Alimentación sostenible debe considerar lo social, económico y ambiental
La alimentación sostenible implica tener comida en nuestra boca para evitar el hambre, pero que sea nutritiva, con una dieta saludable y asequible a las personas, además de que se respeten sus tres dimensiones: social, económica y ambiental, en un sano equilibrio.
“Solo así será posible enfrentar los retos alimentarios del futuro”, asegura la coordinadora del Programa Universitario de Alimentación Sostenible (PUAS) de la UNAM, María Elena Trujillo Ortega.
A propósito del Día Mundial de la Alimentación, que se conmemora el 16 de octubre, la médica veterinaria refiere que en Europa añaden a estas tres dimensiones las de bienestar animal y salud (concepto que engloba la salud humana y la animal).
La efeméride fue proclamada en 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) coincidiendo con el día de su fundación (en 1945), cuyo objetivo es concientizar a los pueblos sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.
Datos del organismo refieren que cada año se produce el doble de los alimentos necesarios para alimentar a quienes habitan la Tierra, pero 793 millones padecen hambre.
En el PUAS manejamos estas dimensiones analizando los procesos a partir del origen de los alimentos, sus procesos de cultivo, crianza, producción, empaque y comercialización. Buscamos crear conciencia sobre lo que va a tener el platillo que comemos en varias vertientes de la sostenibilidad: uso del suelo, gasto de energía, utilización del agua y su huella de carbono, detalla la universitaria.
Trujillo Ortega menciona que numerosos productos pecuarios tienen además cargas residuales y se tiene que desechar otros como excremento, cuestiones que con una mirada sostenible se busca aprovechar mediante la separación de subproductos.
“Se trata del cuidado del ambiente en extremo, contemplando también al transporte y distribución, así como el empaque y hasta la refrigeración. Son costos ambientales, económicos y sociales importantes”, señala.
Creciente demanda
Trujillo Ortega consideró fundamental que los consumidores no desperdiciemos los alimentos y compremos solo lo necesario para comer. Hay diferentes tipos de consumidores, los jóvenes son más críticos y cuidadosos respecto a saber lo que adquieren: dónde nace, crece y qué se utilizó para que ese insumo llegue a su boca.
Entre las nuevas generaciones está más marcada la conciencia y eso puede generar un nuevo tipo de usuario, que llamamos flexitúrico, que es esa persona con conciencia, flexible porque es abierto, lee la etiqueta, vigencia o vida de anaquel y se informa de su tipo de procesamiento. Es una tendencia que está creciendo en el mundo, enfatiza.
En ese sentido, resalta que los sistemas alimentarios del planeta se encuentran bajo presión cada vez más intensa de producir mayor cantidad de comestibles para satisfacer su creciente demanda.
Esta situación ha desencadenado consecuencias ambientales y sociales, destacando la degradación del suelo, escasez de agua, pérdida de biodiversidad, fragmentación sobre los ecosistemas, incremento en la emisión de gases de efecto invernadero, malnutrición, migración de poblaciones rurales y aumento de los niveles de desigualdad social y pobreza.
Trujillo Ortega recomienda a la sociedad en general ingerir productos de temporada, de preferencia nacionales; comprar solamente lo que vamos a consumir; revisar que la proteína animal (carne de res, pollo) provenga de ranchos TIF de inspección federal; e integrar el rubro social de la nutrición nacional, como uso de milpas y chinampas.
Fuente: UNAM