Fortalecer y proteger cultivos más que manejar y matar plagas en la agricultura orgánica
Cesáreo Rodríguez Hernández*
El cambio de agricultura convencional a orgánica no significa solamente dejar de usar químicos organosintéticos, sino que implica un cambio real de paradigma que no cambie de eliminación a manejo de plagas sino que vaya más allá y propugne por una verdadera protección vegetal, una real fito-sanidad.
Los Lineamientos para la Operación Orgánica de las actividades agropecuarias de México, al igual que las diversas normas de agricultura orgánica vigentes en el mundo, muestran tres fases contra plagas en todas sus letras: una donde no hay plagas, otra donde hay plagas con poco daño al cultivo y la última donde la población de la plaga es muy grande y el daño es significativo, muy fuerte; un punto en el que todavía la cosecha paga lo que se gaste en el control de la plaga y que aún resulta redituable.
Primera fase; fortalecer y proteger cultivos
En la primera fase, en la que no hay plaga, se debe actuar antes de que llegue el inóculo o los primeros individuos de la plaga, utilizando diversas medidas preventivas, de manera sistematizada e integrada. Algunas de estas prácticas a implementar consisten en:
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Compostear los residuos de cosecha.
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Roturar profundo.
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Cubiertas del suelo.
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Usar semilla sana.
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Realizar siembras tempranas.
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Incentivar las labores culturales.
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Utilizar plantas resistentes o resistencia vegetal.
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Asperjar fermentados o purines.
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Aplicar homeopatía.
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Nutrir con productos naturales o biofertilización.
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Inducir resistencia.
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Rotar adecuadamente los cultivos.
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Incrementar la biodiversidad (asociaciones, consorcios, cultivos mixtos, imbricaciones, etc)
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Usar repelentes (como planta vivas).
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Manejar las plantas espontaneas.
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Cosechar temprano.
En este tiempo deben implementarse todas las medidas posibles para que no llegue la plaga; la lupa debe estar en la planta, no en el plaga.
Esté o no esté la planta en la fase fenológica susceptible al daño de la plaga.
El objetivo, con el uso de estas medidas, es fortalecer la planta, proporcionar vigor y vitalidad e incentivar los mecanismos de defensa para evitar que se altere la biosíntesis de los compuestos primarios y secundarios, que el cultivo se desequilibre, entre en estrés, pase a la fase sensible y sea atrayente para la plaga.
La verdadera agricultura orgánica cae en esta fase, en la que se requiere de uso y aplicación de todas las habilidades, destrezas, ingenio, compromisos, experiencias y visión del técnico y del productor, más que en las fases subsecuentes, para no ser dependiente de factores, recursos y materiales externos.
Cuando no se pueda evitar la llegada de la plaga, cuando ya se vean los primeros individuos, cuando sea perceptible el daño y la oviposición incipientes, signos de que ya se encuentra en el cultivo, entonces debe analizarse la situación para definir cuál de las medidas iniciales debe corregirse y combinarse con las que se usarán en la fase siguiente para modificar y adaptar la estrategia a las nuevas circunstancias.
De todas estas medidas, que siempre deben practicarse en un sistema de manejo orgánico, debe haber evidencias e indicadores de que se pusieron en práctica, para que el inspector orgánico las tome como justificante y el productor prosiga a la etapa siguiente. En este sentido otras técnicas, dirigidas a las plagas, no están permitidas en esta primera fase; están restringidas!!!. Por esta razón se necesitan las evidencias y el plan de manejo, para dar sustento a la primera parte y proseguir, de ser necesario, a la segunda fase.
Segunda fase; manejo de plagas
En esta etapa se recomienda no desatender la nutrición, incentivar la resistencia vegetal, mantener la biodiversidad, estimular la biosíntesis normal de compuestos secundarios de defensa y disminuir el estrés; todo lo que se pueda seguir implementando de la primera fase de fitoprotección.
La llegada de la plaga es un indicador de que la planta está en desarmonía; el desarrollo y la proliferación de ésta acentúan los signos y los síntomas como evidencia de este desajuste. Eliminar el signo o los síntomas, como se ha realizado en los últimos 82 años, no resuelve la situación; la planta sigue en desequilibrio, enferma.
En el manejo orgánico se debe privilegiar la protección de cultivos no el manejo ni la eliminación de la plaga.
No obstante como segunda opción en la fitoprotección orgánica se deben implementar acciones que eviten, retarden o supriman el desarrollo de la población de la plaga.
En esta segunda fase, cuando ya hay plaga en población baja y el daño ya es perceptible, se permite el uso de medidas biológicas, físicas y mecánicas para capturar los primeros individuos plaga que lleguen al cultivo, evitar que proliferen y que no se desarrolle su población; mantener densidades que no causen daño y permitan el crecimiento normal del cultivo.
Entre las medidas biológicas, físicas y mecánicas que pueden implementarse destacan las siguientes:
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Manejo de antagonismo.
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Coberturas.
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Establecer barreras.
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Efectuar poda sanitarias.
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Destruir las primeras plantas enfermas.
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Colectar plagas y destruirlas.
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Hacer repelentes con la propia plaga.
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Preparar homeopáticos.
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Repeler con extractos vegetales.
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Repeler con radiaciones luminosas.
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Atrayentes con colores y luz.
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Cultivos trampa.
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Feromonas.
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Cebos tóxicos.
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Estimular la acción de enemigos naturales.
Estas medidas tienen como objetivo que la plaga no llegue al ecosistema donde se desarrolla el cultivo, y en segunda instancia, que no aterrice en la planta. Que no pruebe para que no inocule microorganismos fitopatógenos, y que si llega a alimentarse o a ovipositar sea de menor intensidad. Las mejores medidas serán aquellas que tengan su acción en la primera estrategia.
Lo realizado en esta segunda fase (manejo de plagas) debe anotarse en el plan de manejo, y tener indicadores de su uso para justificar el avance a la tercera fase (control de plagas).
Tercera fase; eliminación de plagas!!!
En caso de no poder proteger adecuadamente el cultivo, no evitar la llegada de la plaga y no poder suprimir el desarrollo de la población se debe proceder a implementar la fase tres; uso de correctivos para bajar vertiginosamente la densidad de población de la plaga y detener rápidamente el daño al cultivo. En este momento, en que se deben usar medidas correctivas, se pueden aplicar los materiales y métodos, y las medidas y técnicas enunciadas en el “CUADRO 2.- Agentes para el manejo ecológico de insectos, hongos, virus, bacterias y arvenses” del “ANEXO 1.- Lista Nacional de Sustancias Permitidas para la Operación Orgánica Agropecuaria”, que aparece en los Lineamientos para la Operación Orgánica de las actividades agropecuarias de México, o en las normas de agricultura orgánica.
El uso de estos materiales se considera restringido, por lo que se debe justificar su uso; es decir; haber aplicado medidas preventivas, en principio, y luego las técnicas biológicas, físicas y mecánicas. Aun así dentro de esta fase de control de plagas se debe privilegiar en la medida de lo posible la protección del cultivo, ser preventivo, y el manejo de plagas.
Esta fase se caracteriza por el uso de la mochila de aspersión, por pensar y actuar de manera similar al paradigma de plaguicidas químicos organosintéticos.
En la lista de agentes para el control de plagas destacan las preparaciones de:
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Piretrinas naturales.
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Tabaco Nicotiana tabacum.
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Riania Ryania speciosa.
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Nim Azadirachta indica.
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Cuasia Quassia amara.
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Cempasúchil Tagetes spp.
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Aceites vegetales y animales.
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Ácidos naturales.
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Extractos de hongos.
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Azufre.
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Polvos minerales.
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Preparados homeopáticos y ayurvédicos.
Respecto a los formulados comerciales, cuyo uso es muy común pero que no debe ser la primera medida, éstos deben estar registrados y vigentes en México en la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios y deben acatarse las condiciones, dosis y cultivos permitidos, además deben estar registrados en el plan de manejo y justificar su uso ante el organismo de certificación orgánica.
De preferencia que sea un extracto, no una fracción, mezcla de compuestos o compuestos puros; tenga un extracto, solamente, y no sea una mezcla de extractos, fracciones o compuestos; considere las sustancias más polares o más solubles en agua, las menos persistentes, las más biodegradables; que el envase no contamine, sea degradable y que incluso pueda reutilizarse; que contenga productos de México y que no provengan del exterior; y que entre otros, considere los preparados de plantas comunes y no de especies en peligro de extinción. Se debe cuidar de no cometer los mismos errores provocados en el uso de plaguicidas organosintéticos; de que cuando ya no surtan efecto, no se incrementen las dosis, no se aumenten las frecuencias de aplicación, y no se apliquen mezclas.
Entre los comerciales se deben seleccionar, primero, los que ayuden al cultivo, luego los que supriman a la plaga y al final los que maten a la plaga. En el uso de productos comerciales se corre el riesgo de no obtener la certificación orgánica por el uso de disolventes prohibidos en la extracción y por contener coadyuvantes no permitidos o sustancias no declaradas y no autorizadas, principalmente.
Esta etapa se caracteriza por el uso constante de aspersiones contra la plaga, aunque con productos biorracionales, no hay cambio de visión, se persigue la eliminación del problema, lo que pone en riesgo de implementar el mismo paradigma químico organosintético, con el consiguiente problema de contaminar agua, aire y suelo, intoxicar al hombre, animales domésticos y consumidores, desarrollar resistencia en las plagas, acumular residuos en la cosecha, desequilibrar el ecosistema, y continuar la dependencia tecnológica, entre otros.
Propiciar un verdadero cambio de paradigma; una nueva visión (proteger cultivos, no manejar ni matar plagas).
Es recomendable asumir que la plaga es un indicador de que el cultivo está desequilibrado; matar la plaga no resuelve el problema, no equilibra, no le restituye la salud a la planta.
Los extractos vegetales no solamente equilibran la biosíntesis y fortalecen la defensa del cultivo sino que además bioestimulan a la planta a que tenga mejor aptitud biológica, aproveche mejor las energías de su entorno, logre mejor crecimiento, desarrollo y producción, y que además su cosecha sea inocua, sana y funcional.
En este sentido, la aplicación de nim Azadirachta indica incrementa la actividad de las enzimas fenilalanina amoniaco liaza y tirosina amoniaco liaza en pepino, lo que lleva a un aumento de proteínas y a regular la biosíntesis de flavonoides que hace que las hojas sean resistentes al oidio Podosphaera xanthii.
De igual manera, el extracto acuoso de Moringa oleifera aumenta la fotosíntesis y la cantidad de carotenoides, fenoles y proteína total, entre otras sustancias, así como de hormonas de crecimiento que le permiten mayor desarrollo a las plantas de rúcula Eruca vesicaria.
Los extractos vegetales, antes usados para eliminar o manejar las plagas, han demostrado un efecto inusitado en beneficio del cultivo. Cada vez se descubren mejores efectos en este nuevo paradigma.
En un sentido estricto, no se deben matar ni manejar plagas, se debe propugnar por una nueva visión que no solamente equilibre y proteja al cultivo sino que lo estimule a mejor desarrollo y mayor producción, y que ésta sea sana y funcional; la verdadera visión en la fitoprotección en la agricultura orgánica.
*Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrícolas. Texcoco, Estado de México, México. crhernan@colpos.mx
Para más información sobre el mundo orgánico:
México Orgánico, Asesoría y Capacitación S.C
infocursos@mexico-organico.com