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Frans, el “obrero” de lo orgánico

El pasado 13 de febrero falleció el padre Franscisco Vanderhoff Boersma, impulsor del movimiento orgánico en México. Con autorización de CERTIMEX reproducimos el texto publicado en el libro Voces y vivencias del movimiento orgánico (2022).

 

Frans es un personaje sui generis, que se define como “sacerdote obrero”, ha trabajado en las minas, en los cafetales, pugna por construir “desde abajo” y prefiere “pensar y actuar desde los excluidos”. Su rebeldía contra las reglas convencionales del mercado lo llevó, hace algunos ayeres, a ser cuestionado por las trasnacionales Nestlé y Sara Lee en el seno de la OMC, donde defendió estoico los acuerdos directos entre el productor y el consumidor, disputa de la cual salió victorioso. Quienes lo conocen dicen que es generoso y animoso a la hora de ayudar o trasmitir sus conocimientos al prójimo; pero tampoco se detiene en lanzar palabras altisonantes para manifestar sus desacuerdos. Es una de las personas más reconocidas en el movimiento orgánico por haber impulsado una de las primeras experiencias de ese sistema al lado de los indígenas del Itsmo de Tehuantepec, Oaxaca.

A sus 82 años, Franscisco Vanderhoff Boersma, quien también es cofundador del Comercio Justo, ríe cuando se le pregunta si se considera “el padre” de la agricultura orgánica: “No, no, me río de esto. Hago lo que tengo que hacer, que es tan sencillo; responder a la demanda que hay. Yo mismo fui por años productor, porque soy sacerdote obrero. Hay que aprender mediante la organización como hacer el camino y tienes que buscar alianzas, aliados, por eso ando en Vía Campesina, Oxfam, que antes no me gustó, pero ahora ha cambiado mucho. Hay que crear condiciones de apoyo entre las organizaciones y no competencia entre ellas, eso no tiene chiste”.

Frans, como prefiere que le llamen, viajó de Holanda hasta México. En 1981 se dirigió al Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, donde le pidieron apoyar las comunidades de Santa María Guienagati y Guevea, con un equipo misionero. Como “sacerdote obrero tenía que trabajar en el corte de café por varios meses y me di cuenta que problemática había en la sierra, toda la cuestión de los coyotes, el coyotaje y del proceso de miseria tan agudo en la región”.

En el templo de Guevea convocaron a una reunión, “con unos 100 compas”, con quienes analizaron lo que estaba pasando, los problemas de comercialización, de crédito con Banrural, además de la situación en el pueblo. “Allá tomaron la decisión de organizarse y se creó la UCIRI”, recuerda el ministro religioso.

Al inicio la UCIRI contactó a la ARIC de Misantla, quienes tenían experiencia en exportación de café y lograron vender un poco, aunque con muchos problemas. En 1985, en asamblea los integrantes de UCIRI decidieron cambiar del cultivo convencional al orgánico. “Un agrónomo alemán que andaba en nuestra zona nos dijo: ¡caray ustedes de hecho ya son orgánicos y con algunas técnicas pueden entrar a un programa!

De esta forma, narra Frans, “entramos a la IFOAM (Organics International), fuimos a la primera asamblea en Budapest y aprendimos todo el rollo de lo orgánico. La entidad alemana, Naturland, certificó cada año nuestras parcelas; pero pronto estuvimos hartos de los altos costos, porque tenían que venir de Europa para inspeccionar y certificarnos. Luego formamos Ecomex, antecesor de CERTIMEX”.

No conforme con iniciar el proceso orgánico impulsó el Comercio Justo, porque el padre pensó: “que chiste tiene tener lo orgánico en un mercado que no es justo para los productores”. De esta manera, “tuvimos contactos con algunos clientes pequeños que tenían interés de apoyar con un mejor precio y en 1988 discutimos en Holanda varias organizaciones del Tercer Mundo y establecimos el sistema con ciertas reglas de Comercio Justo.
Combinamos café y otros productos certificados orgánicos y mediante el mercado justo buscamos tener cierta seguridad a nivel de precio, clientes y la posibilidad de exportar”.

Frans explica en una de sus publicaciones: “la idea de una economía social solidaria, Comercio Justo, o lo que prefiero llamar un mercado diferente donde todos y todas quepan. Se trata de un mercado en el cual los campesinos pueden sacar provecho de los productos que cultivan sin ser explotados, pueden participar en el mantenimiento y mejoramiento de su medio ambiente, mejorar las condiciones de vida de sus familias, y sobre todo, organizarse en cooperativas y organizaciones de producción para que los esfuerzos y medios sean mutuos sin pedir limosnas. De ahí surgió el restablecimiento de la agricultura orgánica, apoyándonos en instrumentos como nuestra propia cooperativa de préstamo y crédito y en la creación de redes de Comercio Justo, desarrollando principalmente un mercado local, regional y nacional”.

El Comercio Justo —detalla— establece un precio mínimo, el cual los compradores tienen que acatar y cubre el costo de la producción mediante un contrato, que cuando se inició, 1988, fue de 140 dólares por 100 libras de café, cuando en el mercado convencional era de 90 a 110 dólares. Establecimos también un sobreprecio de 20 dólares para la organización, que tiene gastos extras, y otro pago de 30 dólares por ser un producto orgánico. El precio sumó 190, “fue muy bueno y significaba que logramos mejorar el precio 100% en campo. Esto causó que los socios, que eran 300, en poco tiempo fueran 3 mil y alcanzara 27 comunidades, incluso de Palenque y Tapachula, en Chiapas”.

El meollo del Comercio Justo es dar una respuesta al fracaso del modelo
neoliberal. Nuestro plan fue crear otro tipo de mercado porque el neoliberal
no funciona, afirma Vanderhoff, quien como economista piensa que ese modelo fue un desastre, no solo a nivel social sino a nivel medioambiental, que son las dos pandemias que el neoliberalismo ha provocado.”

—¿De alguna manera, hicieron una especie de revolución, porque buscaron cambiar toda la estructura de comercio en el mundo?
—Sí, y nos costó mucho. Tuvimos una acusación en la OMC (Organización Mundial de Comercio), con sede en Ginebra, de dos grandes empresas de café, Nestlé y Sara Lee, que aseguraban que no obedecimos las reglas del mercado. Con otro compa defendimos nuestra posición y los jueces entendieron, por lo menos, que así debería ser el mercado: un acuerdo directo entre productores y consumidores, que el precio debería ser para que el productor pueda producir y el consumidor tenga
el producto. Es el meollo también de la OMC, que dijo: sí, ustedes hacen lo correcto. Y Nestlé y Sara Lee tuvieron que pagar por dicho proceso, lo cual nos les gustó mucho.

Respecto a si se han modificado los principios de Comercio Justo, el fundador de este sistema expresa que hubo y hay problemas de una cúpula con el mercado justo, FLOCERT, “que quieren imponernos reglas que no van acorde con las diferentes culturas de los pueblos”.

—¿El Comercio Justo se ha vuelto injusto?
—El Comercio Justo tiene sus propios canales, no trabaja con los grandes, algunos trataron de entrar pero bajando los precios; eso no nos gusta. Nuestros clientes son pequeñas empresas, algunos sí son grandes, pero tomaron la decisión de entrar en otro tipo de mercado. Tenemos un cliente en Francia que tuesta cinco toneladas de café al día, pero su política es por comercio justo orgánico. Algunas empresas sí hacen el cambio, pero Nestlé, no.

Los pendientes

En México, añade, el movimiento orgánico ha crecido, pero podría ser mucho más, con organizaciones, como CERTIMEX, que trabaja con pequeños productores, quienes en ocasiones no están al tanto de las normas. Las reglas y las cuotas de lo orgánico tenemos que adecuarlas a las posibilidades de los pequeños agricultores, porque de vez en cuando si enfrentan exigencias que no pueden obedecer.

CERTIMEX —recalca— tiene un futuro enorme, pero necesitamos más apoyo político, si el gobierno quiere mejorar el medio ambiente tiene que voltear al campo. Los pequeños productores hacen un favor al Estado pero el Estado no responde a ese favor. El lobby con el gobierno no sólo es para quitar el glifosato, sino para ver cómo crear un campo fértil con otros métodos a los fertilizantes químicos.

Sobre que se requiere para avanzar, el padre habla de cambiar la dirección en la Secretaría de Agricultura, “que no tiene ni puta idea de lo que es lo orgánico” y que se promueva la urgencia de los cultivos orgánicos, con todos los medios técnicos y capacidad remunerativa, insumos necesarios para conversión de lo convencional a lo orgánico. Se necesita un programa nacional de impulso a la agricultura orgánica. El gobierno va muy flojo y en el nivel legislativo sí hay un reglamento de producción orgánica, lo que ha impulsado CERTIMEX.

En medio ambiente es urgente y necesario cuidarlo, diez años es demasiado tarde, alerta Frans. “Estamos insistiendo que se reforme completo el artículo 27 de la constitución en cuestión agraria, promover derechos indígenas e instrumentar el derecho al cultivo basado en la sabiduría de los ancestros. Planteamos que la agricultura tiene la obligación de cuidar la madre tierra y sacar reglas de cómo hacerlo. No se puede explotar la tierra como les da la gana, para estar en el círculo de mayor producción y crecimiento; con eso no vamos a solucionar el problema. Podemos producir alimentos suficientes para nuestra población, pero tenemos que tener la audacia”.

Por otro lado, los indígenas —anticipa— pueden tomar la bandera de producción orgánica, y también las medianas; con las empresas no veo grandes oportunidades. Los medianos deben organizarse y crear condiciones de trasferencia tecnológica, “necesitamos agrónomos, pero orgánicos no de oficina, que sepan tener manos mugrosas”.

El especialista refiere que en los años 88-89 fueron los primeros en lo orgánico, pero ahora hay un abanico de organizaciones en México que están en ello; pero estamos en pañales; podemos hacer mucho más.

Por último, se le pregunta a Frans si sigue la escuela de la teología de la liberación, a lo que responde: “No. El presidente de Venezuela hizo un comentario sobre los dos libros que publiqué y el dice que esos sí son los resultados de la Teología de la Liberación. Ya no como los pendejos viejos de esa teología, sino a nivel práctico, hay que crear procesos que liberan fuerzas que son cosas constructivas para otro tipo de México, para otro tipo de mundo; eso si no lo puedes decretar, eso se tiene que construir desde abajo, paso a paso. En UCIRI siempre estamos diciendo, apenas estamos empezando, aunque ya tenemos 40 años.

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El padre Frans fue sacerdote del Sagrado Corazón y misionero holandés. Cofundador de Max Havelaar, la primera marca Fair Trade en 1988. Doctor en teología y economía política, fue profesor de la Universidad de Ottawa. Escribió libros como Manifiesto de los pobres, Pensar y actuar desde los excluidos ¿Porqué existe confusión en el movimiento del Comercio Justo? o La aventura del comercio justo: una alternativa de globalización (en coautoría con Nico Roozen).

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Opiniones del padre Frans contenidas en el libro Voces del Movimiento Orgánico

Esteban Escamilla
“El padre Frans ha sido realmente un personaje
fundamental dentro de los movimientos orgánico
y del comercio justo, su participación ha sido
relevante para que se hayan desarrollado
experiencias organizativas. Conocer la experiencia
de UCIRI y del padre motivan. Nos dio una opción
para poder seguir produciendo café en condiciones de mejores precios y buscar alternativas, sobre todo en la visión que él tiene muy clara, de desarrollo, de justicia social y ambiental. Es un personaje central en el movimiento orgánico en el país, siempre dispuesto a colaborar, ayudar, a participar. Todo un referente”.
Víctor Pérez-Grovas
“Desde que empezó a trabajar en México, Frans tenía una visión de largo plazo, más allá que la mayoría del mundo, él entendía esto de la sustentabilidad antes de que fuera una palabra de moda. En las comunidades cafetaleras del Istmo se enfrentó en cómo lograr que las comunidades tuvieran un mejor forma de vender su café, fuera de los mecanismos tradicionales del Inmecafé. Entendió muy bien lo orgánico y ayudó a que una organización indígena lo interiorizara y pusiera en práctica. Así, una familia campesina podía producir con sus propias manos y medios, mejor y de acuerdo a las leyes de la naturaleza. Es una persona generosa, que todo lo que tiene lo da y abrió puertas a mucha gente”.
Taurino Reyes Santiago
“A Frans lo conocí en 1996 en una reunión en el Consejo Estatal del Café (CECAFE). Siempre me llamó la atención como un personaje como él, rubio, de ojos azules y sacerdote acompañaba a los directivos de la UCIRI y junto con otros dirigentes, como Miguel Tejero de la CEPCO, tenían muy claro qué hacer en materia de política cafetalera.
En enero del año 2000 me invitaron a colaborar con CERTIMEX. Fue muy emocionante saber que trabajaría junto con Frans el tema de certificación del café orgánico, donde la UCIRI impulsada por el padre era pionera; igual fue un gran reto poder cumplir las altas expectativas que las organizaciones de pequeño productores tenían en CERTIMEX. Frans, conocedor de diversos temas, nos actualizaba de las novedades en torno al mercado internacional del café, las políticas públicas, las normas internacionales… En aquel momento la información era muy escasa y la poca que había estaba en alemán o inglés. Manejaba datos de primera mano, pues participaba en forma activa en el comité de normas de IFOAM y tenía relación directa con los compradores de café de Europa y Canadá. Lo consultaba si teníamos una inquietud con respecto al mercado o las normas, inclusive una problemática interna en CERTIMEX; todas las veces obtuve una buena respuesta, una buena orientación y siempre nos apoyó. Aprendí de él la importancia que tienen los pequeños productores y sus organizaciones en el cuidado del ambiente, la cultura y la autogestión.
Con sus enseñanzas tratamos de dimensionar las dificultades de las comunidades originarias para acceder a la información, a los servicios de salud, educación, caminos, etcétera. Francisco vive y vivirá con los campesinos, con los de abajo, con los excluidos, con la montaña, con los justos de obra y conciencia, los honestos, los que se ganan el pan con el sudor de su frente… En un libro el padre dice que a pesar de las crisis el campesino camina a su parcela de café o de maíz, chiflando, contento; eso es algo que deberíamos hacer todos desde donde nos encontremos, chiflar aun bajo las peores adversidades. Para mí Frans es “un chipocludo de lo orgánico y del Comercio Justo”.
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ERNESTO PEREA

Periodista especializado en temas agropecuarios y agroalimentarios. Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica, otorgado por el CONACYT. En la actualidad director del portal web www.imagenagropecuaria.com Autor del libro Voces y vivencias del movimiento orgánico Ha colaborado con las revistas editadas por el Grupo Expansión. Ha sido consultor de la FAO. Brinda servicios de comunicación, información, análisis y consultoría para diversas empresas e instituciones. Correo electrónico: editor@imagenagropecuaria.com

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