad del patógeno durante todo el ciclo de cultivo.
La evaluación de la humedad permitió demostrar que existe una relación directa entre la incidencia y severidad de la pudrición blanca con la humedad de suelo, la cual fue mayor en suelos con alto contenido de humedad; la demanda de agua está en función de la etapa fenológica de la planta, misma que posee una distribución normal: mayor demanda conforme la planta crece y disminución al iniciar la formación de bulbo, llegando a ser mínima con la cercanía de cosecha.
La mayor absorción de agua ocurre en las raíces presentes a los 15 y 30 cm por lo que es recomendable tomar como parámetro de riego la humedad en la zona radical y no la presente en la parte superficial del suelo; el exceso de humedad en el bulbo provoca no solo enfermedades sino pérdida de catáfilas y/o la ruptura de los mismos en decremento de su calidad y la economía del productor. Su adopción permitió ahorro hasta del 70% de agua y obtención de bulbos de mejor calidad.
Otro aspecto abordado fue el aislamiento de microorganismos promotores de sanidad, que después de diversas evaluaciones de laboratorio, invernadero y campo, permitieron seleccionar cepas de Trichoderma spp. potencialmente antagónicas a S. cepivorum; con ellas se formuló un inoculante factible de aplicarse mediante el sistema de riego a lotes comerciales de ajo (parcelas demostrativas). Dichos antagonistas controlaron al patógeno a través de la secreción de antibióticos (antibiosis) y/o mediante su capacidad micoparasitica (crecer y alimentarse de las estructuras del hongo patógeno); disminuyeron el número de esclerocios y crecieron y/o destruyeron los esclerocios en los bulbos ya infestados; esto último fue tangible en campo, ya que los bulbos abandonados por inminente daño de pudrición blanca, presentaron una esporulación verdosa.
Los resultados obtenidos confirman que, si bien la pudrición blanca es un problema difícil de controlar, y la recuperación de suelos infestados constituye un reto mayor, el conocimiento del sistema y la integración y adopción de estrategias que conduzcan al manejo integrado del cultivo promoverán su obtención.