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La Tierra tiene fiebre, cambio climático, alta temperatura, eventos extremos y suelos pobres, los síntomas

El deterioro del planeta es dramático. Cada año, el mundo pierde 10 millones de hectáreas de bosques; una extensión similar a Islandia; 40% de las tierras agrícolas ya están degradadas y 95% de los alimentos que consumimos dependen directamente del suelo; el cambio climático se ha acentuado y 2024 fue el año más caluroso de la historia en una década de temperaturas récord.

“La Madre Tierra tiene fiebre”, expresó el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres en su mensaje con motivo del Día Internacional de la Madre Tierra, quien añadió que la causa de esto son las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que la humanidad libera a la atmósfera y que son generados principalmente por los combustibles fósiles.

“Los síntomas son conocidos e incluyen incendios forestales devastadores, inundaciones y olas de calor, que provocan y muertes, además de destruir medios de subsistencia”.

En este contexto, consideró que la Tierra necesita un nuevo principio que empiece con la rápida reducción de las emisiones de GEI y con un reimpulso a la adaptación al cambio climático. Hay que “acelerar la adaptación para protegernos a nosotros mismos y a la naturaleza de los desastres climáticos”.

En su discurso, el responsable de la ONU hizo énfasis en que “la energía renovable es más barata, sana y segura que las alternativas que emplean combustibles fósiles. Y las medidas de adaptación son fundamentales para crear economías sólidas y comunidades más seguras, ahora y en el futuro”.

Guterres consideró que todos los países deben establecer nuevos planes nacionales de acción climática coherentes con el objetivo de

limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados, una condición esencial para evitar la peor catástrofe climática”.

También es preciso adoptar medidas para combatir la contaminación, frenar la pérdida de biodiversidad y proporcionar los fondos que los países necesitan para proteger nuestro planeta, añadió.

Por su parte, Volker Türk, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos insistió en que la triple crisis planetaria del clima, la biodiversidad y la contaminación “no constituye una amenaza abstracta”.

Hizo un llamado a “avanzar hacia una economía sostenible, no una que explote, contamine y desperdicie”, añadió Türk en un mensaje en la red social X.

Impacto en la agricultura

La  tierra enfrenta una presión sin precedentes. A medida que la población mundial crece y las demandas de alimentos, agua y recursos se intensifican, garantizar la salud del planeta se vuelve un reto urgente y colectivo. Hoy más que nunca, la agricultura tiene un rol clave en construir un equilibrio entre producción y sostenibilidad ante los desafíos por venir.

La FAO estima que la expansión de tierras agrícolas en el mundo ha crecido 102% desde 1961, desplazando ecosistemas.

Según la encuesta The Farmer Voice, comisionada por la firma Bayer, más del 70% de los agricultores a nivel global ya observan impactos en sus campos, por lo que considera que la necesidad de modelos agrícolas resilientes es urgente.

Respecto a la disponibilidad de agua dulce, indicó que la disponibilidad de agua dulce per cápita en el mundo cayó un 20% entre 2000 y 2018, de acuerdo con la FAO; mientras que la ONU proyecta 10 mil millones de personas para 2050. Esto exigirá aumentar la producción agrícola en al menos 60%, sin agotar recursos ni acelerar la crisis ambiental.

En el marco de esta día, la empresa que promueve tecnologías para el campo, consideró clave el empleo de la agricultura regenerativa, “que es una forma de producir alimentos que no solo reduce el impacto ambiental, sino que regenera los recursos naturales…A diferencia de los modelos convencionales, las prácticas regenerativas mejoran la salud del suelo, aumentan la productividad y benefician a los ecosistemas”.

Por ello, puntualizó que su objetivo es implementar prácticas regenerativas en más de 161 millones de hectáreas a nivel global para 2030.

Destacó que en países como México, el uso de este sistema permitió reducir en 30% el uso de agua, obtener 25% más productividad en las cosechas y aumentar 25% el secuestro de carbono en el suelo, además de reducir 20% en emisiones de CO2 a la atmósfera.

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