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Una historia de producción orgánica y comercio justo ¿Qué aprendimos?

40 años de café orgánico en México/ 25 Aniversario de CERTIMEX

Organizaciones y gremios de campesinos orgánicos pueden y deben de incidir en políticas agrarias nacionales. Para garantizar y reconocer la producción orgánica son necesarios no sólo criterios, reglas y leyes, sino también que el Estado se involucre, con sus intrumentos, en el mercadeo justo de los productos y hacer una campaña clara de promoción y concientización, encaminada a los consumidores.
Dr. Francisco VanderHoff Boersma/Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo -UCIRI-Oaxaca, México

La historia de producción orgánica en café y otros productos en México es relativamente corta. En los años cincuenta y sesenta, en Chiapas algunos productores de fincas de café introdujeron el modelo de cultivo Demeter, sustentada en la filosofía de Rudolf Steiner. Estas experiencias, sin el uso de fertilizante y plaguicidas químicos y cuidado con el medio ambiente, desarrollaron técnicas orientadas al mejoramiento del suelo y la salud del subsuelo y de la tierra. El objetivo de agricultura orgánica es servir a la humanidad desarrollando un tipo más sustentable de agricultura: el punto de partida es una tierra saludable y viviente, la base para las plantas, animales y seres humanos saludables; todo apunta a producir comida de calidad y, al mismo, tiempo el cuidado del medio ambiente. Los pueblos originarios de México no acostumbraban el uso de fertilizantes y plaguicidas químicos, en parte por tradición y, luego, por los altos costos de estos productos. En la siembra de maíz y frijol intercalados en la milpa, los campesinos, pequeños productores, usaron sus acahuales, practicando la roza, tumba y quema, cultivaban durante un año y dejaban en recuperación su pedazo de tierra durante seis o hasta ocho años para poder usarlo de nuevo. A pesar de la práctica de roza, tumba y quema -no tan amigable con el medio ambiente-, los campesinos lograron cosechar su maíz y su frijol, de hecho, en forma orgánica, saludable para el consumo.

En la organización UCIRI (Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo, fundada en 1983) surgió en Asambleas la discusión como cultivar en forma más adecuada y productiva sus cafetales, apoyado por un agrónomo que visitó el Istmo, Richard Storhas, director ejecutivo de la Federacion Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM, por sus siglas en inglés), con sede en Alemania. En 1984, la Asamblea de delegados de UCIRI tomaron la decisión de cambiar del sistema tradicional al manejo orgánico. Con el intercambio de experiencias mediante visitas a la finca Irlanda en Chiapas (Familia Peters, que usaba el método Demeter), los técnicos de la organización implementaron las técnicas básicas del cultivo orgánico: no uso de petroquímicos, hacer abono orgánico con la pulpa de café, hojarascas y estiércol de las mulas, que se aplicó a las plantas; hacer barreras vivas en contra pendiente para la conservación del suelo, poda de los cafetos, etcétera. En 1988 agrónomos de la certificadora Naturland de Alemania inspeccionaron cafetales y milpas de los socios en varias comunidades socias de UCIRI y certificaron la zona bajo las normas de IFOAM y Naturland. UCIRI logró ser miembro de IFOAM y pudo participar en las asambleas de esta federación. Fuimos los primeros del ‘Sur’ que nos hicimos socios de IFOAM, y descubrimos pronto que las normas de este organismo no compaginaron con los cultivos tropicales del Sur. Participamos activamente en modificar las normas aptas para cultivos tropicales. Pronto lograron entrar los mieleros de Yucatán y Guerrero y organizaciones cafetaleras de Chiapas, Puebla, Guerrero y Veracruz. También pronto surgió la problemática de costos: ¡los certificadores fueron europeos que cobraban en monedas europeas!

Por ello, hicimos reuniones de varias organizaciones, establecimos una organización (ECOMEX Campesinos e Indígenas Ecológicos de México) para negociar con IFOAM y buscar agrónomos mexicanos, acreditados por las instituciones internacionales para hacer el trabajo de inspección por parte de Naturland y después otras instituciones europeas, haciendo así ‘sucursales’ de inspección, haciendo informes acreditados por las normas de las instituciones europeas. Poco a poco surgió la idea de crear en México una institución propia de inspección, acreditación, normas y políticas de la agricultura orgánica, lo que resultó en el establecimiento de CERTIMEX hace 25 años.

CERTIMEX logró en 2003 su primera acreditación y reconocimiento internacional como organismo de certificación, acorde a las leyes y reglamentos europeos; en 2006, su acreditación por el USDA bajo el Programa Orgánico Nacional (NOP, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos de Norte América; y en 2010, la acreditación del MAFF de Japón, países que ya hicieron sus leyes nacionales que rigen la producción orgánica y controlan el mercadeo de estos productos. Así CERTIMEX pudo certificar organizaciones, sobre todo de pequeños productores, organizados como orgánicos según estándares internacionales. En México fuimos un poco lento para crear nuestra propia instancia y normas nacionales de producción orgánica. En este momento ya están funcionando.

Hasta aquí un poco de la Historia de la producción orgánica en México.

¿Que aprendimos y como avanzamos?

Aprendimos que cultivar la tierra en forma orgánica es mucho más que el no uso de petroquímicos, ya sean fertilizantes o pesticidas. La gran mayoría de campesinos orgánicos son pequeños productores, muchos de pueblos indígenas mexicanos, quienes aprendieron que la defensa de su territorio es parte de lo orgánico. Es defender su solar, su casa, sus costumbres, sus tierras, sus bosques y ríos mediante prácticas y políticas, acordadas en su organización, y dejar un medio ambiente más sustentable para las próximas generaciones. Es un estilo ético y político al mismo tiempo.

Para lograr la producción orgánica se necesita perseverancia, la organización en gremios y colectivos que puedan, en conjunto, implementar, controlar y certificar su producción como organizaciones democráticas, transparentes en la gestión de sus tierras y el apoyo de técnicas nuevas para el mejoramiento de la productividad, elementales para la defensa de su territorio. Las nuevas técnicas implican mayor empeño de trabajo del campesino. Son costos de producción que sólo se puede recuperar como retribución por la venta de sus productos, ya sea café, maíz, miel, fruta. El modelo de mercado de una economía neoliberal no es apto para absorber estos costos extras del trabajo. Por ende, fue necesario crear mecanismos de comercialización: Comercio Justo, que estipula una remuneración adecuada a los esfuerzos de producción. El mercado justo no solamente estipula precios mínimos garantizados y modestamente suficientes; un premio social y ambiental es parte del precio de venta. El mercado justo es más que un precio decoroso para la producción, implica crear impulsos de cambio de las reglas en el mercado dominante, de la supuesta libre demanda y oferta. El Mercado Justo es un proyecto político económico que va a la par con el proyecto político productivo de la agricultura orgánica.

Hay que incidir más en políticas orgánicas nacionales

Organizaciones y gremios de campesinos orgánicos pueden y deben de incidir en políticas agrarias nacionales. Para garantizar y reconocer la producción orgánica son necesarios no sólo criterios, reglas y leyes, sino también el involucramiento del Estado con sus aparatos en el mercadeo justo de los productos y una campaña clara de promoción y concientización, encaminada a los consumidores, hay que promover las compras de estos productos. Es parte íntegral de mejorar y proteger el medio ambiente y oferta de productos de consumo sano. Necesitamos programas de recuperación del medio ambiente, sembrando árboles, por ejemplo; pero urge una agricultura que proteja este medio ambiente, usando técnicas orgánicas. Sólo así podemos tener una agricultura sustentable y sostenible, salvaguardando el derecho a la alimentación de productos sanos para la salud de todos y todas, y de la tierra. Mediante prácticas orgánicas en el mero campo y por los meros campesinos se pueden crear condiciones saludables. Las técnicas adecuadas se aprenden trabajándolas, aplicándolas en el campo. El intercambio de experiencias hace posible de difundir estas técnicas que poco a poco se implementan, aprendiendo. Hay una brecha lamentable entre los expertos, con teorías y propuestas de la agricultura orgánica, que sobrepasa al ‘experto’ campesino, quien mediante procesos de aprendizaje avanza en la cultura de producir orgánicamente los productos, preservando y hasta mejorando su medio ambiente.

En la historia del movimiento y la política de pequeños productores organizados o gremiales éstos han demostrado  ser productores orgánicos debidamente certificados por leyes nacionales, equivalentes con leyes internacionales, mediante luchas para mejorar los precios, haciendo cambios estructurales en el mercadeo. La producción orgánica va a la par con la lucha por un mercado justo. El Movimiento del Comercio Justo tiene su base en la sabiduría de los pequeños productores del campo que vivieron y comprendieron que la economía dominante y su mercado no resuelven nada para la vida diaria de las familias campesinas. Han experimentado que la supuesta sabiduría del mercado actual, con su ‘mano invisible’, no es muy sabia. El mercado convencional se basa en la exclusión, en la explotación y en la falta de ética democrática. Por eso las organizaciones de pequeños productores crearon este movimiento del mercado justo, donde la justicia, la equidad y la ética democrática y responsabilidad con el medio ambiente, son partes esenciales de la economía familiar. Esta es su lucha política.

Ser un productor orgánico es ser orgánico en todas las esferas de la vida: ser orgánicos con respecto a las diversidades culturales, el cuidado colectivo de sus bosques, sus afluencias de agua, luchas para una nueva economía sustentable y decorosa para la familia, la comunidad y la tierra.

Es una economía de pobreza digna que satisface todas las necesidades de la familia y los pueblos: salud, educación, acceso a agua limpia, acceso vial, una casa digna, creando así una cultura de mutualidad, solidaridad, tan necesarios para contra atestar una cultura de descarte, individualista de la sociedad supuestamente moderna con su soporte en una economía y cultura neoliberal. No se puede eliminar el modelo neoliberal, en franca derrota, con medidas económicas; la cultura neoliberal puede persistir a pesar de cambios de mercado y un modelo estatal que modifica el reparto del bien común mediante programas sociales. La filosofía del neoliberalismo, con epígonos como la filósofa Ayan Rand y políticos como Ronald Reagan y Margareth Tacher, han creado y dejaron implementar y difundir globalmente una cultura de descarte y egocéntrico de minorías de la sociedad. El adagio de Ayan Rand: ‘ser un bien egoísta es el bien de la sociedad y ser un altruista crea el caos’, ya ha demostrado que deshumanizó, creando solamente pandemias y culminando en guerras absurdas.

En el momento histórico que vivimos encontramos tres pandemias interrelacionadas: la de salud global, la de discrepancia de ingreso entre una minoría acomodada y una mayoría de sobrevivencia, y la del deterioro del medio ambiente. Es urgente tomar consciencia de esta interrelación y buscar alternativas. Los peligros y desafíos de estas tres pandemias se han agudizado últimamente por el desorden internacional con la guerra devastadora de Rusia contra el pueblo de Ucrania, teniendo repercusiones internacionales que dejan en la lista de espera para resolver las tres pandemias que ya existen.

La política de la producción orgánica y un mercado justo, en muchos casos en paralelo, son pasos históricos para crear un futuro del Bien Vivir, de vivir más armónicamente con el medio ambiente y sus paisanos. Es cultivar los derechos inalienables a Techo, Tierra y Trabajo, las tres ‘Ts’ a que el papa Francisco se refiere continuamente. El derecho de vivir bajo un Techo de cubertura digna, su solar, su ambiente de familia con los servicios para poder vivir. Defender su Tierra, su territorio contra las amenazas de depredación es defender su territorio. Y esto solamente se puede lograr mediante Trabajo debidamente remunerado y satisfactorio. Son derechos inalienables para todos y todas.

Estos son los desafíos y prácticas de la producción orgánica en el campo, sobre todo de los pequeños productores organizados. La historia de este movimiento en nuestro país es corta, pero desafiante. Ser constructores de un futuro diferente es orgullo, trabajo y tenacidad. Es dar un carácter cultural persistente a los viejos anhelos de los pueblos originarios. ¡Las soluciones agobiantes vienen desde los de abajo! El camino sigue, con mucha esperanza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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